Ponerse etiquetas personales significa crear una imagen de sí mismo completamente negativa, basada en sus errores. Es una forma extrema de generalización excesiva. La filosofia en la que se basa es “la medida de un hombre la dan los errores que comete”.
Usted puede sentir probablemente la tentación de poner etiquetas cada vez que describe sus errores, utilizando oraciones que empiezan con las palabras “Soy un... “.
Por ejemplo, cuando yerra el lanzamiento en el decimo hoyo, usted puede decir: “Soy un perdedor nato”, en lugar de: “He lanzado mal”. De modo similar, cuando las acciones de la sociedad en la que usted invirtió bajan en lugar de subir, puede pensar: “Soy un fracaso”, en lugar de: “Cometí un error”.
Ponerse etiquetas a usted mismo no sólo es contraproducente: es irracional. Su ser no puede igualarse a ninguna cosa que usted haga. Su vida es compleja y siempre cambiante corriente de pensamientos, emociones y acciones.
Para decirlo de otro modo, usted se parece más a un río que a una estatua. Deje de definirse con etiquetas negativas, son demasiado simplistas y erróneas. ¿Pensaría que usted es exclusivamente un “comedor” sólo porque come, o un “respirador” sólo porque respira? Esto es una tontería, pero esa tontería se vuelve dolorosa cuando usted se etiqueta a sí mismo a partir de sensaciones de incapacidades.
Cuando etiquete a otras personas, invariablemente acabará generando hostilidad. Un ejemplo común es el jefe que ve a su secretaria ocasionalmente irritable como “una bruja poco colaboradora”. A causa de esta etiqueta, le guarda rencor y aprobecha cada ocasión para criticarla. Ella a su vez le impone la etiqueta de “machista insensible” y se queja de él en cuanta oportunidad se le presenta.
De modo que una y otra vez se atacan mutuamente, centrándose en cada debilidad o imperfección como prueba de la inutilidad del otro.
Poner etiquetas erróneas significa describir un hecho con palabras que son inexactas y con una gran carga emocional.
Por ejemplo, una mujer que estaba haciendo una dieta se comió una porción de helado y penséo: “Que asquerosa y repulsiva soy. Soy una cerda”. ¡Estos pensamientos la hicieron sentir tan mal que se comió el kilo completo que tenía en la caja!
Usted puede sentir probablemente la tentación de poner etiquetas cada vez que describe sus errores, utilizando oraciones que empiezan con las palabras “Soy un... “.
Por ejemplo, cuando yerra el lanzamiento en el decimo hoyo, usted puede decir: “Soy un perdedor nato”, en lugar de: “He lanzado mal”. De modo similar, cuando las acciones de la sociedad en la que usted invirtió bajan en lugar de subir, puede pensar: “Soy un fracaso”, en lugar de: “Cometí un error”.
Ponerse etiquetas a usted mismo no sólo es contraproducente: es irracional. Su ser no puede igualarse a ninguna cosa que usted haga. Su vida es compleja y siempre cambiante corriente de pensamientos, emociones y acciones.
Para decirlo de otro modo, usted se parece más a un río que a una estatua. Deje de definirse con etiquetas negativas, son demasiado simplistas y erróneas. ¿Pensaría que usted es exclusivamente un “comedor” sólo porque come, o un “respirador” sólo porque respira? Esto es una tontería, pero esa tontería se vuelve dolorosa cuando usted se etiqueta a sí mismo a partir de sensaciones de incapacidades.
Cuando etiquete a otras personas, invariablemente acabará generando hostilidad. Un ejemplo común es el jefe que ve a su secretaria ocasionalmente irritable como “una bruja poco colaboradora”. A causa de esta etiqueta, le guarda rencor y aprobecha cada ocasión para criticarla. Ella a su vez le impone la etiqueta de “machista insensible” y se queja de él en cuanta oportunidad se le presenta.
De modo que una y otra vez se atacan mutuamente, centrándose en cada debilidad o imperfección como prueba de la inutilidad del otro.
Poner etiquetas erróneas significa describir un hecho con palabras que son inexactas y con una gran carga emocional.
Por ejemplo, una mujer que estaba haciendo una dieta se comió una porción de helado y penséo: “Que asquerosa y repulsiva soy. Soy una cerda”. ¡Estos pensamientos la hicieron sentir tan mal que se comió el kilo completo que tenía en la caja!
1 comentario:
qué razón!
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