lunes, 27 de agosto de 2012

LA SILLA


La víctima era obligada a sentarse totalmente desnuda sobre un sillón de pinchos. El reo sufría brutalmente mientras el inquisidor interrogaba y un escribano tomaba apuntes de la sesión. Si el inquisidor lo creía conveniente podía mandar al verdugo golpear al preso, lo que provocaba que los pinchos entrasen con más profundidad en la piel. Y si el asiento era de hierro podía mandarlo calentar para que los pinchos al rojo vivo penetrasen mejor.








El hombre sano no tortura a otros, por lo general es el torturado el que se convierte en torturador. 


Carl Gustav Jung sobre el Sufrimiento










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