Era la historia de un anciano pescador que como todos los días durante tantos años, se fue a la mar para realizar su tarea. Un buen día durante lo que parecía una mañana tranquila, un fuerte temporal apareció de la nada y la marea llevó su pequeña barca en la profundidad. Pasado el temporal intentó poner en marcha el viejo motor para volver a casa, pero no funcionó. Preocupado, empezó a rezar pidiendo que se arreglara, Estaba tan convencido que su Dios le escucharía, que no cesaba de rezar y probar a arrancarlo. Pasó la noche y a la mañana siguiente, pasó un pesquero mayor. El capitán del barco le preguntó
- ¿Está usted bien anciano?, ¿necesita ayuda? -
- No gracias, no se preocupe, se ha estropeado el motor, pero estoy rezando a mi Dios y seguro que me ayudará -
Pasó el día entero y no tuvo ninguna respuesta, pero aun así no perdió la esperanza. A la mañana siguiente otro pesquero se acercó y le hizo la misma pregunta.
- ¿Está usted bien anciano?, ¿necesita ayuda? -
A lo que éste le respondió nuevamente:
- No gracias, no se preocupe, se ha estropeado el motor, pero estoy rezando a mi Dios y seguro que me ayudará -
Tres días después el cansado anciano, murió de sed.
Cuando éste volvió a abrir los ojos en el Cielo, se encontró frente a su Dios, y le preguntó:
- ¡Señor! ¿Cómo has podido dejarme morir?, Se me estropeó el motor y estuve rezando para que me ayudaras. Me sentí perdido y lo único que te pedí ¡no lo hiciste!, ¿por qué? -
A lo que él le respondió.
- ¡Hijo mio! ¿cómo puedes decirme eso?, mandé hasta dos veces dos pesqueros para ayudarte, y ¡no quisiste la ayuda!
Moraleja: Hay veces que esperamos una ayuda concreta y NO nos damos cuenta que la ayuda está enfrente nuestra. O te la ofrece otra persona.
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