Ismael Quintanilla Pardo
Universidad de Valencia

Este artículo es un resumen del que se ha publicado en la Revista electrónica de motivación y emoción, con el título de Motivaciones del consumidor y crisis económicas, Volumen XII, número 35-36, 40-61. Argumentaciones y datos de mayor amplitud se pueden consultar en el mismo, así como la bibliografía utilizada para su realización.

Introducción

Existen evidencias que relacionan las crisis económicas con las motivaciones de los consumidores y recíprocamente. El proceso que configura la aparición y desencadenamiento de una crisis, aún complejo, está bien descrito en la literatura científica. Tres parecen ser las fases o episodios. En primer lugar, un estado de bonanza económica propicia el consumo en franco progreso, que, a su vez, influye sobre la bonanza y el aparente bienestar de la gente. Sigue, en segundo lugar, un periodo de fuerte especulación y, en tercer lugar, la fase de alta especulación termina siempre con un choque violento de depresión y reestructuración económica. Los comportamientos y motivaciones de las personas para cada una de estas fases son diferentes. La primera se caracteriza por las expectativas –generalmente positivas y orientadas al consumo–, la segunda por la implicación de la mayor parte de los ciudadanos en el proceso de especulación y la tercera por la búsqueda de un proceso de adaptación o ajuste.

Conviene distinguir entre la bonanza productiva y la especuladora. Lo que mejor se me ocurre para ver rápidamente su diferencia es que esta última siempre se basa en la deuda. Se especula con ella, y cada vez se hace más grande, llegando a ser una deuda colosal. Es, por tanto, una bonanza ficticia, que antes o después debe pagarse. Este episodio especulador se caracteriza por la idea dominante de que hay "algo nuevo en el mundo", generalmente un sistema innovador que procura el dinero fácil, para todos y rápidamente (los fondos basura han sido el último invento). Sin embargo, este sistema innovador no existe en el ámbito de las finanzas. Primero, porque las operaciones financieras se prestan muy poco a la innovación y, segundo, porque las innovaciones en este ámbito siempre conllevan una deuda garantizada por unos bienes más o menos tangibles. Ése es el principal problema, si hay una deuda antes o después alguien tendrá que pagarla.