Blancanieves recibe una manzana de la madrastra y, engañada por la lozana apariencia de la fruta y del amable agasajo conciliador, sucumbe a la droga inyectada, y cae en letargo hasta ser salvada por el beso de un príncipe.
Parece una bonita descripción para otras ``manzanas envenenadas'', por las que podemos ser destruidos por los que, aparentando dar, en realidad nos quitan, y en buena medida somos destruidos a costa de nuestra propia credulidad ya que, ingenuos, creemos recibir lo que en realidad rechazaríamos de saber lo que tiene oculto, aturdidos por la blanda ceguera de pensar que los malos son buenos arrepentidos.
Aunque podamos disculpar a Blancanieves, porque después de todo es admirable su candor, y porque de no mediar una artimaña hubiera seguramente estado en guardia, en cambio tiene un punto débil que no debemos dejar caer en el olvido: su dificultad para creer lo que percibe (le parece imposible que la madrastra siempre le odie), su incapacidad para distinguir que los comportamientos e intenciones son agonistas y por consiguiente adaptarse a reglas de juego diferentes con las ``almas gemelas'' y las ``almas negras''.
También la figura del príncipe representa una ascensión, una salvación y una recuperación de la caída en la treta, de la desgracia, por medio del otro sin más trabajo que dejarse besar, sin siquiera ver ni desear ser besados: en total estado de pasividad, por la magia del azar. Se pone la salvación en manos de un otro salvador en vez de nuestras propias manos.
http://www.cop.es/colegiados/A-00512/seguridad.html#Reglas_oscuras
Parece una bonita descripción para otras ``manzanas envenenadas'', por las que podemos ser destruidos por los que, aparentando dar, en realidad nos quitan, y en buena medida somos destruidos a costa de nuestra propia credulidad ya que, ingenuos, creemos recibir lo que en realidad rechazaríamos de saber lo que tiene oculto, aturdidos por la blanda ceguera de pensar que los malos son buenos arrepentidos.
Aunque podamos disculpar a Blancanieves, porque después de todo es admirable su candor, y porque de no mediar una artimaña hubiera seguramente estado en guardia, en cambio tiene un punto débil que no debemos dejar caer en el olvido: su dificultad para creer lo que percibe (le parece imposible que la madrastra siempre le odie), su incapacidad para distinguir que los comportamientos e intenciones son agonistas y por consiguiente adaptarse a reglas de juego diferentes con las ``almas gemelas'' y las ``almas negras''.
También la figura del príncipe representa una ascensión, una salvación y una recuperación de la caída en la treta, de la desgracia, por medio del otro sin más trabajo que dejarse besar, sin siquiera ver ni desear ser besados: en total estado de pasividad, por la magia del azar. Se pone la salvación en manos de un otro salvador en vez de nuestras propias manos.
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