¿Se pasa tu hijo la vida entre las cuatro paredes de su dormitorio alumbrado por el resplandor de la pantalla de su ordenador? ¿Le ha dado la espalda a la vida real? ¿Es alguien huidizo, reacio a conducirse por la vida de una manera normal? ¿No quiere nada ni parece sentir afecto por su familia ni por nadie? ¿Odia que lo observen y es incapaz de cruzar la mirada con una persona de carne y hueso? ¿Su menú se reduce a la pizza o la comida fría que le dejan en la puerta de su habitación? ¡Pues préstele mucha atención!, puede que esté gestando el síndrome de los Hikikomori o tenga ya en su casa a uno de ellos, ya que sus víctimas favoritas son jóvenes entre 15 y 25 años, hijos únicos o primogénitos, introvertidos, con baja autoestima y escasas habilidades para las relaciones sociales, sin ninguna patología psiquiátrica previa. Les separa de sus padres una enorme brecha cultural y disfrutan de una holgada posición económica que les permite tener una habitación propia y acceder a los últimos avances tecnológicos.
¿Qué es un Hikikomori?
El término Hikikomori fue acuñado por el Dr Tamaki Saito, en el año 2000 y significa apartarse, estar recluido. Se define como una forma voluntaria de aislamiento social o autoreclusión, debido a factores tanto personales como sociales y suele ser una decisión propia de jóvenes sensibles, tímidos, con pocos amigos, con mala relación familiar y con la percepción de que el mundo exterior les agrede. Su vida cursa en una habitación de la que no salen. Se refugian en su mundo infantil y virtual, que alimenta internet. Su vida gira en torno a los videojuegos, Play Station, Nintendo, Wii, etc. Todo lo hacen sin salir de casa, alterando incluso los ritmos diarios (duermen de día, comen por la tarde y se pasan la noche conectados a internet, jugando con videojuegos y viendo la televisión). Ese es su único refugio de vida, donde respiran lejos de la normalidad. Algunos atemorizan a sus padres y tienen comportamientos agresivos. Para otros, la tristeza, la obsesión, la ansiedad y la depresión se hacen gradualmente cada vez más presentes, y entre su propio mundo cerrado unos pocos pueden llegar hasta el suicidio. Todos ellos tienen en común un rechazo a la escuela, al trabajo y en general a la negación de asumir responsabilidades. Abandonan su higiene personal, su conexión con el exterior y su disposición a la palabra. Tienen una pasión por la cultura digital llevada al extremo, unida a un miedo por enfrentarse a una vida profesional basada en la competencia.
Con el paso del tiempo estos jóvenes van desarrollando un profundo sentimiento de infelicidad y desesperanza, van perdiendo sus amistades en el mundo real y se hacen más y más tímidos e inseguros.
Aunque el fenómeno tiene su origen en Japón, poco a poco (aunque con características diferentes según cada sociedad), se va extendiendo como una pandemia al resto del mundo. En España, este fenómeno se conoce con el nombre de “Síndrome de la puerta cerrada”, en el mundo anglosajón como “Social withdrawal” y en el mundo francoparlante como “Syndrome du retrait social aigu”. El primer caso de Hikikomori o síndrome del aislamiento descrito en Occidente fue el de un joven Español de Zaragoza que pasó casi un año recluido en su habitación.
Tipos de Hikikomori
• El Pre-Hikikomori o junhikikomori, que sale de vez en cuando o asiste al colegio o universidad algunas veces, pero carece de toda relación social.
• El Hikikomori social, que rechaza el estudio, el trabajo o la preparación laboral, pero mantiene relaciones sociales, llamado también NEET (norcurrently engaged in education, employment or training), que presenta numerosas características similares a la generación «ni-ni» en España (ni
trabaja ni estudia).
• El Tachisukumi-gata, que presenta una fobia social muy marcada y se siente paralizado de miedo.
• El Netogehaijin, literalmente «zombi del ordenador».
Pero el Hikikomori más habitual es el que no hace absolutamente nada y rechaza todo tipo de esfuerzo –algunas veces hasta el más mínimo– para realizar las necesidades más básicas de la supervivencia,como comer o dormir (incluso se han descrito casos de enfermedad o muerte por inanición). Su familia sabe que sigue vivo porque devuelve vacía la bandeja de comida en la puerta, frontera infranqueable entre el Hikikomori y el mundo exterior. Esto significa que no sale de la habitación para nada ni habla con nadie, no se asea ni se baña nunca, no se corta el pelo ni se mueve lo más mínimo, y ello conlleva una pérdida irrecuperable no sólo de las habilidades sociales de comunicación e interacción, sino también de la capacidad motora, lo que lo convierte en una especie de muerto en vida.
¿Por qué se aíslan?
¿Cómo es posible que una persona joven sea capaz de encerrarse durante años entre cuatro paredes y decidir que no quiere ninguna relación con el mundo?
Ante un fenómeno tan novedoso las causas son simplemente hipótesis. Hay quienes culpan a la tecnología afirmando que los adolescentes viven en un mundo caracterizado por Internet, los videojuegos, los móviles y es algo que les hace perder el contacto con la realidad. Los adolescentes han dejado de jugar en la calle y en el campo, que eran los ámbitos naturales donde se forjaban sus relaciones sociales; el consumo de televisión se acrecienta entre la población adolescente; internet, las videoconsolas y, en general, todos aquellos divertimentos que sustituyen la interacción humana por las máquinas se han convertido en el nuevo entretenimiento.
Hay quienes afirman que el fenómeno se debe a una sociedad enferma caracterizada por la competitividad social y relaciones familiares demasiado rígidas.
Sin embargo, buscar una única causa para un fenómeno social como este sería un error, ya que está multideterminado no solo por las peculiaridades de la sociedad y sus productos tecnológicos, sino también por las formas de relacionarnos y ser en el mundo y por las características de personalidad, siendo las razones que llevan a tomar la decisión de encerrarse en una habitación para perder el contacto con la realidad y autorrecluirse, muy diversas.
El hecho de aislarse no es algo que suceda de la noche a la mañana, sino un proceso gradual que comienza cuando empiezan a recluirse en su habitación cada vez por más tiempo, como absorbidos por internet, dejan de llamar y quedar con sus escasos amigos y empiezan a descuidar sus estudios. Es aquí donde comienza esta especie de suicidio social. Pero los síntomas que van anunciando el aislamiento definitivo son:
- El rechazo a asistir al colegio, que puede deberse, entre otras muchas razones, al acoso escolar.
- Desengaño amoroso.
- Fracaso o bajo rendimiento escolar.
- Escasas habilidades para las relaciones sociales.
- Incapacidad para gestionar las relaciones de grupo.
- Presión de una sociedad extremadamente competitiva.
- Pérdida de autoestima y confianza en sí mismos.
- Dependencia de las relaciones familiares. La perspectiva de dejar la casa se convierte en algo aterrador.
- Presión familiar para que cumplan con su papel en la sociedad (estudiar, buscar trabajo) y para que cumplan las expectativas o los planes que sus padres tienen para ellos (que estudien la carrera que ellos quieran, por ejemplo).
- El horario laboral de los padres, que impide cualquier normal comunicación con sus hijos.
- La creciente competitividad escolar y social en general, provocada por el hecho, hasta cierto punto lógico, de que los padres pretendan que sus hijos prosperen más que ellos y alcancen un mejor nivel de vida.
- El exceso de actividades extraescolares.
- La saturación material.
- El hiperconsumismo, la hiperinformación e hipercomunicación,
- La escasa o nula tolerancia a las frustraciones, etc.
El papel de los padres
¿Cómo es posible que no se hayan previsto las consecuencias y se haya prolongado tanto tiempo una situación tan insostenible, y por qué no se ha atajado el problema de alguna forma? ¿Por qué no reaccionan los padres?
La respuesta es extremadamentecompleja, ya que se trata de un proceso muy lento, difícil yoculto.
La mayoría de los Hikikomori suelen encerrarse durante 1-5 años, pero hay casos en los que puede durar hasta 10 años o casi dos décadas y es aquí donde radica la extrema gravedad del problema: los adolescentes y jóvenes que se aislaron hace casi dos décadas son ahora treintañeros o casi cuarentañeros y han tirado por la borda los mejores años de su vida, justo cuando debían estar preparándose para el futuro. Para bien o para mal su habitación se ha convertido en el escenario donde han construido su identidad personal y social, el lugar físico y virtual desde el cual le cierran la puerta al mundo.
Una vez encerrados suelen pasar muchos años antes de que los padres recurran a pedir ayuda y esta pasividad suele contribuir a mantener el problema, ya que éstos:
Normalmente, esperan que se resuelva solo.
Suelen creer que es una rareza propia de la edad, pero con el tiempo muchos de estos jóvenes se convierten en dependientes, exigentes y tiranos con sus padres, se muestran violentos o amenazan con suicidarse si les sacan de su encierro, motivo por el cual tardan mucho en solicitar ayuda sanitaria, y cuando lo hacen, los Hikikomori suelen rechazar esta ayuda.
No se atreven a afrontar la situación.
En algunas ocasiones incluso se llega a crear escenarios de malsana dependencia entre la madre y el hijo.
Reconocer la existencia de un Hikikomori supone un motivo de vergüenza social, un fracaso del papel educativo, especialmente de la madre, que se ve desbordada por la situación.
Los padres suelen pensar que se debe esperar hasta que voluntariamente se reincorpore a la sociedad, esperan el desenlace de forma pasiva ante lo que creen una situación transitoria, como una fase que el adolescente tiene que superar.
Los estilos educativos de la familia son sobreprotectores en exceso y siempre desean mantener los hijos dentro de casa. De esta forma, el Hikikomori es una problemática que se da fundamentalmente entre los chicos de clase media-alta ya que son sus progenitores quienes pueden permitirse mantener un hijo en casa sin estudiar o trabajar.
Estas razones favorecen que los padres dejen pasar unos años, con la esperanza de que el problema se solucione por sí solo, hasta que se deciden finalmente a intervenir, normalmente con la ayuda de un especialista. Por esto no se fuerza, o se tarda mucho en hacerlo, de forma drástica al Hikikomori para que vuelva a integrarse en la sociedad.
¿Cuáles son las posibles causas del Hikikomori para mantenerse en esta situación?
Abandono del colegio y el consecuente sentimiento de culpabilidad, aumentando así la presión familiar.
Miedo gradual a salir y a conocer gente, renunciando poco a poco a todo tipo de comunicación con sus amigos y, eventualmente, sus padres.
Rebeldía juvenil de una manera diversa, introyectando las emociones.
Emociones negativas que implican el deseo de querer y no poder salir de la situación, rabia hacia la sociedad, tristeza por estar en esta condición, temor sobre lo que puede pasar en el futuro y envidia a las personas que llevan una vida normal.
Entre ellos establecen dinámicas de apoyo para seguir encerrados en su habitación, forman comunidades virtuales y si alguno está pensando en dejarlo, se apoyan para seguir siendo Hikikomori. A veces están orgullosos de serlo, están a gusto en ese mundo, otras veces lo detestan.
¿Existe un tratamiento para el Hikikomori?
La reinserción de estos chicos no es nada fácil, ya que todo el mundo se limita a respetar el aislamiento y a esperar que el afectado tome por sí solo la decisión de volver a integrarse en la sociedad, sin ofrecerles otra alternativa o intervenir de cualquier forma. Sin embargo, con una intervención adecuada cualquier chico con un problema así puede reintegrarse en la sociedad y normalizarse.
Las pautas de tratamiento de una adicción a las nuevas tecnologías suelen consistir en la retirada del material electrónico, como el ordenador, el móvil, la consola, etc. Ello, en ocasiones, provoca conflictos de los menores con sus familias, porque la mayoría se niega, o bien los propios padres no están de acuerdo con estas medidas, especialmente en los casos de padres separados.
Existe una serie de terapias diversas que afrontan este fenómeno. A pesar de la diversidad que presentan las mismas es posible hablar de dos grandes aproximaciones:
El acercamiento médico-psiquiátrico donde se trata la problemática como un desorden mental o comportamental que demanda la recuperación en hospital, sesiones de psicoterapia y asunción de psicofármacos. Su enfoque es empezar con "reorganizar" la relación del paciente con sus padres, armar a madres y padres desesperados con estrategias para reiniciar la comunicación con sus hijos. Cuando el paciente está lo suficientemente bien como para acudir a la clínica en persona, se le trata con fármacos y terapia.
El acercamiento social donde se comprende el fenómeno como un problema eminentemente social y se aleja al joven de la casa, logrando métodos de comunicación, alojándolo en una comunidad con otros chicos que tienen su misma problemática para fomentar la convivencia y el intercambio, reaprender habilidades sociales y comunicativas y ofrecerles actividades atractivas para que puedan ser compartidas. De esta forma se les motiva a reinsertarse socialmente. Los grupos de autoayuda se han convertido en una forma clave para atraer a un Hikikomori a la sociedad.
Lo que hace diez años era una anécdota, ahora es una realidad y en países como Japón, un problema. En España, todavía no es un problema sanitario, pero sí puede serlo en un futuro no muy lejano.
Si no se fomenta el uso responsable de las nuevas tecnologías y se conciencia a los padres, aumentarán los casos de este tipo en los próximos años, ya que todo el mundo tiene al alcance de su mano un portátil o un móvil con conexión a Internet. En todo caso, si usted tiene hijos jóvenes, o usted mismo es uno de ellos, mucho ojo con la “puerta cerrada”, cualquiera sabe lo que puede pasar dentro.
Autora: María Teresa Vallejo Laso
Referencias Bibliográficas
Gallego Andrada, E. El Hikikomori y el Sotokomori: El fenómeno de la deserción social en las jóvenes generaciones japonesas.Gallego Andrada, E. El escritor en su torre de marfil. Japón y España: Tumbados e Hikikomori.Fernando Blando, M. El estilo adictivo de las civilizaciones actuales.Buendía, M. Al fondo de la caverna: las sombras de los Hikikomori.
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