Se trataba de un monarca con ánimo muy cambiante y que se dejaba llevar incontroladamente por sus estados de ánimos. Cuando la cosecha del reino era abundante, se sentía desmesuradamente eufórico, pero cuando menguaba, se sentía muy deprimido y al borde de la desesperación. El mismo se avergonzaba de su inestabilidad emocional y de las bruscas fluctuaciones de su ánimo. Debido a ello, hizo público el siguiente bando: “Aquel artesano que le proporcione al monarca un medallón que pueda servirle de consuelo e inspirarle un estado de ánimo de equilibrio y armonía será recompensado con creces”.
Todos los artesanos del reino prepararon medallones con las más variadas formas y lo más diversos motivos para el monarca, pero ninguno de ellos fue capaz de reportarle una fuente de inspiración para sosegarle el ánimo. Estaba muy apenado, pero cierto día se presentó en la corte un artesano de otro reino y le entregó un medallón al rey.
El monarca miró el medallón y se dio cuenta de que no tenía nada de especial y que incluso era de un metal de mala calidad. Muy irritado, preguntó al artesano:
¿Pretendes burlarte de mi, maldito extranjero? Si tal es tu propósito te haré ahorcar.
En absoluto, majestad -dijo el artesano-. Me temo que no ha contemplado el otro lado del mdellón. Ruego a su majestad que tenga a bien hacerlo y seguro que si sigue lo que ahí se indica, no volverá a sufrir extremados ni desequilibrados estados de ánimo.
El rey dio la vuelta al medallón y se encontró una inscripción que rezaba: “Porque hay abundancia, hay escasez; porque hay escasez, hay abundancia. Pero una y otra pasan, incluso el éstado de ánimo de su Majestad”.
Gracias a ese recordatorio, el monarca consiguió equilibrar sus humores. Todas las noches leía la sabia instrucción y dormía profunda y reparadoramente. Algo más que decir: cuando envejeció, dejó el reino en manos de su hijo, partió a la soledad de los bosques y meditó hasta que la dama de la muerte le arrebató la vida.
Reflexión
Por falta de visión cabal y penetrativa, cuando estamos en un extremo no nos percatamos del otro y cuando estamos en un lado, el otro nos pasa desapercibido. Así nos aferramos a uno y otro extremo, sin percatarnos de que todo son procesos internos y externos que mudan, transitan, pasan. Pero cuando se abre el ángulo de visión, uno puede percibir los dos lados y situarse en el punto de no-dualidad, de unidad, que nos mantiene en calma ante el curso de los acontecimientos, contemplando desde la quietud imperturbada el trasiego de los procesos internos y externos, que surgen y desfilan para desvanecerse.
En el escenario de la vida todo son luces y sombras, sortilegios, ante los que hay que mantener la mente atenta y calma. Mi buen amigo el sadhu Baba Sibananda de Benarés siempre me dice: “Observa, pero estate calmo; mira, pero no te alteres”. Como él asevera todo es muy misterioso. Hay que saber hallar el punto de quietud en la inquietud y el punto de unidad en lo dual. Porque hay verano hay invierno, porque hay noche hay día, porque hay placer hay dolor. Le pregunté en cierta ocasión a un maestro: ¿Por qué hay sufrimiento?. Y me repuso: ¿Y por qué no me pregunta, por eso mismo, por qué hay placer?. Placer y dolor se alternan. Ante las vicisitudes y alternancias sólo contamos con el bálsamo seguro de la ecuanimidad: ver desde la calma, contemplar desde la imperturbabilidad. Los estados de ánimo cambian constantemente. A unos siguen otros como unas olas a otras. No hay que dejarse arrastrar por ellos, pero lo hacemos por el fenómeno de identificación, que nos enceguese y atolondra y nos roba la presencia del ser. Muchas veces no podemos cambiar los acontecimientos, pero sí nuestra actitud ante ellos. Vienen los vientos del norte; vienen los vientos del sur, pero podemos estar tranquilos.
LIBRO: LOS MEJORES CUENTOS ESPIRITUALES PARA LA VIDA DIARIA pág. 41/43 AUTOR: Ramiro Calle / EDITORIAL: Kailas
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