jueves, 12 de mayo de 2016

CAUSAS DEL FRACASO



Existen cinco grandes causas por las cuales mucha gente no consigue el éxito en la vida.

  1. Desconocer qué significa el éxito para uno mismo.

Si éxito es el logro de un objetivo y no se tiene ninguno claro, es muy poco probable que se consiga.

Normalmente estas personas saben lo que no quieren y, por supuesto, tienen deseos, incluso poderosos, los cuales son importantes como punto de partida pero se quedarán en humo si no se hace nada al respecto, y para hacer algo habrá que convertirlos en objetivos concretos.

  1. Ignorar qué hay que hacer.

Hay personas que tienen muy claro lo que quieren (o al menos eso creen) pero no saben qué hay que hacer para conseguirlo. Muchos piensan que ésta es la mayor dificultad, pero en realidad apenas tiene importancia. Si tiene un objetivo claro y un deseo ardiente de lograrlo, tendrá en su subconsciente a un poderoso aliado que le dará las respuestas, incluso me atrevería a decir que sin darse cuenta estará caminando hacia su éxito. El subconsciente es una herramienta maravillosa que está deseando servirnos y sólo necesita que le digamos exactamente qué es lo que queremos sin mezclar mensajes contradictorios (lo volveríamos loco, sería como conducir un coche con un pie en el freno y otro en el acelerador) y a ello habría que agregar un segundo ingrediente: un fuerte deseo, que es catalizador que provocará el resultado.

  1. No saber cómo hacerlo.

A veces se sabe lo que se quiere y lo que hay que hacer, pero aparecen los miedos y nos hacen esperar a que llegue el momento perfecto o a tener las herramientas adecuadas. ¿Sabe cuando vendrá el momento perfecto? ¡Nunca! O hará demasiado frío o demasiado calor o la economía no será la adecuada o el mercado no está maduro o no tendrá los medios...

¿Sabe cuál es el momento perfecto?, ¡¡¡ahora!!! Ahora es el único momento en que puede hacer algo. Si no es capaz de moverse ahora que sabe lo que quiere, lo que hay que hacer y cómo hacerlo, debería revisar sus metas, a lo mejor no valen nada, pero si son importantes para usted, muévase. Hay dos formas de subir a una encina, elegir la más hermosa y trepar por ella o plantar una bellota, sentarse encima y esperar a que crezca (esta última no se la recomiendo).


  1. Creerse, a pesar de superar todo lo anterior, que no son capaces de hacer aquello, simplemente porque otros se lo han dicho tantas veces que se lo han creído

He conocido a miles de personas extraordinarias que habrían logrado grandes éxitos personales y profesionales si hubieran creído más en ellas mismas. Como también he tenido el privilegio de ayudar a otras a descubrir su verdadero potencial y hoy es para mí un orgullo ver el cambio radical que han tenido en sus vidas y en sus negocios. Después de más de treinta años estudiando el éxito, uno descubre que no es un problema de edad ni de sexo ni de creencias políticas o religiosas; no depende de ningún elemento externo, ni tan siquiera de conocimientos —un problema muy fácil de resolver, puesto que nunca es tarde para aprender si uno quiere—, básicamente se trata de un problema de voluntad y de actitud.

No hay ningún motivo para sentirse inferior. Nadie es más que nadie, podemos «tener» más conocimientos, experiencia, prestigio, poder, más recursos…, pero no «somos» ni más ni menos que nadie. Es muy fácil caer en la soberbia de sentirnos superiores por tener más, quizá deberíamos recordar que «los hombres verdaderamente grandes se miden por cómo tratan a los pequeños». Tampoco deberíamos sentirnos inferiores por el hecho de que todavía no hayamos alcanzado nuestros sueños. Que no lo hayamos hecho hasta ahora no significa que no se pueda hacer; algunas personas han tenido la suerte de venir a este mundo arropados por toda clase de privilegios que no siempre han sabido aprovechar, mientras que otras personas han tenido la suerte de venir desnudos a este mundo y cuando se vayan lo harán satisfechos por haber contribuido a dejarlo mejor de lo que lo encontraron.

  1. No querer pagar el precio a pesar de tener superadas todas las condiciones anteriores
El precio de aprender, el precio de intentar, el precio de equivocarse, de caerse y levantarse una y otra vez, el precio de comprometerse con su sueño y su gente, el precio de reconocer que el éxito es estrictamente personal y que si uno no hace nada al respecto, no puede echarle la culpa a nadie, el precio de saber que cuando con un dedo se señala al culpable hay tres dedos que señalan al responsable, el precio de correr riesgos —la gente fracasada ve el riesgo donde están las oportunidades, mientras que la gente de éxito ve la oportunidad donde hay un cierto riesgo—. No busque seguridad, no existe ninguna, la seguridad no va ligada a la vida, la vida es riesgo, busque una vida plena, no sea que un día llegue a viejo y al mirar atrás se dé cuenta de que en realidad no ha vivido y que lo único que ha hecho ha sido acumular años vacíos. Piense que desde el instante de nacer estamos en riesgo de morir. Hasta tal punto la vida tiene riesgo que usted no saldrá vivo de ella. ¿Qué riesgo es mayor que no querer correr ninguno? ¿Por qué la mayoría de la gente mide qué le va a costar hacer algo y casi nadie tiene en cuenta también qué le costará si no lo hace? Será por esto que lo que es popular casi nunca es lo correcto y lo que es correcto casi nunca es popular.

Además, ¿de qué tiene miedo? ¿De equivocarse? ¿Quién le ha dicho que equivocarse sea malo?, sólo se equivocan las personas que hacen cosas, lo que hay que hacer es corregir los errores y seguir avanzando. Para llegar a hacer algo bien hay que estar dispuesto a hacerlo mal, ¿cómo habría aprendido a hacer todo lo que sabe ahora si no hubiera cometido ningún error mientras aprendía? Si lo piensa bien verá que pasó una temporada aprendiendo unas cuantas cosas y sin embargo, lleva un montón de años usufructuando los conocimientos adquiridos.

Debe preguntarse qué quiere de la vida, ya sea a nivel personal, familiar, social, cultural, laboral, económico… ¿Tiene claro lo que quiere? ¿Cuáles son sus sueños? Imagínese que tuviera la lámpara de Aladino pero usted no lo supiera o ignorara cómo usarla. Allí está el pobre genio deseoso de concederle sus tres deseos (el día que se le aparezca le sugiero que uno de los deseos sea pedirle mil deseos más, por si acaso) y usted le ignora completamente o sencillamente no sabe qué pedirle. ¿Se imagina qué desperdicio de oportunidades?, ¡con el bien que podría hacerle a su familia y al resto de la humanidad! Así que si se lo encuentra pida en grande, no vaya con miserias. Recuerde que tiene todo lo que quiera pedirle en cantidades inagotables (si tuviera el padre más rico del mundo ¿le pediría unas moneditas o sencillamente lo que necesitase?). Vaya a buscarlo, mírele a los ojos y pida con determinación. No tenga miedo, aunque primero tiene que tener muy claro qué es lo que quiere. Si no sabe dónde encontrar al genio yo se lo diré…, efectivamente, en el espejo. Su cuerpo es la lámpara y el subconsciente es el genio. Todo lo que la mente humana es capaz de imaginar acaba materializándose. Todos los logros de la humanidad han empezado siendo una idea, el sueño de un loco (¿o los locos son los que tienen miedo de soñar?). ¿Se imagina una vida sin ninguna ilusión?, ¿es esto lo que quiere? Ya sé que habrá oído miles de veces que no hay que soñar, que hay que ser realista que hay que tocar con los pies en el suelo. Estoy de acuerdo en que hay que tocar con los pies en el suelo, pero encima del suelo, no clavados hasta el cuello, con los pies bien apoyados en el suelo y caminando hacia sus sueños ¿Qué tiene de malo soñar? Lo malo no es soñar, lo malo es no conseguir sus sueños, ¿acaso lo que usted desea para sí y los suyos es deshonesto?, ¿o es quizás imposible y nadie lo consiguió antes? ¿Quizás usted no lo merece? ¿Qué le diferencia de las personas exitosas? ¿Se requiere ser joven o quizá viejo, alto o bajo, hombre o mujer, de un lugar o de otro? Estará de acuerdo conmigo en que la clave no está en ninguno de estos aspectos

¿Dónde está entonces la clave? Está en la actitud de cada uno, a dos personas le suceden las mismas cosas y uno se hace rico y el otro se arruina, uno es feliz y el otro desgraciado. Son las formas pobres de pensar las que mantienen a la gente pobre —y no me estoy refiriendo sólo a la pobreza material—, no es por falta de oportunidades.

Todo empieza con la actitud. En una ocasión, después de un seminario en Santiago de Chile, se me acercó un señor y me dijo: «Señor Vila llevo un montón de años dedicado a lo mismo, soy un buen profesional, hago bien mi trabajo, soy buena persona…, pero no consigo despegar. Me suben el sueldo y entonces sube la vida y me quedo igual… ¿Qué puedo hacer?, ¿cuándo van a cambiar las cosas?» «La respuesta es muy sencilla, le dije, si sigue haciendo lo mismo y de la misma manera desde hace un montón de años, ¿qué cree que pasará?

Si quiere que las cosas cambien tendrá que cambiar usted, de lo contrario no cambiarán, no para usted, y se quedará agarrado a la seguridad de lo que aprendió no se sabe hace cuánto y lamentándose de su mala suerte.

Déjeme decirle algo, la mala suerte no existe, se la hace uno, así que si quiere que las cosas cambien ¡cámbielas! Tómelas como vienen y hágalas como las desea, usted no es un árbol ni una piedra o un perro, es un ser humano con una mente más poderosa de lo que se imagina.

El problema es que no nos han enseñado de lo que somos capaces. Nacemos fruto de una relación sexual, y de los 23 pares de cromosomas tenemos lo mejor de nuestra madre y de nuestro padre. Antes de nacer ya somos unos ganadores porque de los treinta millones de espermatozoides sólo uno ganó la carrera, usted. ¿Pero con qué nos encontramos al llegar aquí?, ¿se ha fijado cómo educamos a los niños? ¿Sabía que un niño a los 5 años ha escuchado una media de 30.000 veces la palabra «no»? No toques, no hagas, no molestes, esto no, aquello tampoco no, no, no…, y lo malo no es esto, lo malo es el «no y basta», es decir, que ni siquiera les decimos la razón de la negativa; y lo que es más triste, les cerramos las puertas a la experiencia pero no les damos una alternativa válida. ¿Qué pasaría si les dijéramos «mira hijo, papá cree que no deberías hacerlo por tal razón, pero qué te parece si hicieras tal o cual cosa»? Si a los niños les explicamos los porqués, tienen una salida y aprenden a buscar distintas alternativas, lo que les hace más seguros y mejor preparados para la vida.

«Si quiere saber qué le está pasando, sólo tiene que fijarse en cómo habla. Simplemente con que una pequeña parte del tiempo que dedica a pensar y hablar de lo que no puede hacer se centrara en lo que sí puede hacer y lo hiciera, aunque fuera pasito a pasito, se daría cuenta de que no tiene ningún límite, de que los únicos límites que verdaderamente tiene están en su manera de pensar.

Jordi Vila Porta
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