lunes, 28 de febrero de 2011

La Tormenta Perfecta

Una Imagen del impacto contra La Tierra
de chorros de plasma solar





Enormes chorros de plasma se suceden en cadena en el astro rey, un fenómeno peligroso y que no siempre se detecta a tiempo



Es nuestra fuente de luz y calor, le debemos el mantenimiento de la vida, pero el despertar de su letargo puede resultar catastrófico para la civilización tal y como la hemos concebido. En las últimas semanas, varios estudios científicos han advertido de los peligros que puede suponer para nuestros sistemas energéticos y de comunicaciones una violenta tormenta espacial generada a más de 150 millones de kilómetros de distancia, sobre la superficie del astro rey. La Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos (NAS) ya lo avisó hace tiempo en un impactante informe financiado por la NASA que señalaba la posibilidad, pequeña pero no inverosímil, de que un extraordinario chorro de plasma dejara frita en segundos toda nuestra red eléctrica. Sucedería a partir de 2012, cuando se espera que el Sol encienda su energía a la máxima potencia, y podría dar lugar a un escenario apocalíptico en todo el planeta.
Por si esto fuera poco, nuevas investigaciones sugieren que, de momento, y aunque disponemos de avanzados equipos tecnológicos que trabajan en exclusiva para ello, no somos capaces de prevenir todos y cada uno de estos arranques solares. Una de cada tres erupciones surge por sorpresa, sin previo aviso, lo que, en caso necesario, prácticamente nos impediría protegernos a tiempo. Además, los científicos han descubierto cómo se producen estos tsunamis solares, y su descripción resulta aterradora: no aparecen de forma puntual, sino que se contagian en una especie de dominó y pueden ser tan gigantescos que envuelvan casi por completo toda la superficie del Sol. Un infierno de libro.
Astrónomos de la NASA y de la Universidad de Stanford (California) detectaron a comienzos del pasado agosto un «tsunami solar», una explosión masiva que iba dirigida hacia la Tierra. Todo un hemisferio del Sol estalló, enviando ondas de choque a través de su superficie y nubes de gas caliente al espacio. Los científicos observaron el espectáculo a través del laboratorio solar SDO y las sondas gemelas STEREO, que captaron todo lo ocurrido desde puntos de vista complementarios. De esta forma, descubrieron que lo que creían un fenómeno aislado era en realidad una explosión interconectada por una extensa red magnética que ocupaba toda la superficie del astro rey. La estrella se había convertido en un gigantesco campo de minas.
Como un tornado
El hallazgo sugiere que los científicos deben ampliar sus conocimientos sobre clima espacial para poder prevenir estas explosiones, ya que no suceden como creían. No será tan fácil. Otro estudio reciente del Centro Harvard-Smithsoniano de Astrofísica (CfA) asegura que un tercio de las rabietas del astro rey son inesperadas. Antes, los científicos pensaban que las eyecciones iban acompañadas de señales de advertencia como erupciones, el oscurecimiento de la corona solar o la aparición de filamentos de plasma, pero no siempre ocurre así. Once de 34 erupciones solares observadas también por la sonda STEREO no pudieron ser detectadas con antelación. Por lo tanto, un sistema diseñado para anticiparse a las tormentas solares podría fallar una de cada tres veces. «Los meteorólogos pueden advertir la llegada de un huracán con días de antelación, pero sólo tienen unos minutos para predecir un tornado», explica el astrónomo Leon Golub, del CfA. La previsión del clima espacial se parece más a predecir un tornado.
El equipo trabaja ahora para encontrar nuevas pistas que hayan pasado inadvertidas y que puedan avisarnos de que esta amenaza se nos viene encima. Prepararnos para afrontarla puede ser una cuestión de supervivencia.
La mayoría de estos eventos no son tan potentes para convertir el mundo en una película de catástrofes de Hollywood, pero no sería la primera vez que uno de ellos nos afecta. En 1859, se produjo el llamado «evento Carrington», cuando una super tormenta solar, la más grande conocida, causó el colapso de una red mundial de telégrafos. Tardó sólo 18 horas en alcanzarnos. Sustituyan el rudimentario telégrafo por nuestros modernos satélites e imaginen la dimensiones de algo parecido en la actualidad.

Seis horas para protegernos









FUENTE: ABC.es



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