Entrevista a Monseñor Jaume González-Agàpito, Doctor en Teología, en Derecho, en Filosofía y en Letras, y Delegado de Ecumenismo y Relaciones Interreligiosas del Arzobispado de Barcelona. El papa Julio I pidió, en el año 350 d.C., que el nacimiento de Cristo fuera celebrado el 25 de diciembre sobre la base del simbolismo del solsticio de invierno, un hecho conmemorado por todas las religiones antiguas. Asimismo, el papa solicitó dicha celebración debido, también, a que los cristianos la festejaban desde de los primeros siglos, aunque hasta entonces se había consagrado hasta en 138 fechas diferentes. En este sentido, la fecha del 25 de diciembre fue decretada de forma oficial por el papa Liberio en el 354 d.C. A lo que se refiere a la rigurosidad histórica del 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Cristo, en los evangelios de Mateo y Lucas se narran los sucesos del natalicio de Jesús. En este sentido, en el evangelio de Lucas se comenta que los pastores que recibieron el anuncio del ángel “velaban al raso de sus rebaños”, lo que en Judea se hacía durante un período del año que abarcaba 9 meses, de marzo a noviembre, o sea primavera, verano y otoño, pero no es factible deducir la estación exacta.
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NOTA. No soy católico, pero si admiro al Papa Francisco y al Sr. Jaume González justamente por ir a lo esencial del mensaje de Cristo, en vez de quedarse en la letra o la adoración del mito.
Y lo esencial es el amor, todo lo demás es folklore. Y el amor no son palabras bonitas sino conductas, hechos, resultados, obras (por sus frutos los conoceréis).
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