domingo, 1 de noviembre de 2009

Psicologia Prenatal


Los nueve meses de gestación constituyen una etapa crucial en la vida de cada ser humano. El tipo de relación con la madre y con el exterior determinarán las actitudes que nos acompañan toda la vida. La bella tarea de ser padres comienza con la concepción.


Hasta hace poco, los científicos suponían que la conciencia e inteligencia de los bebés eran muy limitadas. Los sistemas nerviosos del feto y del bebé parecían incompletos. Los sistemas neuronales no están desarrollados. La envoltura de mielina de las células nerviosas sólo está parcialmente formada. Los neurólogos dedujeron que el feto no era capaz de sufrir, experimentar placer, aprender, recordar o pensar. Los movimientos y expresiones del feto y del bebé eran considerados reflejos.

Pero los avances realizados a lo largo de las dos últimas décadas a través de los estudios embriológicos y fetales –utilizando la fotografía intrauterina, las imágenes ultrasónicas, el escáner con microscopio electrónico y otras tecnologías– ofrecen una nueva comprensión del mundo del ser humano aún por nacer. Decenas de experimentos demuestran que a las pocas semanas de la concepción ya posee los sentidos del oído, el tacto y el gusto bien desarrollados. Le afectan los estímulos que llegan desde el interior del cuerpo de la madre y desde el exterior. Y aun más, responde a las emociones y las expresa. Es decir, el ser humano no nacido posee vida emocinal y se comunica con la madre y con el exterior. Dentro del mundo uterino ya reímos, lloramos y se forma nuestra personalidad.


UN ENTORNO ACOGEDOR

El obstetra Rene Van de Carr señala que el desarrollo de las vías neuronales relacionadas con las habilidades intelectuales y motoras depende de las informaciones obtenidas a través de los sentidos. Por tanto, los padres tienen la posibilidad de crear, ya incluso durante el embarazo, un entorno físico y emocional que promueva la salud y el bienestar de sus hijos.

La calidad de la atmósfera psíquica y emocional que acoge al niño es decisiva. Según un estudio dirigido por la doctora Bea Bergh, el nivel de estrés de las madres durante el embarazo puede producir un impacto significativo en sus hijos: las que sufren ansiedad prolongada entre las semanas 12 y 22 de gestación tienen más probabilidades de tener hijos nerviosos o con déficit de atención. La sociedad moderna apenas muestra preocupación por esta realidad. Las madres trabajan hasta el último momento y muy pocas saben que su estado mental y anímico puede tener una influencia decisiva sobre el bienestar futuro de sus hijos.


OTRAS CULTURAS

Sin embargo, muchas culturas antiguas parecen haberlo sabido. De hecho, poseen costumbres en torno al momento del nacimiento y el cuidado del embarazo que son totalmente coherentes con los descubrimientos que está realizando la ciencia contemporánea y que se hallan a años luz de las erróneas prácticas seguidas en los hospitales modernos.

La psicóloga Ann Maiden ha estudiado cómo se prepara el recibimiento del niño en 80 culturas tradicionales. Por ejemplo, en un libro de medicina tibetana del siglo XVIII ha podido ver cómo se describen detalles de la evolución del feto a lo largo de cada semana del embarazo. En concreto, en la semana 26, el texto tibetano afirma que la conciencia del niño ya es muy clara y puede ver sus vidas pasadas, puede reconocer si fue un ser puro u ordinario y saber cómo fue su nacimiento anterior. En Bali, lo primero que hacen las mujeres al saber que están embarazadas es hablar con el dukun, el sanador del pueblo, que les ayuda a iniciar el diálogo con el niño, a fin de descubrir su identidad y su propósito en la vida. Estos dos asuntos –la identidad y el propósito– se mantienen como temas importantes a lo largo de la educación y la formación espiritual balinesas. Las mujeres aborígenes australianas consideran que su papel en el nacimiento es proporcionar un refugio temporal para un ser con su propia identidad espiritual preexistente. Por cierto, creen que el espíritu entra completamente en el feto cuando ha alcanzado una determinada etapa de desarrollo que se sitúa en torno a la décima semana de la gestación.

La psicóloga Jean Liedloff, autora de El concepto del continuum, observó que los yequana de la jungla de Venezuela hacían que los niños se sintiesen una parte valiosa de su entorno natural y social desde el mismo momento de la concepción, y que esta atención era la principal responsable de la impresionante salud psicológica, la ecuanimidad y el buen humor característicos de los nativos. Actitudes similares en torno al nacimiento se dan entre las naciones indígenas norteamericanas. El cheroki Dhyani Ywahoo afirma, en su libro Voces de nuestros ancestros: enseñanzas cherokis de la Sabiduría del Fuego, que “elegimos una familia donde nuestros talentos puedan desarrollarse para completar un ciclo de aprendizaje. Incluso cuando nos encontramos dentro de nuestras madres escuchamos y sentimos la familia que nos rodea. Dentro del útero, el niño está percibiendo las cualidades de las mentes de sus padres y responde a los pensamientos que otras personas dirigen a la madre. Por esta razón, es muy importante que las mujeres embarazadas cuenten con una red de personas que las apoyen amorosamente y que su entorno esté libre de ira en la medida de lo posible”.


NACE LA PSICOLOGÍA PRENATAL

La sociedad moderna occidental ha olvidado o se ha mantenido ajena a toda esta sabiduría. Pero una nueva disciplina, la psicología prenatal y perinatal, está llamando la atención sobre las dimensiones emocionales y mentales del ser humano durante su propia gestación y nacimiento.

A lo largo de los últimos 30 años, los psicólogos han comprobado que sus pacientes remontan los orígenes de sus actitudes vitales disfuncionales a sus experiencias negativas durante la etapa fetal o el nacimiento. En la literatura psicológica clásica se encontraban muy pocas referencias al tema, por lo que los psicólogos han debido compartir sus hallazgos sobre las experiencias psíquicas más tempranas.

A partir de Sigmund Freud, se comenzó a tomar conciencia de que las experiencias infantiles condicionaban la personalidad adulta. Este reconocimiento implicó cambios culturales revolucionarios. Los niños adquirieron el derecho a no ser traumatizados, y en vez de integrarnos ciegamente en un orden religioso o social determinado, intentamos descubrir quiénes somos y satisfacer nuestras necesidades personales.

Ahora nos encontramos ante el reto de remontar nuestra historia vital hasta el mismo momento de la concepción. El descubrimiento del mundo interior uterino profundiza la revolución del psicoanálisis y cambia la manera en que nos vemos a nosotros mismos como individuos, así como la forma en que nos relacionamos con las personas que nos rodean. La sociedad entera está concernida sobre la consideración y el trato que recibe cada ser humano desde su concepción. De hecho, estamos hablando sobre una nueva definición de la condición humana.

El desafío es descubrir las auténticas necesidades del ser humano desde el primer segundo de su verdadera existencia. Distintos autores aseguran que las necesidades fetales continúan, transformadas, durante la vida adulta, y todo lo que el ser humano construye va a encaminado a sustituirlas o compensarlas, con más o menos éxito.

De alguna manera, las emociones prenatales dominan la organización social, la vida cotidiana, los deseos y las frustraciones, la política internacional, la guerra y la paz. Cada cultura sobre la Tierra es un intento de la especie humana de recrear en el exterior el mundo uterino. El ser humano construye entornos donde le resulte posible sobrevivir. No le importa si hace calor o frío, puede vivir en el trópico o en los polos, o desplazándose de un lugar a otro, pero necesita reencontrarse con la situación uterina original. Es la causa de la creatividad humana, explica Ludwig Janus, autor de El nacimiento del alma.

El origen de la creatividad La paternidad prenatal El programa de Morimoto

Para el ser humano, un árbol no es sólo un árbol, sino un objeto que hace las veces de placenta, es decir, de fuente de alimentación segura. El árbol se convierte en símbolo y objeto sagrado. Todas las culturas humanas colocan en su centro un árbol, un manantial o cualquier otra cosa que pueda remitirle simbólicamente a la placenta. El latido del corazón de la madre y los sonidos que percibe el feto se transforman en música y lenguaje. La pared del útero, en la pared de la casa, la muralla de la ciudad y la frontera internacional. El cariño de la madre, en solidaridad social.

Así podríamos seguir asociando cada una de las experiencias del feto, incluidas las negativas, con comportamientos sociales: la indiferencia de los padres puede transformarse en egoísmo, y el miedo, en armas y guerras.

De los hallazgos de la psicología prenatal se deduce que los padres no sólo pueden influir de manera decisiva en el bienestar futuro de sus hijos, sino en el espíritu de la cultura, los valores y las relaciones sociales. Y pueden hacerlo a través de los actos cotidianos.

El doctor Thomas Verny, autor de La vida secreta del niño antes de nacer y de El vínculo afecto con el niño que va a nacer, fue el primero en hablar, ya en la década de 1970, de la “educación prenatal” a través de la comunicación física, emocional y mental entre la madre y el feto. Esta educación consistía en ejercicios y prácticas de relajación, armonización, visualización y comunicación pensados para cada semana del embarazo.

Muchos otros investigadores continuaron los trabajos de Verny. David Chamberlain, Rene Van de Carr, Gabriella Ferrari o Gino Soldera desarrollaron metodologías que incorporaban los nuevos descubrimientos científicos (se ha ido comprobando que los sentidos del feto funcionan como mucha agudeza y desde muy pronto). Chamberlain enumera los tres aspectos esenciales de la paternidad prenatal:

• Alimentar un cuerpo físico sano. Los padres que esperan al nacimiento para cuidar la salud física de su hijo pueden llegar tarde. Los cimientos fisiológicos ya están construidos. La calidad de la alimentación de la madre o la presencia de sustancias tóxicas y contaminantes en el útero –desde medicamentos a drogas pasando por plaguicidas y moléculas artificiales– pueden ser decisivas para la salud física y mental del niño. Una dieta nutritiva y un estilo natural de vida garantizan que el niño no se verá expuesto a agentes peligrosos. Las dietas hipocalóricas, ya sea por razones puramente estéticas o por consejo médico, son en muchos casos una amenaza para los niños.

• Crear cimientos emocionales. Una de las grandes sorpresas sobre la vida en el útero es que el feto siente emociones y las expresa. A las diez semanas de embarazo se pueden observar gestos que revelan autocontrol, intereses y necesidades. Entre la 13 y 16 la semanas es capaz de oír las voces de los padres. A las 15 semanas reacciona a la risa de la madre. La vida uterina no tiene nada que ver con la paz oceánica que los autores clásicos imaginaban. Es un mundo en comunicación intensa con la madre y el exterior. El sistema emocional del niño se va organizando en función de estas experiencias tempranas. Si se siente rodeado de ira y miedo, se prepara para un mundo exterior dominado por esas emociones. En cambio, la creación de un vínculo afectivo positivo con la madre es una condición para que el hijo llegue a establecerlo con las demás personas, con la sociedad y con la naturaleza. El obstetra Michel Odent ha escrito sobre la conveniencia de que el hogar del futuro niño esté embargado de alegría y emociones positivas.

• Establecer una conexión rica con el niño. Antes de nacer ya puede escuchar conversaciones –cuyo tono emocional capta– y músicas que luego recuerda. Reconoce con agrado las voces de los padres y los ritmos musicales familiares, lo que le sirve para establecer los primeros vínculos emocionales con otras personas. También adquiere las bases de la lengua hablada en su idioma materno.

El doctor Yoshiharu Morimoto ha creado un programa de cuidado prenatal que ya ha demostrado su éxito con más 7.000 niños en Osaka (Japón). El objetivo principal es favorecer la creación de un vínculo con el feto que le conectará de una manera positiva con su familia y con el mundo exterior. Las madres que lo han realizado aseguran que los niños son independientes, seguros de sí mismos y equilibrados anímicamente.

• Entrenamiento autógeno. Morimoto enseña la técnica creada por Johannes Schultz. Una vez aprendida, la madre puede alcanzar un estado de relajación profunda, física y mental, muy rápidamente y siempre que lo desee. En este estado de conciencia pueden hablar con sus hijos en el útero. Luego, durante el parto, pueden utilizarla para facilitar el paso por el canal vaginal.

• Trabajo con imágenes. A través del juego con arena –o sandplay, terapia para acceder al inconsciente a través del modelado de figuras, que se utiliza especialmente con niños–, la madre crea una casa para el bebé. El ejercicio hace que la madre reviva sentimientos infantiles y provoca una empatía natural con el hijo. De manera similar, las madres pueden modelar en papel maché la cara del hijo que esperan. En muchos casos, la máscara presenta un parecido increíble con la carita que tendrá el futuro recién nacido.

• El juego de la patada. Es fascinante, sencillo y simpático. Cuando el niño da una patada espontánea, la madre palmea en el lugar donde la ha sentido, al tiempo que dice “¡dame otra patadita, cariño!”. Es un juego que divierte al niño y le vincula a la madre y al padre, que también puede participar.

• Charla con el niño. Puede realizarse en cualquier momento y lugar, siempre que haya silencio y el niño dé muestras de estar despierto. Antes de comenzar a hablar, la madre tiene que relajarse y concentrarse en el amor que siente hacia su hijo. Desde esa emoción, le habla con voz alta y clara. Por otra parte, en todos los momentos del día, las madres pueden poner especial atención en las impresiones que reciben a través de sus sentidos: lo que huelen, lo que ven, lo que tocan y lo que escuchan. Su hijo disfruta de todo ello de alguna manera.

• Escuchar música. El objetivo no debe ser sólo cultivar su inteligencia y creatividad, sino ofrecerle un mensaje de bienestar y acogimiento. Una buena idea es cantarle una canción, si es posible, creada por la madre para su niño.

Más allá de todos los ejercicios que proponen los expertos, las madres tienen un instinto para dar la bienvenida al mundo a sus hijos. Sólo deben dejar que salga a la luz. El resultado serán generaciones de seres humanos mejor preparados para una vida plena.









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2 comentarios:

Marcelita dijo...

Es un tema super interesante al que deberia darsele mayor relevancia en la actualidad. Aun deberian crearse programas de educacion para madres en embarazo.

silvia dijo...

Realmente si una mujer en el momento de la gestacion esta informada de todo esto,cuantos problemas posteriores en el nuevo ser se evitarian,cuento escuetamente mi historia:Segun cuentan mis padres,ante de mi nacio mi hermano mayor muerto por asfixia intrauterina,mi madre quedo destrozada y los medicos le dijeron a mi padre que la solucion a su tristeza era "tener un nuevo hijo",al año nazco yo,durante mi embarazo mi madre hizo el duelo por su primer hijo,llego a decirme"vos naciste porque me obligaron a tenerte,yo no queria mas hijos",mi niñez,adolecencia y hoy en dia que tengo 60 años ha sido de una angustia TERRIBLE,me cuesta relacionarme con los demas,siempre me siento rechazada,insegura,temerosa,con un sentimiento de muerte cercana desde que temgo uso de razon,triste,son pocos los momentos en los que me siento feliz,a pesar de que forme una hermosa familia,pero,siempre es ese pero,algo falta y no se que es.Para peor,busque el acta de defuncion de mi hermano y mi partida de nacimiento y hay muchas irregularidades,tengo dudas de haber sido melliza y anotada un año mas tarde.Hay una cancion aqui que dice "mi vida siempre ha sido una mentira,una cruel y estupida mentira",escribo esto para que todas las mamas en periodo de gestacion tomen consiencia y piensen que nadie pide venir,nos traen,entonces QUE SEA EN LAS MEJORES CONDICIONES,NO somos culpables de lo que les sucedio.