Nuestras propias emociones, lo que sentimos, interfiere en aceptar y asumir lo que vemos pero antes o después la realidad se impone y sufrimos.
El problema es que nos proyectamos en lo que juzgamos, lo contaminamos con nuestros deseos o con nuestros miedos.
Es un error recurrente que nos hace perder tiempo y dinero.
La experiencia nos ayuda y obliga a tomar en serio las señales que siempre existen antes del desastre.
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