Además de nuestras percepciones y nuestras interpretaciones, las creencias influyen en nuestros recuerdos. No sólo en la construcción de estos, sino en el hecho de que los tengamos.
No es cierto que nuestros recuerdos, los de memoria a largo plazo, estén ya hechos y terminados. Su almacenamiento es semántico, es decir, almacenamos significados, y eso hace que, al recuperarlos, construyamos los recuerdos de nuevo de acuerdo a los significados de que disponemos.
Es decir, en el recuerdo se deduce lo que debe haber ocurrido, teniendo en cuenta lo que ahora sabemos. Una evidencia de que construimos nuestros recuerdos se haya en que si recordamos una escena del pasado en que participamos nos vemos desde fuera, como si fuéramos un espectador ajeno, a pesar de que cuando estamos viviendo no nos miramos. De igual modo cuando recordamos nuestros sueños, es como si los hubiéramos soñado “desde fuera”. En realidad estamos, en esos casos, creando las imágenes del acontecimiento a partir de lo ocurrido.
No es cierto que nuestros recuerdos, los de memoria a largo plazo, estén ya hechos y terminados. Su almacenamiento es semántico, es decir, almacenamos significados, y eso hace que, al recuperarlos, construyamos los recuerdos de nuevo de acuerdo a los significados de que disponemos.
Es decir, en el recuerdo se deduce lo que debe haber ocurrido, teniendo en cuenta lo que ahora sabemos. Una evidencia de que construimos nuestros recuerdos se haya en que si recordamos una escena del pasado en que participamos nos vemos desde fuera, como si fuéramos un espectador ajeno, a pesar de que cuando estamos viviendo no nos miramos. De igual modo cuando recordamos nuestros sueños, es como si los hubiéramos soñado “desde fuera”. En realidad estamos, en esos casos, creando las imágenes del acontecimiento a partir de lo ocurrido.
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“En 1973, un grupo de investigadores de la Universidad de Michigan entrevistaron una muestra nacional de estudiantes de últimos años de secundaria y luego volvieron a hacerlo en 1982 (Markus 1986). Al recordar sus puntos de vista de 1973 sobre asuntos tales como la ayuda a las minorías, la legalización de la marihuana y la igualdad de las mujeres, los informes dados fueron mucho más cercanos a sus puntos de vista de 1982 que los que en realidad expresaron en 1973. (…) Diana Holmberg y John Colmes (1994) descubrieron el mismo fenómeno en 373 parejas de recién casados, la mayoría de las cuales informaron ser muy felices. Al evaluarlas nuevamente, dos años más tarde, los matrimonios que se habían deteriorado recordaron que las cosas siempre habían marchando mal”.
Un modo bastante comprobado de este mecanismo se da cuando en nuestra opinión hemos mejorado, en cuyo caso somos propensos a recordar equivocadamente nuestro pasado y encontrarlo más diferenciado del presente de lo que es en realidad.
Semejante tendencia explica el porqué las personas que participan en programas destinados a mejorar el cuerpo o la mente en regímenes alimentarios, cursos para dejar de fumar, programas de ejercicios físicos o psicoterapia, están convencidas de haber obtenido un beneficio considerable cuando en realidad sólo mejoran modestamente.
Al construir un recuerdo, inconscientemente, echamos mano de nuestros conocimientos y preconcepciones en general para rellenar las lagunas y agujeros del recuerdo, de forma que nuestro recuerdo no se presente de forma inconexa y en fragmentos simples sino de modo organizado y coherente; este efecto sedenomina efecto de la información errónea.
Elizabeth Loftus y John Palmer (1983). Proyectaron a estudiantes de la Universidad de Washington una película que muestra un accidente de tráfico para luego preguntarles a los sujetos que habían visto la filmación, o bien “¿A qué velocidad iban los coches cuando se incrustaron uno en el otro?” o “¿A qué velocidad iban los coches cuando chocaron?” Una semana después se les llamó y pregunto si recordaban que en la filmación apareciesen fragmentos rotos del cristal del parabrisas, aunque ningún cristal se había roto en la filmación, pues bien, las personas que fueron preguntadas con el verbo “incrustar” recordaban estos cristales rotos en proporción del doble respecto al otro grupo.
http://www.alezeia.com/PDFs/psicologia/social.pdf
Un modo bastante comprobado de este mecanismo se da cuando en nuestra opinión hemos mejorado, en cuyo caso somos propensos a recordar equivocadamente nuestro pasado y encontrarlo más diferenciado del presente de lo que es en realidad.
Semejante tendencia explica el porqué las personas que participan en programas destinados a mejorar el cuerpo o la mente en regímenes alimentarios, cursos para dejar de fumar, programas de ejercicios físicos o psicoterapia, están convencidas de haber obtenido un beneficio considerable cuando en realidad sólo mejoran modestamente.
Al construir un recuerdo, inconscientemente, echamos mano de nuestros conocimientos y preconcepciones en general para rellenar las lagunas y agujeros del recuerdo, de forma que nuestro recuerdo no se presente de forma inconexa y en fragmentos simples sino de modo organizado y coherente; este efecto sedenomina efecto de la información errónea.
Elizabeth Loftus y John Palmer (1983). Proyectaron a estudiantes de la Universidad de Washington una película que muestra un accidente de tráfico para luego preguntarles a los sujetos que habían visto la filmación, o bien “¿A qué velocidad iban los coches cuando se incrustaron uno en el otro?” o “¿A qué velocidad iban los coches cuando chocaron?” Una semana después se les llamó y pregunto si recordaban que en la filmación apareciesen fragmentos rotos del cristal del parabrisas, aunque ningún cristal se había roto en la filmación, pues bien, las personas que fueron preguntadas con el verbo “incrustar” recordaban estos cristales rotos en proporción del doble respecto al otro grupo.
http://www.alezeia.com/PDFs/psicologia/social.pdf