viernes, 21 de diciembre de 2007

FILOSOFIA: UN CONSTANTE PASO DEL MITO AL LOGOS

Se suele decir que el inicio de la filosofía radica en el paso del mito al logos, es decir, en el paso de explicaciones o respuestas tradicionales y arbitrarias a explicaciones lógicas y racionales. Los griegos protagonistas de este paso o salto fundaron lo que llamamos filosofía; ahora bien, ¿este paso se dio una vez por todas o, al contrario, constantemente tenemos que repetirlo?

1. La actividad de los primeros que filosofaron

Los mitos son relatos fabulosos que explican o dan respuesta a interrogantes o cuestiones importantes para los humanos; en segundo lugar, los mitos son relatos que pretenden dar modelos de actuación. Los mitos se imponen como relatos llenos de autoridad pero sin justificación; se apela, emotivamente, a que las cosas siempre han sido así. Los mitos griegos, por ejemplo, explican como se hizo el mundo, como fue creado el primer hombre y la primera mujer, como se obtuvo el fuego, como apareció el mal en el mundo, qué hay tras la muerte,…; al mismo tiempo, las actuaciones extraordinarias de los personajes míticos son un ejemplo o pauta a seguir. Los griegos disponían de gran número de mitos; nosotros, también. Disponemos de mitos que cumplen tanto la función explicativa como la función ejemplificadora.

En Grecia, en el siglo VI antes de Cristo, unos hombres emprendedores, los primeros filósofos, empezaron a cuestionarse tanto las explicaciones que daban los mitos como las pautas de conducta que ofrecían. Eran unos hombres a quien los atraía hacerse preguntas, que notaban incoherencias en los relatos míticos de su entorno, que constataban relatos diferentes en pueblos diferentes. Estos hombres, dominados por una plural curiosidad y por una actitud crítica, son los que protagonizaron lo que se conoce como milagro griego: el paso del mito al logos. Para ellos, este paso significaba desconfiar de las imaginativas narraciones o explicaciones populares y, con una mirada nueva, observar y analizar la naturaleza, intentando descubrir en ella las causas de los acontecimientos; por ello, en vez de hablar de divinidades empezaron a en inventar conceptos. Con los mitos, el mundo era caótico y arbitrario: nada estaba sometido a leyes naturales fijas; con la visión racional del mundo, éste deviene ordenado y regido por unas leyes estables y fijas que se pueden descubrir.

Este paso fundacional de la filosofía, acontecido en Grecia y explicable por una confluencia de factores, no es algo «natural» y definitivamente adquirido, es un paso que tiene que realizar toda persona que quiera mantener una actitud despierta e investigadora.

El búho, que ve a oscuras,es símbolo de la filosofía

Cuando un niño de seis o siete años comienza a descubrir incoherencias y contradicciones en el encantador mundo de los Reyes Magos, entonces comienza a revivir una experiencia parecido a la de los primeros filósofos. Aquello que el niño había creído durante toda su vida es ahora asediado con multitud de preguntas; el proceso de superación de su mito será conflictivo y aleccionador. El abandono o pérdida del agradable relato de los Reyes Magos y la aceptación de que éstos son los padres será, probablemente, su primer paso del mito al logos. Si el niño o niña, ya adulto, mantiene su inquietud original, revivirá nuevos episodios de este paso; niño y niñas se hallan cerca de la genuina actitud filosófica.


2. Mitos y logos, ayer

El doble mito de Prometeo y Pandora es un mito clásico de ayer que explica el origen de la humanidad y la aparición del mal al mundo. Prometeo, benefactor de la humanidad, comprueba que los animales estaban más armónicamente provistos que los hombres —desnudos, descalzos y desarmados—; a fin de equiparlos mejor robó a Zeus el fuego, recurso que hace posible la habilidad técnica, y lo dio a los humanos; de este modo, adquirirían las artes útiles a la vida. Pero Zeus, temiendo que éstos llegaran a ser demasiado fuertes y sabios, se enfureció por el don que Prometeo les había otorgado y, a cambio, creó un alegre regalo portador de desgracias. El regalo era Pandora, la primera mujer; a Pandora le fue dada una jarra llena de males, los males que afligen la vida de los hombres. Ciertamente, los mitos tienen poder explicativo. Constituyen el inicio de un proceso intelectual. Prometeo y Pandora pueden simbolizar las dos caras de la situación humana: el bueno y positivo que todos tenemos y las inevitables contrariedades que nos acompañan. El mito, creado en una sociedad de creciente machismo, puso en la mujer el origen del mal; obviamente, el progreso intelectual llevará a cuestionarse esta explicación interesada.

Pero con los mitos y con sus indicaciones —constataban los primeros filósofos— los barcos se hundían, siendo la navegación insegura. En los mitos clásicos a menudo se expresan, con bellas palabras, profundas intuiciones; pero incluyen pluralidad de elementos irracionales que los primeros filósofos querían identificar y separar de su actividad.

La nunca satisfecha curiosidad de los primeros filósofos, su constante hacerse preguntas, su actitud crítica, sus dudas frente a las explicaciones oficiales, etc. condujo a buscar explicaciones o respuestas argumentadas y abiertas al debate. La propia palabra filosofía, utilizada para designar la actividad de estos griegos, significaba y significa «afán o anhelo de saber», no posesión de saber o conocimiento: eran suficientemente conscientes de la dificultad de expresar la última palabra sobre temas como: ¿qué es el ser humano?, ¿de dónde proviene el mal presente al mundo?, ¿cuál es el principio o cuál es causa de toda la realidad?



3. Mitos y logos, hoy

¿Mitos, hoy? Nuestro mundo también nos ofrece relatos míticos, es decir, explicaciones arbitrarias que quieren imponerse apelando no a las dimensiones intelectuales de la persona, sino sólo a las dimensiones emotivas. ¿No son relatos míticos, por ejemplo, los spots publicitarios que nos dicen qué merece la pena, qué se debe hacer, qué es lo que tiene sentido? Si uno no despierta su logos puede creer que si adquiere este nuevo producto enunciado probará una mágica libertad, una eterna belleza.

Uno de los mitos frecuentes de nuestra sociedad es el relato que sobre la ciencia nos transmiten los medios de comunicación: la ciencia aparece como un conocimiento objetivo y definitivo capaz de liberar los humanos de sus sufrimientos y de abrir las puertas de la felicidad. Ahora bien, quién conoce la trayectoria de diferentes ramas de la actividad científica sabe suficientemente bien que no es esta la grandeza de la ciencia; son muchos los científicos conscientes de los límites de la ciencia, de su provisionalidad, de la imposibilidad de crear una teoría definitiva y de eliminar la duda. Pero pese a la inseguridad y al espíritu crítico latente en el corazón de la actividad científica, los medios de comunicación la mitifican contradictoriamente: se proclama que nuestra sociedad está dominada por la ciencia y, simultáneamente, las noticias científicas son transmitidas de un modo nada científico. Si uno no despierta su logos, se mantendrá en la perspectiva mítica de la ciencia que conviene a diferentes poderes.

Desde la filosofía también podemos hablar de otro mito actual: el mito de la opinión pública. ¿A qué realidad se hace referencia cuando se habla —y se hace muy a menudo— de opinión pública? La opinión pública tiende a presentarse como la voz del pueblo, una voz sacralizada y llena de autoridad. Pero, ¿cómo y quién detecta esta opinión pública mitificada?, ¿por qué se insiste tanto en ella? En esta cuestión, como en otras parecidas, el paso del mito al logos pasa por descubrir que la opinión pública es la interesada opinión de aquéllos que tienen poder para hacer pública su opinión.

Como ya hemos visto, la actividad de los hombres que por primera vez pasaron de explicaciones míticas a explicaciones racionales, se ha llamado filosofía o «anhelo de saber»; pero otra palabra muy significativa podía haberse impuesto: aletheia, que quiere decir «des-cubrir» aquello que está escondido, «des-velar», «desenmascarar». Unas actividades que realizaron los griegos y que han realizado, en mayor o menor medida, los filósofos de todos los tiempo.


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