viernes, 24 de diciembre de 2010
Emilio Duró - Optimismo e Ilusión
jueves, 23 de diciembre de 2010
TOMÁS DE AQUINO
PLATÓN
Recuperar el sistema inmune envejecido
Descubren un medicamento que restablece el sistema inmunológico envejecido
Garantizará envejecimientos saludables, sin efectos secundarios
Un equipo de investigadores de la Universidad de California en San Francisco (UCSF) ha descubierto que una medicación ya existente, la lenalidomida, puede restaurar elementos del sistema inmunológico cuyo desequilibrio provoca el declive continuo de la inmunidad y de la salud, a medida que envejecemos. Según los científicos, la lenalidomida estimularía la producción de proteínas de las células inmunes y el reequilibrio de dichas proteínas, evitando así el envejecimiento del sistema inmunológico con la edad. El tratamiento, que podría estar disponible en unos años, prolongará la “esperanza de salud” o el tiempo que los individuos permanecen sanos a pesar de envejecer sin efectos secundarios, aseguran los investigadores. Por Yaiza Martínez.
Según publica la UCSF en un comunicado, el medicamento que causa este efecto es la llamada lenalidomida, un derivado de la talidomida que apareció en 2004, y que se emplea para tratar el mieloma múltiple o la lepra.
Los investigadores señalan que dosis extremadamente bajas de lenalidomida pueden estimular las “fábricas” de proteínas de las células del sistema inmune, cuya producción se reduce durante el envejecimiento, así como reequilibrar los niveles de diversas citocinas clave (las citocinas son proteínas del sistema inmune que pueden tanto atacar a virus y bacterias como causar inflamaciones que propicien un declive general en la salud).
De esta manera, la lenalidomida serviría para revertir el declive inmunológico derivado del envejecimiento o envejecimiento del sistema inmunológico o inmunosenescencia, afirman los científicos.
El hallazgo ha sido fruto de un trabajo de años de duración realizado por el especialista en alergias e inmunología, Edward J. Goetzl y sus colaboradores de la UCSF y del National Institute on Aging de Estados Unidos.
Los investigadores han estudiado durante este tiempo los cambios en los niveles de citocinas que se producen con el envejecimiento. Los resultados obtenidos en su investigación han aparecido publicados en la revista especializada Clinical Immunology.
Esperanza de salud
Goetzl afirma que, a partir de los niveles de citocinas en el organismo, se puede hacer una estimación de la “esperanza de salud” de un individuo, es decir, el tiempo de salud física que cada persona puede llegar a disfrutar.
Según Goetzl, “si, a la edad de 50 años, nuestros niveles de citocinas son los mismos que los que teníamos a los 25, probablemente nos mantendremos sanos a medida que envejecemos”.
Por el contrario, si los niveles de citocinas se han reducido a esta edad, hay que hacer algo al respecto. Goetzl afirma que una pastilla de dosis baja sin efectos secundarios podría ser la solución.
En 2009, Goetzl estudió a un grupo de 50 adultos ancianos en el National Institute on Aging, y los niveles de tres tipos de citocinas que éstos presentaban: interleucina 2 (IL-2), IFN-gamma (interferón gamma y interleucina 17 (IL-17).
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Por el contrario, hombres ancianos y mujeres frágiles con niveles incrementados de trastornos inflamatorios y defensas debilitadas contra las infecciones tendieron a presentar niveles bajos de los dos primeros tipos de citocinas, que son protectoras, así como niveles altos de citocinas inflamatorias.
Estos desequilibrios en los niveles de citocinas habían comenzado a finales de la mediana edad, según descubrieron Goetzl y sus colaboradores.
Dosis sin efectos secundarios
A partir de estos descubrimientos, los científicos se pusieron manos a la obra para tratar de encontrar un medicamento que pudiera aumentar los niveles de IL-2 y de IFN-gamma, pero que no tuviera efecto alguno o muy bajo en la IL-17.
“Nuestro objetivo era encontrar una terapia que no sólo funcionara sino que, además, pudiera suministrarse a una dosis que no implicase efectos secundarios”, explica Goetzl.
Los científicos se centraron en tres clases de medicamentos, entre los que se encontraba la lenalidomida. Introducido por vez primera en los años 50 del siglo pasado en el mercado mundial, este medicamento fue retirado en 1961, tras demostrarse que había causado defectos graves en los fetos de las madres que lo habían tomado para reducir sus náuseas durante el embarazo.
En los últimos años, sin embargo, se ha descubierto que la lenalidomida resulta efectiva como complemento al tratamiento de ciertos tipos de cáncer, como el mieloma múltiple o los tumores de riñón, así como para la lepra, a dosis de entre cinco miligramos y 20 miligramos por día. Estos tipos de cáncer están relacionados con una disminución en la IL-2, la citocina que Goetzl y su equipo habían vinculado al declive del sistema inmunológico durante el envejecimiento.
Los investigadores probaron la lenalidomida en ancianos sanos, que fueron agrupados por raza, sexo y nacionalidad, y también en un participante adulto sano y joven. Descubrieron así que niveles extremadamente bajos de lenalidomida (0,1 μM) propiciaban una producción siete veces mayor de IL-2 en personas de entre 21 y 40 años, y una producción 120 veces mayor de IL-2 en pacientes de más de 65 años.
Esto permitió que las personas de más de 65 años recuperasen los niveles de IL-2 que tenían en su juventud, durante un máximo de cinco días. A esta misma dosis, el fármaco también aumentó seis veces los niveles de IFN-gamma en los ancianos, sin suprimir la generación de IL-17.
También efecto en las células T
Los investigadores descubrieron que la lenalidomida proporcionó efectos beneficiosos también para lascélulas T o linfocitos T (responsables de coordinar la respuesta inmune celular) de los ancianos participantes en el estudio: gracias al medicamento, las células T migraron mejor por el organismo y presentaron una supervivencia mayor después de defender al cuerpo contra infecciones, explican.
Goeztl y sus colaboradores planean realizar pruebas clínicas a gran escala con lenalidomida en 2011, para probar la eficacia del medicamento, y esperan que éste tenga una amplia disponibilidad en unos años.
Valérie Tasso
Gen de la Infidelidad
Científicos suecos descubren un gen vinculado a la infidelidad masculina
El actor fallecido Heath Ledger, en una escena de la película 'Casanova'. (Foto: Doane Gregory)
ESTOCOLMO.- Ahora parece ser que la culpa de la infidelidad de los hombres la va a tener un gen, el alelo 334, que gestiona la vasopresina, una hormona que se produce naturalmente, por ejemplo, con los orgasmos, según un estudio del Instituto Karolinska de Estocolmo.
De ahí que los hombres dotados de esta variante del gen sean peligrosos para una relación estable -algunos y algunas ya lo sabían por experiencia-, pero ahora lo ha constatado el estudio de los científicos suecos.
Si los cuernos siempre han tenido excusas, a partir de ahora hay una que cuela: "Cariño, la culpa la tiene el alelo". Y es que el alelo 334 se encarga del receptor de la arginina vasopresina, que es una hormona básica y que está presente en el cerebro de la mayoría de los mamíferos, según esta investigación.
El descubrimiento radica en que "es la primera vez que se asocia la variante de un gen específico con la manera en que los hombres se comprometen con sus parejas", explicó Hasse Walum, del Departamento de Epidemiología Médica y Bioestadística del Karolinska y uno de los responsables de la investigación.
El análisis se llevó a cabo durante al menos cinco años con parejas heterosexuales -más de 1.000, de las cuales 550 eran gemelos- que confesaron en test psicológicos si se sentían felices, cómo era su convivencia, si reían o besaban a menudo y sobre el futuro de su relación.
Y el resultado fue que los hombres con el alelo 334 -dos de cada cinco en este estudio- afirmaron tener lazos menos fuertes con sus esposas y, además, éstas reconocieron que se sentían menos satisfechas con sus cónyuges que las que se casaron con hombres sin esta variante genética.
Se da la circunstancia -revelada por el estudio- de que los hombres 'dotados' con dos copias del alelo 334 han tenido en su vida más crisis de pareja y sus esposas afirmaron que están más insatisfechas.
Walum indicó que la influencia de los niveles de la hormona vasopresina y las relaciones sociales es "modesta" e insuficiente para predecir de forma exacta el comportamiento futuro de un hombre en una relación de pareja, ya que ahí intervienen otros factores socioculturales.
La promiscuidad de los hombres
Los hombres con el alelo 334 "no significa necesariamente que estén menos capacitados para el amor, sino que se trata más bien de una limitación en la capacidad social", matizó Wallum. Aunque, según el científico, esto no equivale a estar "condenado" a fracasar en una relación de pareja, pero sí a que aumente la probabilidad de que ocurra y de que sea más infiel.
La investigación sobre la promiscuidad masculina comenzó con un estudio sobre el comportamiento de los ratones de campo machos, que son monógamos según sea la recepción de la vasopresina en su cerebro.
El receptor de esta hormona está conectado con el sistema de recompensas del cerebro, de modo que se muestran un estado positivo cada vez que tratan con una ratón hembra de campo y se aparean.
Esto que les pasa a estos ratones se parece mucho a los hombres, pero según los científicos del Karolinska -donde cada año se elige el ganador del Nobel de Medicina- es tan sólo una especulación.
Este hallazgo, más allá de excusar a los hombres infieles, se prevé que servirá en un futuro para ayudar en la investigación de patologías caracterizadas por presentar dificultades en las relaciones sociales como el autismo o la fobia social, indicó el investigador.
Fuente: elmundo.es
miércoles, 22 de diciembre de 2010
La Ciencia del Sex Appeal
El secreto de los sexos: El Amor (BBC)
martes, 21 de diciembre de 2010
Schrodinger: vida y obra
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La inteligencia emocional aumenta a partir de los 60 años
Las personas mayores son más capaces de ver el lado positivo y de empatizar, revela una investigación
Las personas mayores son más capaces que las personas jóvenes de verle el lado positivo a las situaciones adversas y de empatizar con los menos afortunados, revela una serie de estudios realizados por un equipo de psicólogos de la Universidad de California en Berkeley. Los resultados obtenidos en esta nueva investigación respaldan la teoría de que la inteligencia emocional y las habilidades cognitivas realmente pueden agudizarse a partir de los 60 años de edad. Por Yaiza Martínez.
Dirigidos por el profesor de psicología Robert Levenson, los investigadores llevan un tiempo analizando cómo las estrategias y respuestas emocionales del ser humano se van transformando a medida que cumplimos años.
Más inteligencia emocional
Hasta ahora, los resultados obtenidos por Levinson y sus colaboradores respaldan la teoría de que lainteligencia emocional (entendida como la capacidad para reconocer sentimientos propios y ajenos, y la habilidad para manejarlos) y las habilidades cognitivas realmente pueden agudizarse a partir de los 60 años de edad.
Estos avances cognitivos supondrían una ventaja para las personas mayores, tanto en medios laborales como en las relaciones personales, publica la Universidad de Berkeley en un comunicado.
Según Levenson parece que “el propósito principal de las últimas etapas de la vida estuviera orientado hacia las relaciones sociales, hacia el cuidar a otros y el ser cuidados por otros”.
El investigador afirma que: “es como si la evolución hubiera afinado nuestro sistema nervioso de manera favorable a este tipo actividades interpersonales y compasivas, a medida que envejecemos”.
Técnicas emocionales
En el primero de los estudios realizados por los científicos fueron analizados 144 adultos sanos de alrededor de 20 años, de entre 40 y 50 años, y de entre 60 y 70 años.
Concretamente, los investigadores estudiaron hasta qué punto estas personas eran capaces de aplicar diversas técnicas emocionales, conocidas como “valoración distanciada”, “revaluación positiva” y “supresión del comportamiento”, mientras veían ciertas imágenes.
Dichas imágenes fueron escenas de la película “21 gramos”, en las que una madre se enteraba de la muerte de sus hijas en un accidente de coche; y de la película “The Champ”, en la que un muchacho ve morir a su mentor después de un combate de boxeo.
Asimismo, los participantes también vieron escenas repugnantes de un programa de televisión llamado “Fear Factor”, en el que los concursantes deben superar sus miedos para enfrentarse a pruebas muy duras, como comer arañas.
Para medir la capacidad de aplicar la “valoración distanciada”, se le pidió a los 144 voluntarios que, ante todas estas imágenes, adoptaran una actitud objetiva, no emocional. Para analizar su capacidad de “revaluación positiva”, se les dijo que se centraran en los aspectos positivos de lo que estaban viendo. Y, para medir el “comportamiento suprimido”, se les indicó que no mostraran emoción alguna.
Los resultados de este primer estudio fueron los siguientes: las personas mayores del grupo fueron las mejores reinterpretando las escenas negativas de manera positiva, es decir, en la aplicación de la técnica de revaluación positiva.
Los participantes más jóvenes o de mediana edad, por su parte, fueron mejores utilizando la técnica de valoración distanciada, por desvío de la atención de las imágenes desagradables.
Esta estrategia es posible gracias a la “función ejecutiva” del área prefrontal del cerebro (responsable de la memoria, la planificación y el control de impulsos), una función que se sabe disminuye a medida que envejecemos.
Los tres grupos de voluntarios estuvieron igualados en el uso de la técnica de supresión del comportamiento, para evitar cualquier respuesta emocional.
Los investigadores afirman que estos resultados, publicados por la revista especializada Psychology & Aging sugieren que las personas mayores están mejor preparadas para utilizar la revaluación positiva para afrontar las situaciones estresantes.
Mayor tristeza e intimidad
En un segundo estudio, cuyos resultados aparecieron publicado el pasado mes de julio en la revista Social Cognitive and Affective Neuroscience, los científicos aplicaron métodos similares para probar cómo se modifica nuestra sensibilidad a la tristeza a medida que envejecemos.
En este experimento, a 222 adultos sanos de entre 20 y 30 años; de entre 40 y 50 años y de alrededor de 60 años se les dispuso a ver videos que fomentaban la tristeza, el disgusto o un estado neutro.
En este caso, los participantes mayores mostraron, en comparación con los más jóvenes, mayor tristeza frente a las escenas emotivas, según reflejaron los sensores que se les habían colocado para medir sus reacciones fisiológicas ante las imágenes.
Según los científicos, en la etapa final de la vida, la gente toma perspectivas distintas y adopta objetivos diferentes, más centrados en las relaciones personales. Esta actitud tiene como efecto el de estar más sensibles a la tristeza, dado que la capacidad para compartir la tristeza aumenta el grado de intimidad en las relaciones.
Al contrario de lo que cabría esperar, esta elevada sensibilidad a la tristeza no pudo relacionarse, en el contexto del estudio, con un riesgo mayor de padecer depresión, sino que resultó ser un marcador de salud.
Según Levenson, la tristeza puede ser una emoción particularmente significativa en la última etapa de la vida, dado que en esta etapa nos enfrentamos inevitablemente a experiencias de pérdida, y también a la necesidad de dar consuelo a otros.
Regulación emocional
Los resultados de estos estudios son consistentes con los de otro estudio reciente, llevado a cabo por especialistas de la Universidad de Purdue, que reveló que las relaciones personales mejoran en la vejez gracias a, entre otras razones, una mayor capacidad de regulación emocional por parte de los individuos.
Otro estudio anterior, realizado en 2008 por científicos de la Universidad de Tejas en Austin, reveló asimismo que el ser humano tiende a ser más feliz en la vejez que en la juventud, porque, con la edad, el tono de las emociones pasa de negativo a positivo.
El sistema inmunológico fetal es distinto al sistema inmune adulto
El primero tolera los agentes externos y se vuelve defensivo sólo al final del embarazo
Un equipo de investigadores de la Universidad de California en San Francisco (UCSF) ha demostrado por vez primera que el sistema inmune de los fetos humanos procede de una fuente completamente distinta a la del sistema inmunológico adulto, y que tiende más a tolerar las sustancias extrañas de su entorno que a luchar contra ellas. Este descubrimiento podría ayudar a comprender mejor cómo responden los recién nacidos tanto a infecciones como a vacunas o cómo se desarrollan las alergias infantiles. Por Yaiza Martínez.
Según publica la UCSF en un comunicado, este descubrimiento podría ayudar a comprender mejor cómo responden los recién nacidos tanto a infecciones como a vacunas o cómo se desarrollan las alergias infantiles.
Asimismo, el hallazgo tal vez permita explicar ciertos enigmas, como por qué muchos hijos de madres enfermas de SIDA no se infectan con el VIH antes de nacer.
Sistemas opuestos
Hasta ahora, se había creído que el sistema inmune fetal e infantil era, simplemente, una forma inmadura del sistema inmunológico adulto, que respondía de manera distinta a éste debido a su escasa o nula exposición a las amenazas del entorno.
Esta nueva investigación ha descubierto, sin embargo, un sistema inmunológico en fetos de mitad de gestación completamente distinto al sistema inmune adulto, y además derivado de un conjunto diferente de células madre.
Según explica Joseph M. McCune, profesor de la división de medicina experimental de la UCSF y coautor del estudio: “en el feto hemos encontrado un sistema inmune cuya labor es enseñar al feto a ser tolerante con cada cosa con la que entra en contacto, incluida su madre y sus propios órganos. Después de nacer, surge un nuevo sistema inmune a partir de otras células madre distintas, que trabaja luchando con cualquier elemento extraño”.
Anteriormente, McCune y su equipo habían descubierto que el sistema inmune fetal era altamente tolerante a células extrañas al propio organismo, y habían teorizado que este hecho evitaba que los fetos rechazasen las células de sus madres durante el embarazo, así como sus propios órganos a medida que éstos se desarrollan.
El sistema inmune adulto, por el contrario, está programado para lo opuesto: atacar cualquier elemento ajeno. Esta característica permite al cuerpo luchar contras las infecciones, pero también es la causante del rechazo de órganos transplantados.
En investigaciones previas, los científicos habían atribuido la tolerancia del sistema inmunológico fetal, al menos en parte, al extremadamente alto porcentaje de células T reguladoras o linfocitos T reguladores presentes en dicho sistema.
Se sabe que estas células suprimen efectivamente la activación del sistema inmunitario y, por tanto, provocan una respuesta tolerante ante agentes externos. Hacia la mitad de la gestación, los fetos presentan aproximadamente tres veces la frecuencia de células T reguladoras que los recién nacidos o los adultos.
McCune y sus colaboradores comenzaron a evaluar si las células inmunes de los fetos eran más propicias a convertirse en células T reguladoras. Para ello, purificaron las llamadas “células T naive” (células nuevas que nunca han sido expuestas a agentes externos) tanto de fetos que habían alcanzado la mitad de la gestación, como de adultos.
Después, pusieron todas las células en contacto con células extrañas, algo que un sistema inmunológico adulto normal provoca una respuesta inmunológica inmediata.
De esta forma, descubrieron que un 70% de las células fetales fueron activadas con esta exposición, en comparación con sólo el 10% de las células adultas. Este hallazgo refuta la noción previa de que las células fetales no reconocen a los “invasores”.
A pesar de la respuesta de estas células, más del doble de células fetales se convirtieron en células T reguladoras, lo que demuestra que, además de sensibles a la estimulación externa, las células fetales tienden a responder a los agentes extraños con tolerancia, explican los científicos.
De células madre distintas
Después de esto, los científicos pasaron a clasificar las células en función de su expresión génica (proceso por el que los organismos transforman la información codificada en los ácidos nucleicos en las proteínas necesarias para su desarrollo y funcionamiento), esperando ver expresiones de genes similares en los dos grupos de células estudiados.
En realidad, lo que descubrieron entonces es que ambos grupos eran muy diferentes, y que miles de sus genes divergían entre las dos líneas celulares. Cuando utilizaron células madre productoras de sangre para generar nuevas líneas de ambos grupos de células, se produjo la misma divergencia.
De esta forma, los investigadores se dieron cuenta de que, de hecho, hay dos tipos de células madre productoras de sangre: un tipo se encuentra en los fetos y da lugar a células T tolerantes, y otro tipo se encuentra en los adultos, y producen células T que atacan.
El porqué de esta diferencia, y por qué el sistema inmune cambia a la versión adulta durante el tercer trimestre de embarazo, son cuestiones que siguen sin respuesta.
En futuros estudios, los investigadores intentarán determinar con mayor precisión cuándo ocurre la transformación del sistema inmunológico y por qué; y también si los niños nacen con una gama de proporciones de sistemas inmunológicos fetal y adulto, lo que podría modificar la manera en que se está vacunando a los recién nacidos o el tratamiento que se les aplica para enfermedades como el VIH. Los investigadores han publicado sus descubrimientos en la revista Science.