El
test de Wada se ha empleado con los enfermos de epilepsia y con
personas que tenían tumores cerebrales a fin de determinar en cuál
de sus hemisferios cerebrales, el derecho o el izquierdo, estaba
localizada la función verbal y la de la escritura antes de
someterlos a algún tipo de intervención quirúrgica para extirparle
el tumor en crecimiento o el tejido cerebral anómalo que causaba sus
ataques epilépticos.
También
se ha empleado en experimentos neuropsicológicos para explorar
los “deseos profundos” del individuo que están subyacentes
en el subconsciente mental, cuya llave de acceso se encuentra en el
hemisferio derecho del cerebro.
Básicamente,
el test consiste en inyectar amytal (amobarbital sódico), un
anestésico, en la arteria carótida izquierda del sujeto de estudio.
Cada hemisferio cerebral tiene su propio sistema vascular, por lo que
resulta muy sencillo anestesiar sólo el hemisferio izquierdo, donde
está localizada en la mayoría de las personas, la función verbal,
la mente lógico-racional consciente y toda la psicomotricidad de la
parte derecha del cuerpo, incluyendo la escritura con la mano
derecha.
Neurocientíficos
y neuropsicólogos han utilizado este test para investigar los
contenidos del subconsciente de sujetos jóvenes.
En estos interesantes experimentos, se les pedía que explicaran
libremente sus preferencias para formarse en una actividad
profesional determinada.
A
nivel consciente, antes del experimento, solían contestar cosas
razonables, como: “Quiero ser abogado, o notario, o gerente, o
ingeniero, o preparar oposiciones para la Administración”. Y si
los neuropsicólogos les preguntaban el porqué de esa elección,
respondían que su vocación era la misma que la de sus padres y que,
por esa razón, estaban estudiando tanto para ir a una buena
Universidad donde cursar esos estudios.
Al
inyectarles amytal y anesteriarles el cerebro izquierdo,
el asiento neurológico de la mente racional consciente y de la
capacidad de expresión verbal, los investigadores podían
preguntarle directamente a la mente subconsciente, más conectada con
el hemisferio derecho del cerebro, sobre sus preferencias
profesionales.
Al
no disponer este hemisferio de la capacidad verbal, los
investigadores hacían la pregunta y luego permitían que el
individuo contestase manualmente a través de la mano izquierda -que
está conectada neurológicamente al hemisferio cerebral derecho-
colocando letras impresas sobre una pizarra como si estuviera jugando
al Scramble o componiendo una sopa de letras.
Con
esta forma de comunicación, los sujetos explicaban, desde su nivel
subconsciente, lo que
de verdad deseaban realizar profesionalmente en su vida adulta,
y las respuestas eran del tipo: “Quiero ser piloto de coches de
Fórmula 1, deportista, piloto de aviones, dibujante de cómics,
fotógrafo, periodista… “. Estas respuestas mostraban un deseo
profundo de formarse y dedicarse a profesiones mucho más creativas y
emocionales.
“Pero
si la mente consciente no podía contestar ni hablar, al estar el
hemisferio izquierdo anestesiado, ¿quién contestó?”, te estarás
preguntando. El tema es interesante, muy interesante. La pregunta que
formulaban los investigadores era percibida y procesada por el
hemisferio derecho del cerebro, que pasaba esa información a todos
los niveles de la estructura personal.
Así
como el cuerpo físico posee una inteligencia instintiva-corporal, la
dimensión
emocional y afectiva también es la expresión de un “ser” con
vida propia, y lo mismo ocurre con la mente. Como el ego no estaba
consciente ni podía pensar racionalmente, ante la pregunta respondía
la “inteligencia” o el “yo” de la dimensión emocional y
afectiva. Y las respuestas estaban relacionadas con “eso” que de
verdad le gustaba al joven y le hacía “vibrar” a nivel
emocional.
Fragmento
del libro “Los emprendedores ante la crisis sistémica”, página
165-166, Autor Fran Martínez
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