Cuatro ranas estaban sentadas en un tronco que flotaba en la orilla del río. Súbitamente, el tronco fue sorprendido por la corriente y se deslizó lentamente río abajo. Las ranas quedaron embelesadas y asombradas pues nunca habían antes navegado. Finalmente, la primera rana habló y dijo: éste es sin duda alguna, un tronco maravilloso. Se mueve cual si estuviera vivo. Jamás conocí un tronco así.
Entonces la segunda rana habló y dijo: no mi amiga, este tronco es como todos los troncos y no se mueve. Es el río que está caminando hacia el mar y lleva consigo el tronco y a nosotros. Y la tercera rana habló y dijo: no es el tronco ni el río que se mueven. El movimiento está en nuestro pensamiento. Pues sin pensamiento nada se mueve. Y las tres comenzaron a discutir sobre qué era lo que se estaba realmente moviendo. El altercado se fue haciendo cada vez más acalorado, mas no llegaron a ningún entendimiento.
Entonces se volvieron hacia la cuarta rana que hasta aquel momento había estado en silencio, escuchando atentamente, y le pidieron su opinión. Y la cuarta rana dijo: cada una de vosotras tiene razón y ninguna está errada. El movimiento está en el tronco y en el agua y también en nuestro pensamiento. Y las tres ranas quedaron muy enfadadas pues ninguna quería admitir que su verdad no era la verdad total, y que las otras dos no estuvieran totalmente erradas.
Entonces ocurrió una cosa extraña: las tres ranas se unieron y arrojaron al río a la cuarta rana.
Esta historia me hizo reflexionar sobre algunas experiencias de vida que muchos hemos tenido: cuantas veces hemos visto gente que se pelea, discute, y se rechaza mutuamente, y de modo cotidiano, para fastidio de quienes los rodean.
Sin embargo, de repente, estas personas descubren un enemigo en común, y súbitamente nace una amistad y unión entre ellas que sorprende a los demás: ¡por fin se amigaron!. Sin embargo, algo llama nuestra atención, pues esa unión gira alrededor de la crítica o el ataque hacia alguien o algo en particular. ¡Se han unido porque descubrieron un enemigo en común, alguien o algo que detestan de modo compartido!. Por supuesto que ésta "unión" no dura mucho tiempo, porque no está propiciada por amor, sino por el odio y el ánimo de descalificar o dividir.
En cuanto estas personas, "unidas bajo esta nueva causa", terminan con el enemigo común, de inmediato vuelven a pelearse entre ellas, como era antes. Es que toda unión debe darse bajo el signo del amor, no con ánimo de dividir, descalificar, o peor aún de ganar una discusión o un lugar por vanidad. Es como las alianzas y acuerdos de los políticos que vemos en nuestros días...
Volviendo al cuento de nuestra pobre cuarta rana: ¿cuantas veces nos tiraron del tronco, y cuantas veces empujamos a otros del tronco también?
Como creo interesante reflexionar y sacar la moraleja...
John David Joui
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