En terapia de conducta, el concepto de “trampa conductual” (behavioral trap) describe una situación en la que una conducta, una vez que comienza, se mantiene de forma automática por las consecuencias que recibe, sin que la persona necesite motivación especial para seguir realizándola.
Es como si la conducta quedara “atrapada” en un ciclo de reforzamiento que la mantiene viva a largo plazo.
Características clave de una trampa conductual
1. La entrada es fácil
Empezar la conducta requiere poco esfuerzo o barreras mínimas.
2. Una vez dentro, es difícil salir
Las consecuencias refuerzan la conducta de manera continua, por lo que la persona sigue haciéndola aunque ya no sea tan consciente de por qué empezó.
3. El refuerzo es potente y natural
No depende solo de premios artificiales, sino de consecuencias intrínsecas o del entorno (placer, éxito, aprobación social).
4. El refuerzo es intermitente o variable
Esto hace que la conducta sea aún más resistente a extinguirse (principio del refuerzo intermitente).
Ejemplos en terapia de conducta
* Ejemplo positivo:
Un terapeuta quiere que un adolescente practique deporte. Al principio, necesita animarlo mucho, pero una vez que el chico descubre que mejora su forma física, gana partidos y recibe elogios, la propia experiencia se vuelve reforzante y la conducta se mantiene sola.
* Ejemplo negativo:
Una persona prueba el juego de apuestas “por curiosidad” y gana una cantidad pequeña. Ese refuerzo inicial hace que siga jugando, atrapada en la expectativa de ganar, aunque a la larga pierda dinero.
Uso terapéutico
En intervención conductual, las trampas conductuales pueden ser aprovechadas para instaurar conductas saludables:
* Diseñar situaciones donde el refuerzo natural mantenga la conducta (p. ej., grupos de apoyo que generan vínculos gratificantes y hacen que la asistencia se mantenga).
* Favorecer que, tras un inicio guiado, la conducta se mantenga por su propio atractivo o por recompensas naturales.
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