lunes, 27 de julio de 2009

Distorsiones Cognitivas: Conclusiones Apresuradas (5).

Usted puede apresurarse a sacar arbitrariamente una conclusión negativa que no está justificada por los hechos de la situación planteada. Dos ejemplos de esta actitud son “la lectura de pensamiento” y “el error del adivino”.

LECTURA DEL PENSAMIENTO. Usted supone que otras personas le desprecian, y está tan convencido de esto que ni siquiera se toma la molestia de comprobarlo. Suponga que está pronunciando una excelente conferencia y nota que un hombre sentado en la primera fila está cabeceando. Ese hombre ha estado casi toda la noche en pie, de juerga, pero usted, desde luego, no lo sabe. Usted podría experimentar el pensamiento siguiente: “Este público piensa que soy aburrido”.

Suponga que un amigo pasa a su lado por la calle y no lo saluda porque está tan absorto en sus pensamientos que no lo ve. Usted podria llegar a la siguiente conclusión errónea. “Me ignora, así que ya no debo caerle bien”.

Tal vez su cónyuge no está receptivo una noche porque ha recibido una crítica en el trabajo y está muy molesto como para querer hablar de ello. A usted se le cae el alma a los pies por la manera que interpreta el silencio: “Está enfadado conmigo. ¿Qué es lo que hice mal?”

Tal vez usted responda a estas reacciones negativas imaginarias retrayéndose o contraatacando. Esta conducta contraproducente puede actuar como una profecía que se cumple a sí misma e iniciar una interacción negativa en una relación cuando en el fondo no pasaba nada.

EL ERROR DEL ADIVINO. Es como si tuviera una bola de cristal que sólo predijera tristeza. Usted imagina que va a suceder algo malo, y toma esta predicción como un hecho aun cuando no sea realista.

La bibliotecaria de una escuela secundaria se repetía a sí misma durante sus ataques de ansiedad: “Me voy a desmayar o volverme loca”. Estas predicciones no eran realistas porque ella nunca se había desmayado (¡ni vuelto loca!) en toda su vida. Ni tenía ningún síntoma grave que sugiriera una inminencia locura.

En una sesión de terapia, un médico que padecía una aguda depresión me explicó porqué abandonaba su profesión: “Me doy cuenta que estaré deprimido toda la vida. Mi aflicción, seguirá y seguirá, y estoy absolutamente convencido de que este tratamiento o cualquier otro están destinados al fracaso”. Esta predicción negativa sobre su pronóstico le hacía sentir desesperanzado. La mejora que experimentaron sus síntomas poco después de haber empezado la terapia indicó cuán desacertada había sido su profecía.

¿Usted siempre se apresura a sacar conclusiones como las expuestas en el párrafo anterior? Suponga que telefonea a un amigo que no le devuelve la llamada después de un tiempo razonable. Usted entonces se siente deprimido cuando se dice a sí mismo que probablemente su amigo recibió el mensaje pero no mostró interés alguno en llamarlo por teléfono. ¿Cuál es su distorsión? Leer el pensamiento de los demás. Usted se amarga y decide no volverlo a llamar y averiguar qué pasó, porque se dice a sí mismo: “Va a pensar que soy un pesado si lo vuelvo a llamar. Me voy a poner en ridículo.

A causa de estas predicciones negativas (el error del adivino), usted evita a su amigo y se siente humillado. Tres semanas después se entera que su amigo no había recibido el mensaje. Resulta que todo aquel lío fue sólo un cúmulo de tonterias autoimpuestas. ¡Otro doloroso producto de la magia de su mente!.







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