lunes, 24 de marzo de 2014

FRECUENCIAS CEREBRALES DE NIÑOS Y ADULTOS

En el libro de Sue Gerhardt, Why Love Matters («Por qué importa el amor»), se hace hincapié en que el sistema nervioso fetal registra las experiencias vividas en el útero. En el momento del nacimiento, la información emocional derivada de las experiencias maternas ya conforma la mitad de la personalidad del individuo. (Ibid, pág. 68).

A este proceso, en BioNeuroEmoción, le llamamos «Proyecto Sentido» y comprende un periodo de tiempo que nosotros extendemos de los nueve meses antes de la concepción hasta más o menos los seis años. Durante este periodo el niño registra todas las experiencias sensoriales. Su cerebro, que nace solamente con conexiones del tronco cerebral y del cerebelo, tiene el resto libre y se va conformando según va creciendo y aprendiendo todos los aspectos psicomotrices, psicoemocionales, etc.

Las lecturas de los electroencefalogramas (EEG) muestran que los cerebros de los adultos tienen una actividad que se corresponde con los diferentes estados de conciencia: Delta (O,5-4 Hz), que corresponde a dormido o inconsciente; Theta (4-8 Hz), que corresponde a un estado de imaginación/ensueño; Alfa (8-12 Hz), que corresponde a la conciencia en calma; Beta (12-35), que corresponde a conciencia con concentración y Gamma (+ de 35), que corresponde a máximo rendimiento.



Imágenes cedidas por el O.I.P.S. (Organización para la Integración de la Salud, Cuba).

Las frecuencias cerebrales de los niños durante su desarrollo muestran un comportamiento radicalmente diferente. Las ondas del EEG oscilan y sus estados correspondientes evolucionan de manera gradual a lo largo del tiempo.

La actividad cerebral durante los primeros años de vida del niño es la Delta, la de más baja frecuencia.

Entre los dos y los seis años, la actividad cerebral del niño se incrementa y actúa sobre los rangos de Theta. Los niños pasan la mayor parte del tiempo en un mundo imaginario que se mezcla con el mundo real.(Ibid, pág. 70. )

La conciencia en calma, asociada a un aumento de la actividad Alfa, solo se convierte en una etapa cerebral predominante después de los seis años.

A los doce años el cerebro muestra todos los rasgos de frecuencia, aunque su actividad fundamentalmente se encuentra en Beta (Ibid, pág. 70).

En resumen: los niños se pasan los primeros seis años de su vida en una especie de trance hipnótico. Todo lo que el niño registra hasta esta edad lo hace sin filtros y es programado por sus padres y por las personas que le rodean.

Por eso, cuando a un niño se le ingresaba en un colegio de monjas o de sacerdotes, se le programaba de tal manera que estos programas marcaban su vida de adulto. Puedo hablar personalmente de ello. Nací en una familia fundamentalista ortodoxa de la religión católica, fui a un colegio de monjas y sacerdotes, mi vida estuvo marcada a fuego por los programas que me inculcaron. Hoy los he sanado, pero ellos siguen allí, prestos a activarse a la más mínima. Mi solución fue vivir la experiencia religiosa, a la que ahora llamo espiritual, desde un aspecto más metafísico. Mi Dios ya no es el dios del miedo, sino el dios del Amor. La culpabilidad ya no forma mi archivo principal y el perdón está constantemente reflejándose en mi vida.


FUENTE: Frag. del libro EL OBSERVADOR EN BIONEUROEMOCIÓN, pág 107-109, Autor: Enric Corbera, Editorial 
ULM PRODUCTIONS SCP





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