El mundo se congeló en torno a Alfonsa cuando en mayo de 2013 llamó a un funcionario de la DGAIA (Direcció General d'Atenció a la Infància i l'Adolescència de Cataluña) para aclarar el contenido de una carta que había recibido.
--Su hija biológica la está buscando.
--Creo que se equivoca de persona.
--¿Es usted Alfonsa Reinoso...?
-- Sí.
--¿Tuvo un parto el 18 de junio de 1987 en el Instituto Dexeus de Barcelona?
--Sí, pero es un error. Yo di a luz a un niño y murió.
--No señora, fue una niña que vivió y que fue adoptada. Se llama Marina. Como ya le he dicho, la está buscando.
«Me dio una subida de tensión», dice Alfonsa, reviviendo los nervios de aquel día. «Un shock. El funcionario me dio detalles y todo cuadraba. Comprendí que no era un error. Te puedes imaginar cómo me quedé. ¿Cómo se puede encajar algo así? Veintiseis años llorando la muerte de un hijo y de repente está vivo y no es un niño. Increíble».
Sentada en la terraza de su casa con vistas al mar de Barcelona, Alfonsa, hoy una sólida empresaria de éxito de 41 años, se cruza la chaqueta mientras habla para Crónica. A su derecha, su marido, Manuel, le toma la mano con cariño y la mira atento. Ella de reojo mira a su hija Marina y sonríe dulcemente. «Se parece mucho a mí, en cuanto la vi se me fueron todas las dudas».
Porque después de aquella llamada que le ha cambiado la vida a Alfonsa, madre e hija no tardaron en encontrarse. Les aconsejaron mediación familiar, pero ambas lo tenían claro: «Las dos queríamos vernos, no había razón para esperar», dice Marina. Alfonsa asiente. Sólo una semana después del shock, el 17 de mayo pasado, se encontraban en las oficinas de la DGAIA. Marina, con 26 años, desde la ventana vio a una mujer bajarse de un coche. «Es ella», se dijo. «Estaba nerviosísima --reconoce la madre--, no pude dormir. Y en cuanto la vi, llorar y abrazos, abrazos y llorar. No podía ni hablar, la miraba...».
Aún quedaban sorpresas. Marina preparó para Alfonsa un álbum de fotos. «¿Y ésta quién es?», preguntó sorprendida Alfonsa cuando reconoció una cara de mujer en una de las imágenes del álbum. «Es mi madre adoptiva --contestó sin darle importancia Marina--, Cristina Rimbau». Desconcertada, Alfonsa verbalizó su escalofrío: «Es la asistenta social que me llevaba al ginecólogo».
Tres años antes de que robaran a marina, la Dexeus fue célebre porque logró el primer bebé probeta español
Tras el reencuentro en ese mayo llegó, rodando ante la evidencia de lo ocurrido, la denuncia por el secuestro de su hija. Por el robo del bebé. Y no en cualquier hospital. No. Sino en el prestigioso y privado Instituto Dexeus de la capital catalana.
La de Alfonsa puede ser la primera querella de un caso de bebé robado que llegue a juicio oral. Hay mimbres suficientes. Los encausados están vivos en su mayoría, y con buena salud. Algunos pertenecen a familias conocidas de la burguesía y la política catalana. Es el caso de los de Gispert. A Ignasi, hermano de Nuria, actual presidenta del Parlament Catalán y Secretaria de Justicia cuando se produjo el parto, le señalan en las declaraciones que ya se han producido como el hombre que orquestó la adopción junto a su mujer ya fallecida, Teresa Cervelló, relevante jurista que llegó a miembro del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña.
En la denuncia que Alfonsa ha presentado aparece otra de Gispert. En un informe del expediente de adopción de Marina se recoge que «la menor fue entregada, por mediación de la abogada Teresa de Gispert, a sus actuales guardadores, quienes desde el momento de su nacimiento se hicieron cargo de la menor».
Otro de los imputados luce apellidos con hueco en la historia española del siglo XX. Es la doctora Victoria López-Rodó, la mujer que atendió a Alfonsa durante el embarazo (familiar de quien fuera ministro de Franco). Pasó por la comisaría de La Verneda el viernes 17 de enero pasado a prestar declaración como imputada.
Es también la primera vez que se denuncian hechos ocurridos en un centro de referencia internacional en fertilidad humana tan prestigioso como el Instituto Dexeus. Allí se consiguió en 1984 el primer bebé probeta español. La entidad guarda silencio. Ni la hija, ni la madre, ni siquiera el juez que solicitó información del parto en noviembre, han obtenido toda la documentación sobre el nacimiento de Marina, sobre los profesionales que participaron y sobre quien, entidad o persona, se hizo cargo de las facturas. Ocurrió en 1987.
Los genes hablan
De lo que no hay duda es de que el ADN ha confirmado la filiación, y de que la adopción nunca podría haberse realizado dentro de la legalidad tratándose de una menor tutelada por la administración, como era el caso de Alfonsa, que contaba con 15 años cuando dio a luz. Nadie tenía potestad para acceder a esa adopción.
Y Alfonsa tratando de digerir este laberinto y recordando aquel tiempo complicado del primer embarazo. Hacía pocos meses que había cumplido 14 años. Ella y cuatro de sus ocho hermanos, medio abandonados por sus progenitores, fueron tutelados por los servicios sociales y llevados a centros de acogida. La niña Alfonsa, embarazada, fue internada en un centro de monjas de Barcelona, el Santa Eulàlia.
En mayo, nadie sabe por qué, fue trasladada a la Casa de la Jove, un centro de vinculación católica. El mismo día que llegó, una asistente social, que Alfonsa ha identificado ahora como la madre adoptiva de su hija, la acompañó a la Dexeus. Así conoció a la doctora López-Rodó, que le siguió el embarazo. Asegura Alfonsa que en otras visitas fue Mercedes Porrera, la directora de La Casa de la Jove, quien la condujo al ginecólogo. «Desde el principio, la doctora [López-Rodó] me dijo que era un varón y que era un poco pequeño, pero que todo iba bien».
El 18 de mayo, el Tribunal Tutelar de Menores de Barcelona envía notificación a la directora del centro para que Alfonsa «quede retenida a disposición de este tribunal, por lo que no podrá ser entregada a persona alguna, sin previa autorización escrita de este organismo».
Pastillas y un taxi
Pero lo cierto fue que cuando el embarazo contaba 37 semanas prepararon a la joven para llevarla de nuevo a la Dexeus, sin autorización alguna. «La directora me dio dos pastillas para estar tranquila y me las tomé. Cuando llegó el taxi, además de una asistente social, venía el marido de mi hermana Mariana. No hice preguntas. Pensé que a lo mejor tendría que acompañarme alguien de mi familia. Ya no recuerdo nada más, ni siquiera la llegada a la clínica».
Cuando despertó estaba en la cama, molida de dolores. «No había nadie conmigo. En cuanto pude pregunté por mi bebé. Fue la misma ginecóloga López-Rodó la que me informó. Me dijo que el parto había ido mal y que el niño había muerto. Fue horrible. Aquel bebé era lo único que tenía en la vida, mi única familia. Le quería. Fue un golpe muy duro».
Tras darle el alta, una desconsolada niña y madre doliente volvió a la Casa de la Jove. Allí ya no querían tenerla. Tuvo que rogar y explicar que aún tenía los puntos, para quedarse unos días más. Cayó en una larga depresión.
A mediados de julio, y sin sitio a donde ir, la pequeña Alfonsa recurrió a un conocido llamado Manuel, quien ya tenía dos hijos y que, pese a todo, se hizo cargo de su tutela. El tiempo transformó en amor esa amistad. Manuel y Alfonsa se casaron, y ella supo por primera vez lo que era una familia cuando formó la suya. Con Manuel, que desde entonces sigue a su lado, tuvo tres hijos.
Niña y madre
Alfonsa, poco después del parto de su hija. Tenía 15 años cuando la llevaron a la Clínica Dexeus de Barcelona para dar a luz. Estando embarazada fue internada en un centro de monjas. Hoy, felizmente casada y con tres hijos, ha podido añadir al álbum de familia a la hija que le faltaba.
«Todos los 18 de junio los he pasado sola. Para mí eran días tristes. Cuando me quedé embarazada por segunda vez pensé que la criatura me ayudaría a olvidar al hijo que se me murió. Pero no fue así. Mi sufrimiento fue aún mayor, viendo a mi bebé».
Conocer a Marina ha sido también conocer la verdad: que cayó en una trampa. Aunque está encantada por recuperarla, necesita ayuda psicológica. Para la hija, otra verdad dolorosa: que fue robada. Marina intenta reconstruir cómo se produjo su nacimiento. Sus padres adoptivos, que nunca estuvieron casados, se separaron hace tiempo. El padre quiere colaborar. Le ha escrito a su hija un documento explicando lo que sabe, que Alfonsa ha adjuntado a la querella. Relata que después de luchar sin éxito por un embarazo en la Dexeus, «unos amigos nuestros abogados, Ignasi de Gispert y Teresa Cervelló, ya muerta, que ya tenían un niño adoptado, nos dijeron que tenían una vía abierta. Se trataba de una joven menor que estaba embarazada, que quería tener su hijo, pero que, según nos dijeron, no podía ni quería quedárselo... La versión que Cristina (Rimbau) me dio es que una tercera persona se encargaría de ver a la futura madre que residía en una residencia para jóvenes solteras y ayudarla (...). Lo siguiente es que dimos un dinero para cubrir los gastos (...)».
«El 18 de junio fuimos a la Clínica Dexeus. Yo me quedé en la sala de espera y sobre el mediodía apareció Cristina con Marina en brazos, que acababa de nacer. Salimos de la clínica con el coche de unos primos míos».
¿Quién pagó los gastos?
Pero esa adopción era imposible. Nadie podría haber hecho una renuncia legal que permitiera la apertura de un expediente de adopción. Ni Alfonsa, ni la propia administración. Tratándose de menores, habría tenido que tutelar a ambas hasta la mayoría de edad de la madre.
¿Quién pagó los gastos de las consultas y del parto en el prestigioso Instituto Dexeus? ¿Quién consintió su ingreso sin permiso de su tutor legal? ¿Por qué pone en los documentos de la madre «NO INFORMAR» o «ADOPCIÓN» (así, en mayúsculas) escrito a mano? ¿Por qué la directora de la Casa de la Jove, Mercedes Porrera, consintió la salida de Alfonsa contraviniendo la orden del Tribunal Tutelar de Menores? ¿Quién autorizó a la pareja de adoptantes a llevarse a la criatura, como han testificado los primos del padre, con sólo unas horas de vida y no con tres días como marcaba la ley? ¿Por qué Cristina Rimbau pudo inscribir ella misma a Marina, que sería después legalmente su hija adoptiva, en el registro civil con sus propios apellidos y los de su pareja?
Para contestar a estas preguntas el juez Juan Emilio Vila investiga la denuncia de Alfonsa. Ya han prestado declaración muchos testigos e imputados. La ex directora de la Casa de la Jove, Mercedes Porrera, imputada en la causa, aseguró a la Policía que fue Teresa Cervelló, que se presentó como miembro de un reputado bufete de abogados, la que llevó al centro a Alfonsa. También que Cervelló le hizo saber que era cuñada de Nuria de Gispert, a la que Porrera conocía porque había colaborado con la Casa de la Jove anteriormente. Además aseguró que nunca le dio pastillas a Alfonsa y que si la dejó salir, a pesar de la orden del Tribunal Tutelar de Menores, es porque la institución que dirigía era «un centro abierto».
La ginecóloga Victoria López Rodó se jubiló hace un año y se trasladó a una tranquila urbanización a las afueras de Guadalajara. En su declaración aseguró que no fue ella la que informó de la muerte del bebé, que Alfonsa sabía que su hija estaba viva. Para demostrarlo presentó un documento hecho supuestamente 11 años después del parto, en el que se explican los detalles del alumbramiento, pero que, según ella misma reconoce, nunca llegó a las manos de la denunciante.
Por segunda vez, el juez Vila, que ya lo hizo en noviembre, ha ordenado a los responsables de los archivos del Instituto Dexeus, al Tribunal Tutelar de Menores y a la Dirección General de Atención a la Infancia y la Adolescencia (DGAIA) toda la documentación relativa a la tutela de Alfonsa, de su hija, al parto y a los gastos ocasionados por el alumbramiento.
«Quiero la verdad. Nadie tiene derecho a decidir sobre la vida de nadie», afirma Alfonsa. Marina la mira hablar y asiente: «No quiero pensar en lo que nos hemos perdido, prefiero mirar al futuro, pensar en lo que nos queda y aprovechar el tiempo que está por venir».
La búsqueda de Marina ha terminado. Ha encontrado a su madre biológica y a una familia muy amplia en la que ha encajado como la pieza del puzle que faltaba. En el perfil de WhatsApp de Alfonsa Reinoso figuran entre corazones los nombres de tres hijos: Roser, Lucía y Manu. Ahora, tras unos puntos suspensivos ha añadido, junto a un corazón rojo, a Marina, su primer bebé, su hija mayor recuperada 26 años después de su alumbramiento.
FUENTE:
http://www.elmundo.es/cronica/2014/01/26/52e3873f22601d92018b456c.html