No hay nada más triste que ver pasar las oportunidades que se van presentando mientras se consumen los días de vida. En este artículo te voy a contar cómo aprovechar esas oportunidades que se presentan en nuestro día a día y cómo generar de nuevas desarrollando el sentido de la desvergüenza. Si te aterra como a mí la visión de estar en tu lecho de muerte lamentándote por las oportunidades perdidas a lo largo de tu vida sigue leyendo y tal vez esto te pueda ayudar a borrar para siempre esa triste imagen. La vida es demasiado corta para andarse con medias tintas.
La realidad y las oportunidades perdidas para siempre
La realidad es que todos nosotros hemos perdido muchas oportunidades que hoy nos parecen obvias que debimos aprovecharlas. A pesar de esa consciencia de desperdicio pasado, a día de hoy estoy seguro que seguimos pecando en los mismos errores que antaño cometíamos. Hay algo que nos impide generar nuevas oportunidades y aprovechar las que se nos presentan. Hay uno o varios obstáculos que nos impiden conseguir lo que queremos de la vida. Pero ¿por qué seguimos cometiendo los mismos errores del pasado?¿Por qué seguimos sin aprovechar las oportunidades que podrían acercarnos a nuestros sueños? Simple: o bien no hemos identificado esos obstáculos o ataduras de las que os hablaba, o bien no hemos puesto de nuestra parte para liberarnos de ellas. Sigue leyendo, porque en este artículo te voy a dar un plan de acción para logar, de una vez por todas, soltar el freno de mano de tu vida.
El mayor obstáculo para aprovechar las oportunidades
¿Cuál es el mayor obstáculo en nuestras vidas que nos impide aprovechar las oportunidades y crear de nuevas? ¿Es acaso la falta de recursos? ¿El color de nuestra piel? ¿Nuestra falta de belleza o el “exceso” de esta? ¿La falta de contactos o amigos? ¿Nuestra salud delicada? ¿La falta de tiempo? ¡No! Déjame que lo diga otra vez: ¡No! Ninguna de estas opciones es un verdadero obstáculo para tu éxito. Ninguna.
Si analizas todas las oportunidades perdidas o dejadas de tener por tu falta de iniciativa responden a una misma causa: el miedo. El miedo adopta miles de formas y se presenta como una especie de demonio que nos hace huir despavoridos.
El miedo como residuo genético
El miedo tiene su utilidad y razón de ser: nos pone aleta ante situaciones de peligro, nuestros sentidos se agudizan y la adrenalina fluye por nuestras venas. Digamos que este nos permite prepararnos para un mal que se avecina o que intuimos que lo hará de forma inminente. El peligro real de muerte o de daño que conduce a esta ha estado presente desde siempre a lo largo de toda la historia de la raza humana. Hasta hoy. La sociedad en la que vivimos, o al menos la de la mayoría de los que ahora estáis leyendo estas palabras, es la más segura de cuantas ha habido. Asimismo, las oportunidades que este nuevo mundo nos brinda para nuestras vidas son incontables.
¿El problema? En nuestros genes ha quedado un residuo que se llama miedo que nos paraliza y nos hace huir. Ya te digo que gracias a la sensación de miedo, y a los mecanismos que se activan en nuestro organismo con su aparición, hoy los seres humanos seguimos vivitos y coleando por la tierra. De no ser gracias a este hace ya miles de años que las fieras nos habrían comido o nos habríamos matado todos en guerras suicidas. Ante un peligro que genera miedo el individuo no lucha salvo que esté en grupo o no le quede más remedio para sobrevivir. La respuesta normal del individuo ante el peligro es huir corriendo hasta que el peligro se desvanece. Pues bien, ese miedo que tanto bien nos ha dado a nuestra especie hoy no es otra cosa que un residuo genético sin apenas sentido de ser y que nos frena en la consecución de nuestros objetivos.
El demonio de las mil caras
El miedo, como ya te avancé, se nos presenta de mil y una formas distintas y nos paraliza o nos hace huir. En nuestra sociedad el miedo no hace otra cosa que entorpecer nuestro camino hacia la felicidad. Pero tranquilo, no te voy a pedir que luches contra un demonio de mil caras sino contra sólo uno que se encuentra bien definido: la vergüenza.
He decidido dar forma concreta a ese demonio de mil caras para que, cuando se presente en tu camino, lo puedas identificar con facilidad y lo puedas luchar con efectividad con los consejos que en adelante te cuento.
La vergüenza = oportunidades perdidas = frustración
La vergüenza es el peor mal que se podría haber cernido sobre ti. Fue la vergüenza quien te impidió hablar con aquella chica, cogerle de la mano y besarla. Fue la vergüenza la que te impidió decirle te quiero a tus padres. Fue la vergüenza la que te contuvo de pedir un aumento de sueldo o la que te dijo que tú tal vez no merecías ese puesto vacante. La vergüenza también te dijo que los sueños sólo se cumplen en las películas y que la vida real es bien distinta. Ese proyecto que tenías en mente y que nunca llevaste a cabo por falta de iniciativa y arrojo ¿sabes quién estuvo detrás de ese fracaso? La vergüenza.
Hablo por experiencia, sé que es sentirse frustrado por ver, una vez detrás de otra, como las oportunidades latentes se desvanecen por ese estúpido e inútil sentimiento de vergüenza. Pero también hablo desde la experiencia de alguien que ha logrado derrotar a ese malvado demonio, o al menos se ha debilitado de tal forma que sus ataduras ya no me impiden maniobrar a mi antojo. No me he liberado del todo de este mal pero, como digo, sus ataduras se han aflojado hasta tal punto que puedo empezar a ver más allá de la cueva en la que me tenía atrapado. Las oportunidades aquí afuera son incontables y me están esperando, llaman mi nombre y algunas, no todas, me dan la bienvenida con la mano tendida y una sonrisa amistosa. Ven conmigo y descubre este maravilloso lugar.
Así es como yo he logrado debilitar de muerte a la vergüenza.
Las virtudes de ser un sinvergüenza
Si la vergüenza es un mal la desvergüenza entonces debe ser un bien. Y, por la misma razón de la teoría de los opuestos, prefiero ser un desvergonzado a un vergonzoso. Entiéndeme y no me mal interpretes, con sinvergüenza no me refiero a ser insolente y vicioso sino a la falta del encogimiento o cortedad a la hora de ejecutar algo.
Cómo ser un completo sinvergüenza
Como ya he dicho, por completo sinvergüenza me refiero a aquel que no se corta a la hora de ejecutar lo que planea y, a su vez, que no tiene reparos en soñar a lo grande y en hacer lo que sea necesario para que esos sueños se hagan realidad.
La historia del maestro y de los tres perros rabiosos
Esta historia la escuché hace ahora algún tiempo del bueno de Robin Sharma y es perfecta para ilustrar la enseñanza que pretendo explicar. La historia cuenta que, en la antigüedad, un gran maestro muy sabio una vez visitó un templo en el que le estaba esperando un joven monje que le iba a guiar por el camino. En el interior de aquel enorme y frío templo había tres perros que lo custodiaban. Aunque se encontraban encadenados a un poste, la imagen de esos perros negros ladrando con furia, con esos dientes afilados y con su mirada fija en ellos, hizo que el sabio se preocupara y con cierto miedo le preguntara al joven si era seguro pasar por ahí. Éste, confiado por la resistencia de las cadenas asintió con la cabeza. En uno de los fuertes embates que dieron los perros rabiosos el soporte que sujetaba las cadenas al poste cedió y éstos quedaron libres de toda sujeción. En cuestión de segundos los perros, con los ojos inyectados en sangre, corrían a gran velocidad hacia los dos visitantes indeseados. El miedo dejó blanco al joven. Se había quedado totalmente paralizado. El maestro, en cuanto vio que los perros se dirigían con rabia hacia él, en vez de huir o quedarse paralizado por el miedo hizo algo muy curioso: miró a los perros a los ojos y se puso a correr directamente hacia ellos. Imagina la estampa: tres perros rabiosos corriendo hacia el sabio y éste, al otro lado del templo, corriendo con toda su energía hacía los perros. Entonces, ocurrió algo interesante: los perros, nunca habían visto algo parecido, y al ver a ese hombre corriendo hacia ellos se pusieron a huir. El Sabio, volvió con el muchacho, le sonrío amistosamente y le dijo: “siempre corre hacia tus miedos”.
Enseñanzas: no te fíes de lo que te digan los monjes jóvenes, pero aún más importante que eso, afronta tus miedos porque cuando lo hagas seguramente estos se desvanecerán. En definitiva, la mejor forma de actuar ante la mayoría de miedos que nos acechan hoy en día es afrontarlos con decisión.
Pues bien, volviendo al tema, para combatir la vergüenza no hay nada mejor que ponerte tú mismo en situaciones que te generen vergüenza y en vez de reaccionar como habitúas, esto es paralizándote o huyendo, hagas justamente lo contrario: corre directamente hacia el miedo y este se desvanecerá.
La fórmula para ser un perfecto sinvergüenza (3 pasos)
1. Analiza rápidamente las posibles consecuencias de afrontar el riesgo
No nos engañemos, todo lo que hacemos que valga la pena conlleva un cierto riesgo. Son las consecuencias de nuestros actos las que nos generan ese miedo a ser proactivos. El riesgo se mide por dos factores: (1) la entidad de las consecuencias; y (2), las probabilidades de su ocurrencia.
Desmontando el riesgo
Cuando sientas vergüenza por hacer algo debes, primero de todo, ajustar el riesgo que percibes a su valor real, y esto lo lograrás respondiendo a estas dos preguntas:
- ¿Cuáles son las consecuencias posibles de este acto?
- ¿Qué probabilidades reales hay de que estas consecuencias ocurran?
Una vez tengas esta información acerca del valor real del riesgo de tu actuación en tu cabeza has de pasar al siguiente nivel:
2. La balanza de pesos
Pon a un lado de la balanza ese riesgo a valor real y, al otro lado, coloca los potenciales beneficios de ese acto concreto. ¿Qué pesa más? ¿Riesgos o Beneficios? Si pesan más los riesgos no se hable más, este es un buen momento para pasar a otra cosa. Si pesan más los beneficios, y estás dispuesto a asumir los riesgos del acto, adelante con ello.
3. Deja la mente en blanco
¿Sabes por qué la mayoría de veces que se nos presenta una situación que nos genera miedo y vergüenza acabamos por desistir de afrontarla? La mente es la respuesta. Ante una situación como está la mente empieza a bombardearnos mensajes e imágenes de las desastrosas consecuencias que tendríamos si algo saliera mal. La mayoría de veces esas consecuencias que imaginamos son desproporcionadas, es por eso que es tan importante hacer una correcta valoración previa del riesgo. Gracias a ello, nosotros sabemos que esos mensajes de la mente son del todo desproporcionados con la realidad. Solución: desarrolla la habilidad de dejar la mente en blanco justo en el momento de comenzar a afrontar tu miedo. Es decir, durante el arranque debes de dejar la mente en blanco y obviar cualquier mensaje negativo de tu mente. No pienses, simplemente actúa.
La práctica hace al maestro
Es sabido que la práctica hace al maestro, o lo que es lo mismo: ponerte día tras día ante situaciones que te generen vergüenza te ayudarán con el tiempo a lidiar mejor con esta.
Ejercítate siempre que puedas ante cualquier situación que te genere ese miedo o vergüenza al actuar, y sin poner en entredicho tu reputación, poniendo en práctica los tres pasos antes descritos: (1) determina el valor real del riesgo; (2) utiliza la balanza de pesos ¿qué pesa más el riesgo o el beneficio potencial? ¿Asumes ese riesgo?; (3) Deja tu mente en blanco. No pienses, actúa con determinación.
Recuerda la historieta del maestro sabio: corre hacia los perros rabiosos y estos se esfumarán dejándote vía libre. Esta historieta te servirá de recordatorio de lo que debes hacer y de motivación.
Algunos ejercicios para probarte a ti mismo
Siempre que puedas ponte a prueba y afronta situaciones que te generen vergüenza, tales como estas:
- ¿Tienes una idea de negocio? Ponla en práctica pasito a pasito.
- ¿Quieres conocer a esa persona influyente? Escríbele un email saludándole y aportándole cosas interesantes.
- ¿Estás en un evento de tu nicho y quieres conocer a determinada persona? Acércate a hablar con ella.
- ¿Te gusta esa chica/chico? Adelante, dile hola y empieza a hablarle con naturalidad de lo que sea.
- ¿Te da vergüenza hablar en público? Habla delante de gentes siempre que se te presente la oportunidad. Deja la mente en blanco, levanta la mano y empieza a darle a la húmeda.
- ¿Quieres sponsors para tu página web o podcast? Sal a buscarlos. ¿Qué es lo peor que te puede pasar y que no sea algo altamente improbable? ¿Un no por respuesta? El mar está lleno de peces y ese tan sólo era uno más.
Ponte a prueba ante cualquier situación similar a estas que te generen vergüenza y verás cómo, con el tiempo, eres inmune a los embates del miedo irracional.
Fuerza tu desvergüenza con ejercicios
Otra cosa que puedes hacer, y que yo hago con bastante asiduidad, es la práctica de ejercicios especialmente diseñados por ti para sentir vergüenza. A modo de ejemplo los siguientes:
- Ves a una playa nudista.
- Viste durante unas horas prendas totalmente antiestéticas o que nunca llevarías y paséate por el centro de la ciudad.
- El día de carnaval disfrázate y pasa todo el día disfrazado.
- Márcate un objetivo de hablar con al menos 5 chicas o chicos desconocidos que te atraigan físicamente. También puedes probar de atraer su mirada y aguantarla hasta que alguien gane. Ves con ojo, no vaya a estar su pareja rondando por ahí .
- Haz un video tuyo hablando de temas que te gusten y enséñaselo a tus amigos. Déjales que se rían de ti pues, sin ellos saberlo, te están ayudando a superar la vergüenza.
- En las escaleras mecánicas del metro, en vez de ir de frente como todo el mundo, ponte de lado.
Como ves, el límite está en tu imaginación y en lo que estás dispuesto a hacer para superar tu vergüenza. Ahora bien, vigila con estos ejercicios, no abuses y no te pases, no querrás que te tomen por loco . ¿Se te ocurren otras formas curiosas de forzarte a ser un sinvergüenza? Deja tu comentario abajo o envíamela via Twitter. Puede ser muy divertido compartir más ejercicios de estos entre todos.
Aplicaciones prácticas de ser un sinvergüenza
Cómo ya te debes de imaginar, las aplicaciones prácticas de ser un perfecto sinvergüenza son muchísimas y muy variadas. Tanto en tu vida social, profesional o emprendedora, ser un sinvergüenza es lo mejor que te podría pasar. Ser un perfecto sinvergüenza marcará un antes y un después en tu vida y en tu carrera. Estoy convencido de ello. Es por eso que, desde hace ya algún tiempo, llevo por bandera el ser un desvergonzado (en el buen sentido de la palabra ).
¿Y tú qué me dices? ¿Eres un desvergonzado o las cadenas del miedo te siguen sujetando firme? ¿Cómo superas el miedo al fracaso? Deja tu comentario abajo o charlemos de ello taza de té en mano en Twitter.
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