Congruencia y autoestima como procesos motivacionales pertinentes para el «self»
Dos tipos principales de procesos motivacionales se han señalado: autoverificación (congruencia o consistencia) y autoensalzamiento (autoestima).
La autoverificación, también denominada congruencia o consistencia, alude a esos procesos por que el sujeto trata de hallar armonía entre las percepciones del self y entre las percepciones del self y la información nueva que le llega.
El autoensalzamiento, en cambio, hace referencia al intento de encontrar información que eleve, o al menos mantenga, nuestro nivel de autoestima.
Si por la autoverificación tratamos de ser conocidos por quienes somos o quienes creemos ser, por el autoensalzamiento procuramos ser conocidos por quienes nos gustaría ser.
Congruencia se asocia a integración o cohesión; la carencia de congruencia se vincula a conflictos. La congruencia permite hacer predicciones sobre nuestro comportamiento, la falta de congruencia lo impide.
Esta necesidad de congruencia o consistencia interna nos lleva a una necesidad de verificación propia, de autoverificación, esto es, de que los demás verifiquen quienes pensamos que somos. De este modo, se pueden producir situaciones paradójicas, dado que podemos admitir información negativa para preservar nuestro autoconcepto. En este sentido, podremos escoger situaciones que, aunque perjudiciales para nuestra autoestima, confirmen nuestro autoconcepto.
Una doble vertiente motivacional encontramos en los procesos de autoverificación: cognitiva y emocional.
Cognitiva, porque tratamos de predecir hechos y contingencias.
Emocional, porque la falta de consistencia nos produce ansiedad, tensiones y conflictos.
Ahora bien, los sujetos también buscan una adecuación adaptativa mediante procesos de ensalzamiento, de autoensalzamiento, vinculados a la necesidad afectiva.
Mantener la autoestima, conservar una imagen positiva de uno mismo, se encuentra asimismo estrechamente ligado a los procesos motivacionales del individuo.
Los sujetos buscan información que les resulte favorable, se acuerdan más y mejor de los éxitos que de los fracasos y, no sin frecuencia, suelen observar más lo bueno en ellos mismos que en los demás.
El autoensalzamiento parece producir efectos menos paradójicos que la autoverificación, hay una tendencia constante a interpretar los acontecimientos de modo que realcen el self y no a encontrarnos en situaciones incómodas por los elogios o cumplidos que nos profieran y por los logros o éxitos alcanzados –incluso cuando aceptamos información negativa sobre el self, en realidad no se trataría tanto de llegar a la autoverificación, cuanto más bien de nuestro temor a recibir una evaluación positiva escasamente realista que pueda conducirnos en el futuro a mayores sufrimientos para nuestra autoestima–.
Ciertamente, el padecimiento del individuo por las contrariedades y reveses, por los golpes a su autoestima, puede llevarle a recorrer vías de escape para tratar de evitar el autoconocimiento auténtico, posiblemente causa capital de su infortunio. Drogas, alcohol, trastornos ligados a la ingesta de alimentos, etc., son viajes a ninguna parte que tientan por doquier cada vez más a aquellas personas con baja autoestima (Baumeister, 1991).
Sin entrar en detalles sobre la adultez, que también merece análisis rigurosos, ¿cuántos jóvenes se lanzan hoy por esas rampas de autodestrucción hacia el imperio de la nada? ¿No hay tal vez detrás de tanta tragedia una huida, consciente o inconsciente, de la lucidez, de una lucidez ligada a procesos de autoconocimiento equilibrados y equilibradores –adecuadamente adaptativos– para el individuo?
Dos necesidades se cruzan aquí: la necesidad cognitiva de congruencia y la necesidad de autoestima. Ambas actúan como fuerzas motivacionales y de desarrollo cognitivo-afectivo, pero pueden entrar en colisión y, entonces, ¿cuál predomina?
Las investigaciones realizadas parecen poner de relieve que hay diferencias individuales tanto en la necesidad de autoestima como en las condiciones en las que la necesidad de autoverificación o de autoensalzamiento son mayores (John y Robins, 1994).
Si el contexto delimita una necesidad de realidad pueden predominar los procesos de autoverificación, pero si la necesidad de autoestima es acuciante o el reclamo y urgencia de realidad es tenue, pueden pasar a un primer plano los procesos de autoestima o autoensalzamiento.
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