jueves, 23 de julio de 2009

Darnos el tiempo suficiente


A los treinta y siete años aprendí a reparar cosas. Hasta entonces casi todos mis intentos de hacer trabajos de fontanería, reparar juguetes o montar algún mueble según las jeroglíficas instrucciones contenidas en un folleto, terminaban en fracaso, confusión y frustración. A pesar de habérmelas compuesto para aprobar todas las materias de la carrera de medicina y para mantener una familia en mi condición de psiquiatra de más o menos éxito, me consideraba un inútil en materia de mecánica. Estaba convencido de que era deficitario en algún gen o que sufría alguna maldición de la Naturaleza que me negaba la capacidad para la mecánica. Un día, mientras daba un paseo un domingo de primavera, me encontré con un vecino que estaba reparando una cortadora de césped. Después de saludarlo le dije:

«¡Vaya!, lo admiro a usted; yo nunca he sido capaz de arreglar estas cosas». Mi vecino, sin vacilar un instante, me replicó:

«Eso le ocurre porque no se toma el tiempo suficiente». Reanudé mi paseo, un tanto inquieto por la simplicidad, la espontaneidad y el carácter categórico de su respuesta. «¿Tendrá razón este hombre?», me pregunté. De alguna manera sus palabras me quedaron grabadas, y en la siguiente ocasión en que me dispuse a hacer una pequeña reparación recordé ante todo que debía tomarme tiempo. El freno de mano del coche de una paciente se había trabado. Con toda lentitud estudié la situación...y resolví elproblema. ¡Ya era un experto mecánico! Suelo acudir al trabajador especializado cuando necesito efectuar una reparación. Pero ahora sé que se trata de una elección que yo hago y no de una maldición o de un defecto genético y que no soy un incapacitado ni un impotente en cuestiones mecánicas. Sé que yo, igual que cualquier otro que no sea mentalmente deficiente, puedo resolver cualquier problema si me tomo el tiempo necesario.

La cuestión es importante porque mucha gente sencillamente no dedica el tiempo requerido para resolver problemas intelectuales, sociales o espirituales de la vida, así como antes yo no me tomaba tiempo para resolver problemas mecánicos. Antes de mi «iluminación» mecánica, yo habría metido torpemente la cabeza debajo del tablero de mandos del coche de mi paciente, habría tocado unos cuantos cables sin tener la más remota idea de lo que estaba haciendo y, tras un infructuoso resultado, me habría levantado y habría dicho: «Esto está más allá de mi capacidad». Ésta es precisamente la manera como muchos afrontamos los otros problemas de nuestra vida diaria.

Scott Peck - La nueva psicología del amor


Gentileza de Jessica Boyer Vallejos









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