jueves, 3 de julio de 2014

Tanorexia: el bronceado nunca es suficiente

Beatriz M. Fajardo
La tanorexia o adicción al bronceado es la necesidad de lograr un tono de piel más oscuro ya sea tomando el sol al aire libre o en cabinas de rayos UVA.
Proveniente del término inglés “to tan”, esta  búsqueda obsesiva del moreno supone un problema cada vez mayor con la llegada del verano. Un estudio realizado en 2006, indicó que este trastorno se produce por una liberación de opioides y endorfinas mientras se toma el sol. Consecuencias como el envejecimiento prematuro o la aparición de melanomas, parecen no disuadir a aquellos que tienen esta extrema necesidad. A esto se le suma el factor físico, el culto al cuerpo que hace que el enfermo, además de sentir placer, disfrute de los resultados viéndose posteriormente más atractivo. 
Es una adicción que en poco se distingue de las demás. Se han llegado a advertir síntomas similares al  síndrome de abstinencia. A esto le sumamos que un estudio de la Universidad de Harvard ha revelado que la exposición crónica a la radiación ultravioleta provoca en ratones la liberación de endorfinas, lo que demuestra que la adicción al sol comparte la misma vía hormonal que la del consumo de heroína. “Es sorprendente que estemos genéticamente programados para ser adictos a algo tan peligroso como la radiación UVA, probablemente el cancerígeno al que estamos más fácilmente expuestos. Sospechamos que una posible explicación radica en el papel clave de estos rayos en la síntesis de vitamina D de la piel”, indica David Fisher, autor principal del trabajo de la prestigiosa universidad estadounidense.

¿Tienes tanorexia?

Una persona que sufre tanorexia siente placer al broncearse y al mismo tiempo está convencida de que su piel luce más pálida de lo que está en la realidad. Tienes tanorexia si:
-Sientes frustración crónica con tu bronceado, nunca te parece suficiente
-Te sientes culpable si hace sol y te quedas en casa 
-Te crea ansiedad la idea de perder el moreno que tanto te ha costado conseguir
-Compites con los que están a tu alrededor para ver quién está “más negro”
-Tomas el sol aunque se te caiga la piel por quemaduras
-Sientes angustia o mal humor si no puedes broncearte
-Descuidas pequeños detalles como ‘comer’ para no perder horas de sol

“El problema es que yo quiero estar morada”

Estas son algunas de las situaciones cotidianas que vive Amanda, una joven de 28 años cuya vida se ha vuelto un infierno. Su adicción al sol la ha convertido en una joven infeliz, porque es joven, aunque cueste creerlo al verla. Su arrugada y oscura piel hace que la gente se gire sorprendida.  Al instante se justifica: “Ya me ves, ayer volví. No lo pude evitar”. Se refería al salón de bronceado, un lugar muy socorrido para las tanoréxicas cuando el tiempo no acompaña. Amanda está intentando “dejar los rayos”. 
Sepamos qué se le pasa a una tanoréxica por la cabeza. “Cuando sale el sol… (se estremece) quiero notar cómo entra  en mi piel, que me arda la cara, sentir cómo mueren una a una las células de mi epidermis... No tengo leche en la nevera  y lo más seguro es que llegue tarde al trabajo pero no puedo levantarme de la tumbona. No puedo soportar sentir que ‘pierdo’ una mañana y en mi cara no se note que he estado horas al sol.” Se trata de una auténtica adicta, cuando habla del sol se pone nerviosa y tiene sentimiento de culpabilidad.  Son muchos los trucos de estas “obsesas del sol” para que cundan más las sesiones.  “Aceite de oliva, Betadine, Coca-cola o una buena mezcla de todo hace que te “frías” y se te quede una buena marca, no tiene sentido este esfuerzo si no se aprecia el progreso… Cuando estoy tomando el sol me miro en el reflejo del móvil cada vez más roja, el problema es que yo quiero estar morada. Nunca es suficiente y eso me supera. “
Amanda decidió hace un mes someterse a tratamiento psicológico. “Me lo suplicó mi madre, yo tengo mucha ansiedad pero no creo que tenga ninguna enfermedad”, afirma mientras cuelgan pieles de las zonas quemadas de su cara.

FUENTE: LA GACETA











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