domingo, 2 de noviembre de 2008

Autoestima y profesión


Por: Ervin Ruiz. 

Si nuestros amores son un área clave para nuestra salud mental, nuestro comportamiento ante nuestro puesto de trabajo es la otra área fundamental para un adecuado desarrollo personal. Veamos pues de qué manera influye la autoestima en el campo laboral y cómo se relaciona con el amor. 

Podemos tener una excelente formación para el trabajo que desarrollamos. Y, conforme transcurre nuestro desempeño en él, así lo notan los jefes. Poco a poco comienzan los pequeños ascensos y todo va viento en popa. Pero un buen día nos reciben con una gran noticia: hemos sido ascendidos a una de las jefaturas más importantes. Todos nos felicitan, pero nosotros, esa noche, estamos destruidos. Nos decimos: no puedo, no estoy capacitado, eso requiere enfrentamientos constantes, hay muchas incertidumbres, estaré en la mira de muchos... 

Técnicamente estamos preparados, pero emocionalmente no. Nuestra autoestima era suficiente hasta cierto punto, pero ¿esto? ¡Desborda los límites! Los desenlaces son muy diversos: pongo un pretexto familiar para no aceptar el puesto, lo acepto pero en el transcurso me enfermo por la auto-presión y tengo que renunciar, comienzo a fallar por falta de seguridad y a la larga los problemas acumulados terminan en mi despido, etc. Y es que la baja autoestima no me imposibilita aspirar y desear un alto cargo, pero sí llegar a él y, sobre todo, sostenerme en él. 

Pero también puede suceder que la persona con baja autoestima sea el jefe general. Recibió una pequeña herencia, había estudiado mecánica automotriz y montó un taller con diez personas. Si se deja mangonear, todo está dicho. Pero, si no, tenderá a ser el jefe que siempre tiene razón. Disfrutará mostrando su superioridad. Cuando un empleado haga una sugerencia valiosa puede lanzarla al cesto de la basura o, si la acepta, convertirla en algo supuestamente mejor mediante su toque personal. Después se quejará sobre lo poco creativo que es su personal pero, tras meditarlo, concluirá que por algo él es el jefe y ellos los empleados. El rey de la selva siempre se destaca, se dirá a sí mismo. 

O bien soy un empleado secundario. Estoy tranquilo, me digo. Tengo control de la situación. Sin embargo, me pongo muy nervioso cuando es contratado un nuevo empleado en mi sección. Comienzo a preguntarme si están descontentos conmigo o si me van a despedir. Tampoco estoy feliz de que la empresa avance por nuevas sugerencias hechas por mi vecino de cubículo. La envidia toca mis puertas. Una crítica constructiva, que además me fue dicha correctamente, me quita el sueño. En definitiva, cuando está presente el miedo, por muy larvado que se encuentre, tarde o temprano precipitaremos la calamidad que tememos. Una baja autoestima tiende a generar profecías que se cumplen a sí mismas. 


Como puede verse, en estos casos existe un paralelismo con el amor. Así como la persona no soportó el ascenso al alto cargo, en cosas del amor no logró la fusión amorosa. En el momento que lo apetecido parecía tenerse, de una u otra manera he boicoteado la relación. O, como el rey de la selva al que nos hemos referido, busco crear relaciones afectivas en las que tengo pleno control. Soy el dueño del negocio. Si siento que el amor me lleva a algo desconocido, me retiro. Prefiero el cariño discreto para tener pleno control. Igual que tener un puesto de trabajo secundario sin el riesgo a lo desconocido.


El mecanismo es el mismo. Si no me creo merecedor del amor o éxito laboral (en todo o en gran parte) me encaminaré constantemente a experiencias fallidas. Las experiencias fallidas me dirán que estoy destinado a sufrir, que no tengo derecho a ser feliz. Y en consecuencia el círculo vicioso está creado. Quizás no lleguemos a situaciones exasperantes. Nos podemos conformar con situaciones grises en ambos casos. Pero éstas no dan la felicidad a largo plazo. Sí, a mi pareja le tengo cariño, pero siempre estoy ansioso y buscando complicaciones en el horizonte. Sí, me siento mejor en este puesto secundario, pero no dejo de sufrir porque nadie me ve... 

Si tenemos autoestima laboral, por el contrario, confiamos en nuestra capacidad de eficacia y eficiencia. Pero no se trata de que creamos saberlo todo ni mucho menos: 

  • Nuestra convicción en pro de nuestra propia capacidad consiste en la apertura a aprender lo que la experiencia vaya mostrando que necesitamos. 
  • Nos impulsa a consultar y escuchar sobre diversos aspectos para hacernos un juicio más global y por tanto más acertado. 
  • A alegrarnos con personas que tienen iniciativa e incentivarlas para la mejor marcha del trabajo en su conjunto. 
  • A aceptar los errores que cometamos y confiar en nuestra capacidad de enmendarlos. 
  • A mantener una permanente flexibilidad para asumir creativamente caminos nuevos que permitirán mejores avances.

Como claramente puede verse, todos estos aspectos están más allá de la capacidad técnica. Es algo más. Es autoestima en acción. 

E igual sucede en el campo amoroso. Tan es así que perfectamente podemos parodiar, en el campo del amor, lo que hemos dicho del campo laboral. Apliquemos pues lo recién dicho sobre el campo laboral al campo del amor usando casi las mismas palabras para destacar que la lógica interna es la misma: 

  • Nuestra autoestima conlleva la convicción en pro de nuestra propia capacidad para aprender lo que la experiencia de pareja vaya mostrando que necesitamos. 
  • Implica la capacidad de consultar y escuchar a nuestra pareja sobre diversos aspectos para hacernos un juicio más global, y por tanto más acertado, sobre nuestras relaciones personales. 
  • Supone alegrarnos con las iniciativas de mi pareja e incentivarlas para contribuir a su mayor desarrollo y felicidad. 
  • Conlleva aceptar los errores que cometamos y confiar en nuestra capacidad de enmendarlos. 
  • Estima apropiado mantener una permanente flexibilidad para asumir creativamente caminos nuevos que permitirán mejores avances. 

¿No creemos que si nos comportamos así es muy probable que tengamos éxito en el amor? Casi hemos copiado las mismas frases del párrafo anterior que se refería al éxito laboral. Como hemos visto, tanto en el caso de una baja autoestima como de una alta, la lógica ante el amor y el trabajo tiende a ser similar. 

Es similar porque nos estamos refiriendo a lo mismo: a la autoestima. Recordemos cómo la definimos inicialmente:

Entendemos la autoestima como la capacidad pensarnos y sentirnos fuertes para enfrentarnos a los desafíos sustanciales de la vida. Esto implica: el derecho a proponernos metas altas, acordes con nuestras capacidades y principios morales; nuestra facultad de afirmar, en este proceso, nuestras necesidades o insuficiencias; nuestra capacidad tenaz de fortalecer nuestras cualidades y debilitar nuestros defectos; el sentirnos con derecho a gozar del fruto de nuestros esfuerzos y sabernos, en principio, dignos y respetables. Ese conjunto de factores implica nuestra convicción y derecho a sentirnos personas predominantemente felices, con capacidad de reírnos de nosotros mismos. 

¿Consideras que es muy difícil? No te olvides que pocas personas, si alguna, alcanza ese ideal plenamente. La experiencia muestra que si logramos avanzar un 5% en esa dirección, se producen cambios sorprendentes en nuestra vida. ¡¡Avancemos!!




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