miércoles, 8 de octubre de 2008

EL VIAJERO Y EL MONJE


Había una vez un viajero que caminaba de un pueblo a otro. En el camino vio a un monje labrando uno de los campos vecinos. El monje le deseo buenos días y el viajero contestó con un leve movimiento de cabeza. Después se volvió hacia el monje y dijo:

- ¿Perdone, le importaría si le hago una pregunta?

- No, en absoluto –replicó el monje.

- Vengo del pueblo de las montañas y me dirijo al del valle y me preguntaba si usted sabe cómo son las gentes del valle.

- Dígame –dijo el monje -. ¿Cuál fue su impresión del pueblo de la montaña?

- Terrible –replicó el viajero-. Si le soy sincero, me alegro de dejarlo atrás. La gente no es hospitalaria. Cuando llegué allí me saludaron con una actitud distante. Por mucho que lo intenté, nunca pude sentirme parte del pueblo. Los lugareños se mantuvieron distantes y reservados, no tratan a los extrangeros con bondad. Así pues, dígame, ¿qué puedo esperar encontrarme en el valle?

- Siento decirle –contestó el monje –que creo que su experiencia en el valle será muy parecida.

El viajero agachó la cabeza y con aire resignado continuó su camino.

Unos meses más tarde otro viajero estaba realizando el mismo viaje de la montaña al valle.

- Buenos días –le deseó el viajero al monje.

- Buenos días –respondió el monje.

- ¿Cómo está usted? –preguntó el viajero.

- Bien –respondio el monje -. ¿Adonde se dirige usted?

- Voy al pueblo del valle –replicó el viajero-.¿Sabe usted cómo es?

- Sí –respondio el monje. Pero antes dígame. ¿de dónde viene usted?

- Vengo del pueblo de la montaña.

- ¿Y cómo le fue por alli?
- Estupendamente. Me hubiera quedado de no ser por mi propósito de seguir viajando. Me sentí como un miembro más del pueblo. Los ancianos me dieron muchos consejos, los niños bromearon y se rieron conmigo y la gente en general se mostró muy generosa –y añadió: -Me entristeció dejarlos. Siempre guardaré un recuerdo muy especial de ellos. ¿Y qué me dice del pueblo del valle? –preguntó de nuevo el viajero.

- Creo que su experiencia en el valle será muy parecida –replicó el monje -. Qué pase usted un buen día.

- Lo mismo le deseo y gracias –replicó el viajero con una sonrisa, y continuó su camino.



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