CAP. IX MISION RESCATE
¿Te has enamorado de alguien que necesita tu ayuda para salir adelante?
¿Te sientes responsable de la curación de la persona a la que amas?
¿Tienes miedo de la catastrofe que podría ocurrir si abandonas a tu pareja?
¿Justificas su situación con argumentos como “lo único que necesita es cariño?
¿Crees que por entregarle apego y paciencia van a cambiar sus defectos?
Cuando comentas las rarezas de su pareja con alguien ¿lo haces para que te animen a seguir adelante porque tienes la esperanza de albegar sospechas infundadas?
La unión de dos personas sólo tiene sentido si es creativa y contribuye al crecimiento de cada uno. En la pareja humana, las disputas más agrias se producen cuando una de las partes, o ambas, siente que sus lagunas de personalidad quedan al descubierto, cuando la unión se embebe de problemas que no se resolvieron a tiempo, cuando el crecimiento o desarrollo de uno de los amantes depende de la colaboración incondicional del otro. En general, la ceguera que se padece en los comienzos del amor, o se corrige, o concluye con frecuencia en un desastre que hubiera podido evitarse.
Por supuesto, resulta muy duro romper con la persona amada en el comienzo de la relación, al detectar un síntoma de alarma y sin que haya transcurrido tiempo suficiente para comprobar si se hace bien o mal. No obstante, es peor todavía abandonar la unión tras un período dilatado de rodaje, por un motivo que pronosticaron familiares y amigos, es decir, todos menos el afectado. La herida que produce la primera ruptura se cura con facilidad; en cambio, la separación tras varios años de convivencia atroz deja una huella profunda, dolorosa, que dura muchos años y es difícil de olvidar.
¿COMO AYUDAS A TU PAREJA EN LOS MOMENTOS CRÍTICOS?
Cuando una persona describe lo que busca en el ser amado, casi siempre menciona, entre otros requisitos, el siguiente: “Que esté a mi lado en los momentos difíciles”. Puesto que la vida nunca es sencilla y siempre aporta reveses importantes, resulta muy consolador saber que tenemos alguien cerca, dispuesto a tendernos una mano generosa que alivia el dolor, que proporciona un soplo de fuerza cuando el animo desfallece. Al mismo tiempo, y como recompensa, nosotros, tambien estamos dispuestos a ayudar al amado cuando lo necesita. La pareja que consigue mantener y ajustar este equilibrio, donde cada uno conoce la disponibilidad del otro en los momentos difíciles, suele disfrutar de una unión feliz y duradera.
Por el contrario, el pronóstico resulta nefasto cuando uno de los amantes se une a una persona que no vive ni deja vivir, tolera que el otro se halle en permanente estado de crisis, soporta con estoicidad sus extravagancias y suple constantemente su falta de madurez.
La forma en que la pareja se ayuda mutuamente en los momentos crítico marca la diferencia entre la relación sana y la operación rescate. Por ejemplo, si de pronto necesitas auxilio por razones económicas, laborales o de salud, ¿cómo se porta tu pareja contigo? Si es tu compañero quien padece un serio problema, ¿de qué manera le ayudas?: le consuelas, animas y apoyas; o, por el contrario, te lanzas a resolver el entuerto en su nombre. Cuando sufre una pérdida económica, ¿analizas si es consecuencia de un desafortunado pero ocasional negocio, o si por el contrario se trata de algo habitual dada su predisposición a apostar, fantasear sobre sus habilidades financieras, o gastar el dinero sin control?
Cuando tu pareja solicita tu ayuda, es fundamental que averigues como y porque se ha metido en ese lio, si es la primera vez que ocurre algo similar, cómo pretende resolverlo y el esfuerzo que está poniendo en ello. El amor se convierte en una operación de salvamento cuando uno de los amantes decide proteger a su pareja de su imprudencia e inmadurez. Los tipos de conducta descritos a continuación explican el comportamiento característico de una persona cuya misión principal es la de salvar a su descarriado amante.
SINTOMAS DE LA CONVIVENCIA-RESCATE
Tienes intención de aliviar la insania, agresividad, temeridad, o extravío de tu amado con paciencia, tolerancia o aliento.
En tu relación prevalece un sentimiento de culpa: no abandonas a tu pareja porque no soportas la idea de herirla o dejarla en lo que tú consideras un total desamparo.Siempre adoptas en el papel de padre o madre para ofrecer el apoyo que según tú, la otra persona no obtuvo de sus progenitores: le resuelves problemas, das consejos y diriges su vida y ofreces una ayuda incondicional.
Siempre toleras, niegas o justificas la excentricidades de tu amado como jamás lo harías con un amigo, familiar o compañero de trabajo.
No tienes en cuenta lo que pueda herirte la conducta de tu pareja; le perdonas cada vez que repite sus errores y confias en sus promesas de cambio.
Evitas cualquier gesto de contrariarle.
Te has enamorado de alguien con adicciones en terreno físico, emocional o financiero que pretende solucionar con cariño y aguante.
Siempre le crees cuando te dice que nadie en el mundo le entiende como tú. Por este motivo, escuchas durante horas una retahila machacona de los mismos problemas, de los que se siente victima y que, por cierto, jamás intentan resolver.
Aparcas tu vida peresonal, lo que te gusta y deseas, para dedicarte por
entero a las demandas y caprichos de tu pareja.
Siempre proteges a tu pareja de las consecuencias nefastas de su conducta; por ejemplo, si por falta de madurez no asume sus responsabilidades, mientes a su jefe con excusas que justifiquen por qué no ha ido a la oficina, pagas sus facturas, le acompañas a las citas que, de otra forma olvidaría...
Te sientes importante por el solo hecho de saber que tu ayuda es esencial; sin ella tu amante se hundiría en un caos total. Te necesita.
Tu autoestima se alimenta al comprobar los sacrificios que eres capaz de realizar.
Te llena de satisfacción saber que tu pareja está en deuda contigo.
¿POR QUE UNA OPERACIÓN DE RESCATE JAMÁS FUNCIONARÁ?
Como se ha leído a lo largo de las páginas de este libro, los problemas nunca se solucionan cuando dejamos que otro los resuelva por nosotros. El ser humano madura cuando aprende de sus propios errores, sabe esquivar el infortunio, tiene voluntad de mejorar en todos los terrenos de su vida, y se enfrenta al contratiempo con inteligencia y decisión.
Por supuesto, cualquier propósito de mejoría exige empeño, ocasiona múltiples desvelos y acaso tambien dolor; muchas veces erramos en el intento de superación, pero las equivocaciones nos enseñan ha sortear nuevos obstáculos. Solucionar un problema de manera voluntaria, antes de que la persona se vea obligada a afrontarlo por las circunstancias, significa esforzarse hoy y sufrir ahora para obtener una gratificación futura.
Todo el mundo está de acuerdo en afirmar que los padres sobreprotectores no hacen un favor a sus hijos. Por el contrario les convierten en seres dependientes, inválidos de capacidad, e incompetentes a la hora de solucionar cualquier tropiezo. La protección excesiva o el rescate permanente proporcionan al afectado la sensación de que los problemas se esfuman y desaparecen solos.
De la misma forma, cuando te embarcas en una relación con intención de rescatar a tu pareja, no la estas ayudnado; por el contrario, tu misión de rescate sólo consigue:
Hacer que se sienta controlado. Pretendes convertirla en una persona distinta de como es, deseas que te necesite, apuntalas su vida y, de paso, la dejas bien claro que siempre estará en deuda contigo.
Estimular su comportamiento destructivo. Tu conducta atenta y benefactora embota su deseo de mejorar, logra que se sienta cómoda con la situación, y le induce a consolarse echando la culpa de cada problema a otra persona o a determinadas circunstancias sociales que no sabe y no desea dominar.
Es muy facil señalarme con el dedo y decir: “Eres un drogadicto”. Pues, entérate, consumo drogas, porque me dejó de lado, y ahora mi novia amenaza con abandonarme. ¿Cómo quieres que deje las drogas? Si ella estuviera conmigo, tendría un motivo para no andar flipado todo el dia. Mi novia y mis padres tienen la culpa de que yo tome drogas. ¡No me ayudan!
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Incapacitar más todavía cualquier intento de cambio. La persona problemática, a la que se pretende salvar, exhibe un vocabulario donde predominan los términos no puedo; no es mi culpa, prefiero morirme. En general, carece de voluntad y capacidad de decisión, su conducta está totalmente dirigida por fuerzas exteriores y, sobre todo, no suele reconocer qu etiene problemas, o deja que su pareja los solucione. Por tanto, aunque prometa que va a cambiar, no lo hará, encontrará múltiples excusas y justificaciones que le amparen, transmitirá a su alrededor una responsabilidad que no le corresponde, le escupirá en la cara que es egoísta, que no le ayuda, y, por supuesto, no modificará su conducta ni un ápice hasta que toque fondo, es decir, se encuentre solo, abandonado por todos y no tenga más remedio que salir adelante sin ayuda.
PERSONALIDAD DEL PROTECTOR
Los especialistas clasifican la personalidad redentora en cuatro categorias, en función de la recompensa que el salvador espera recibir, consciente o inconscientemente, a cambio de su paciencia, amparo y protección.
Individuos que contemplan el amor como un abnegado sacrificio. Se enamoran de quienes necesitan cuidados y protección, tienen el sublime propósito de aliviar la debilidad, la fragilidad o la herida de su amado, cosa que hacen con gesto generoso y comprensión benévola. A cambio de su noble entrega, reciben la satisfacción de saberse útiles, persiguen el crecimiento espiritual y además les gusta sentir que su presencia es necesaria. Esta personalidad suele coincidir con las personas que se enamoran de un inválido o un enfermo a quien cuidan con devoción.
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Individuos que tienen tendencia a controlar a los demás. Por este motivo suelen enamorarse de alguien inferior, dependiente, adicto, inseguro y que precisa de su ayuda para salir adelante. En este caso la misión de salvación se ampara en la deuda que el amante problemático contrae con la persona que le auxilia y le apoya. El rescatador siente placer específico al saber que su pareja le debe la vida y que, por tanto, le adeuda respeto y adoración.
Generalmente, pretenden cobrar su recompensa de una manera indirecta, por ejemplo, le presta dinero o dirige su vida para garantizarse el apego de su problemático amante. Cada acto de rescate lleva impreso un mensaje que transmite superioridad: “Soy mejor que tu, ¡aqui tienes dinero!, ¿ves cómo me necesitas?”
El conflicto surge cuando el amante no entiende las cosas de la misma forma que el salvador, no muestra signos de gratitud, considera que su pareja continúa a su lado porque ¡Algo bueno debo tener! ¿no? Nadie le obliga a ayudarme, lo hace porque me quiere, y si me quiere es por algo. Por supuesto, este sujeto no se deja controlar fácilmente, emplea todo tipo de artimañas para salirse con la suya, y consigue esquivar los ultimatums que recibe de su amante mediante la postura sumisa y falsas promesas de cambio: “Sòlo necesito que me prestes dinero una vez más, mi amor, te juro que será la última vez, te quiero más que a nada en el mundo. Ya verás cómo todo va a ser maravilloso entre nosotros”.
Individuos que huyen de su propia vida. Utilizan los problemas ajenos para no pensar ni resolver los suyos propios. Este tipo de rescatador suele dedicarse a las misiones de salvamento tras un desafortunado acontecimiento: la muerte, la enfermedad, el abandono o el disturbio emocional de un progenitor o hermano, qu ele produce intenso dolory sacude su manera de entender la vida.
Por ello, y casi siempre de forma inconsciente, decide rescatar a los demás como no pudo hacer hacer con su padre o madre. A partir de esete momento, su objetivo primoridial es orientar el extravío del prójimo; rechaza cualquier tipo de alimento que nutra sus necesidades y deseos personales, adquiere una postura dadivosa, le cuesta trabajo pedir lo que quiere, no sabe cómo hacerlo, y además suele evitar mirar dentro de sí porque teme encontrar una herida abierta que todavía sangra demasiado.
Para aliviar la pena interna, decide no pensar en ella y se embarca en proyectos de riesgo, que absorvan su mente y sus dias, con los que no tenga tiempo para recordar lo que desea enterrar. Adopta un comportamiento autosuficiente, aparenta fuerza y seguridad, suele tener respuestas para todo, y espera obtener de su pareja la recompensa de una curación que, por desgracia, casi nunca llega.
Individuos con adicciones. Este grupo abarca a la personalidad codependiente, es decir, al individuo adicto a personas con adicciones, alcohol, violencia, ludopatía, trastornos alimentarios, o sexuales. La diferencia fundamental entre esta personalidad y las anteriores es que el codependiente alimenta deliberadamente el extravío de su pareja, por ejemplo, se recorre los tuburios que haga falta para conseguirle a su amado el mejor “polvo de angel” que exista.
La persona codependiente comienza a serlo en su hogar, al abrigo de sus padres. Posiblemente ayudaba a papá a buscar las botellas que mamá escondía; acaso presenciaba las descomunales comilona que engullía mami, y luego montaba guardia para que ningún intruso apareciera justo cuando su querida madre estaba vomitando. De esta manera, aprende a confundir la palabra amor con el término complicidad de secretos, y; como consecuencia siente una atracción incontrolada por la gente que juega a lo prohibido.
Los terapeutas han observado que cuando la persona adicta decide someterse a una cura de deintoxicación, su amante codependiente no sabe bien a qué atenerse, se siente desplazado, sin un objetivo claro en su vida de pareja. Ahora que su amorcito no tiene secretos, ya no necesita a alguien que le ayude a ocultarlos. Acostumbrada a tratar con gente irresponsable, inmadura y adicta, ahora su amado ha decidido trabajar sin ayuda y paralizar cualquier gesto que delate irresoponsabilidad. Por este motivo y, por lo general, de manera inconsciente, la persona codependiente suele incitar una recaída, o tambien puede que jamás permita una tentativa de curación.
SEGURO QUE AL TENER UN HIJO SE VERA OBLIGADO A MADURAR
He aquí el recurso más inadecuado, injusto y miserable de todos: tener un bebé para que se encargue de sanear los vicios de su papá/mamá.
Trae un hijo al mundo y bríndale una situación emocional estable, un hogar seguro, un amor infinito e incondicional. Asegúrate de que ambos progenitores tenéis interés, madurez y preparación par dar a vuestro hijo toda la atención que merece y, de este modo, ofrécele protección, ternura, educación, apoyo, ejemplo, alimento, y cuidados sin límites.
Sin embargo, no traigas un niño al mundo para que resuelva tus necesidades o redima defectos; ni le cargues con la responsabilidad de un milagro capaz de curar adicciones, disturbios, enfermedades y desagarros. La procreación no tiene relación alguna con tus conflictos personales, sí, en cambio, con las necesidades del niño.
Los profesionales se cansan de repetir que la conducta de los padres marca profundamente el carácter y la personalidad de sus hijos. Nuestros progenitores nos esculpen, trazan el camino que habremos de pisar y a ellos se debe en gran parte lo que somos, hacemos y sentimos. Por este motivo, la mujer que se plantea concebir un hijo para lograr que su pareja madure, sólo conseguirá victimizar a su hijo. Mientras el padre decide aprender a ser mayor, cosa que posiblemente no ocurrirá nunca, el niño no tomará el biberón a tiempo, ni obtendrá la protección que realmente necesita, no se le tolerará que llore de noche, ni se le cuidará debidamente cuando se ponga enfermo. Recibirá un ejemplo deplorable y, quizá de paso, alguna que otra paliza injusta, ya que mientras su padre aprende a madurar, se pone nervioso y calma su enfado con quien tiene más a mano, es decir, su propio bebé.
LA VERDAD SOBRE LA MISIÓN RESCATE
Cuando te unes a una persona con intención de salvarla, no importa el esfuerzo que hagas, ni los sacrificios que cometas o lo imprescindible que pretendas ser. La cruda realidad es que no llevas la riendas de la relación. Por mucho que te sorprenda, estás bajo el dominio de tu amante adicto, vago, irresponsable, enfermo o victima de eternas injusticias. Él te ha escogido precisamente porque no le exijes que haga algo para equilibrar la balanza de vuestra unión, toleras su conducta extravagante y antepones sus necesidades a las tuyas.
Por ello es de vital importancia que reflexiones sobre el motivo que te impulsa a acercarte al violento, adicto, enfermo o desvalido; a aguantar un comportamiento vejatorio, a creer que tienes capacidad para soportarlo y redimirlo. Hasta que no tengas claras las razones de tu conducta, lo más probable es que sólo te interesen las relaciones tóxicas, te inpliques por amantes incapaces de dar afecto, repitas el patrón de conducta de al enamorarte de gente con idénticos defectos, y que, en definitiva, no consigas mantener una relación sentimental duradera y plenamente feliz.
Recuerda siempre que tu amante víctima no tiene necesariamente más o peores problemas que las otras personas.
Mira a tu alrededor y comprobarás cómo la gente sabe enfrentarse a contratiempos que desagarran el cuerpo y la mente sin emitir una sola queja de dolor. Así que deja de sentirte una buena persona sólo porque sostienes con devoción los defectos de tu amante; no pretendas ser imprescindible ni mejor que los demás, y recuerda que la única vía de curación es dejar que tu amorcito resuelva sus problemas por su cuenta, e incitarle a que reciba una ayuda profesional que, de paso, te vendria bien a ti.
EL AMOR NO ES CIEGO, CAPITULO IX, PAG. 203-214 / AUTORA: ALEJANDRA VALLEJO NAGERA / EDITORIAL TEMAS DE HOY
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