miércoles, 7 de enero de 2015

El tabaco: el gran asesino de nuestra época.



Dr. V. López – Aranda

Cada año, casi las tres cuartas partes de los 12-13 millones de fumadores españoles prometen dejar de fumar, pero muy pocos lo consiguen. Como las investigaciones continúan acumulando evidencias contra el tabaco, es cada vez más patente que hay que hacer lo imposible para abandonar el hábito legal más tóxico que existe. Los médicos de atención primaria y los especialistas que patologías ocasionadas por el tabaco (geriatras, cardiólogos, neumólogos y oncólogos) deben comprometerse en el asunto, ayudando profesionalmente a dejar de fumar o a no empezar nunca, aunque un porcentaje importante de los que lo consiguen lo harán por su propia voluntad, por decisión íntima, sin requerir ayuda sanitaria.

España, en lo que respecta a problemas cardíacos, es un lugar privilegiado con relación a otros países europeos. Tenemos menos enfermedades cardiovasculares que muchos de nuestros vecinos occidentales, pero, a pesar de ello, el infarto de miocardio, continúa una de las causas más frecuentes de muertes entre ciudadanos. La mortalidad e incidencia de enfermedades cardiovasculares ha evolucionado en España con un incremento rápido desde 1950 a 1975, observándose una disminución a partir de este año. La causa de este descenso es multifactorial, siendo la disminución del hábito tabáquico uno de los factores a considerar, ya que le porcentaje de fumadores en nuestro país del 38,1 por ciento en 1987 al 35,7 por ciento en 1997.

El tabaco, como es sabido, potencia otros factores de riesgo, sobre todo cardiovasculares, como la hipertensión e hipercolesterolemia. El 34 por ciento de las muertes por enfermedades vasculares que se producen en hombres de 35-69 años son atribuibles al tabaquismo. En las mujeres la sinergia que se produce con los anticonceptivos orales hace que aumente el riesgo de infarto, hemorragia subaracnoidea o ictus. Pero, para que las noticias no parezcan trágicas y aporten esperanza, baste constatar que se ha demostrado que el abandono del hábito tabáquico conlleva una disminución significativa del riesgo cardiovascular, llegando en 2-3 años a niveles de riesgo similares a los de las población que nunca ha fumado. Aquí cabe ceñirse al dicho popular de que “nunca es tarde...”.


¿Como afecta el tabaco al organismo?

En el humo del tabaco hay más de 4.000 componentes, derivados tanto de la hoja de tabaco como del proceso de curación del mismo y de las distintas sustancias aditivas, como azúcares, humectantes y sustancias aromáticas. Con la aspiración del cigarrillo se produce un incremento de la temperatura de combustión hasta unos 900º C. El monóxido de carbono, componente importante del humo, desplaza el oxígeno de nuestros glóbulos y da lugar a una sangre de mala calidad, mal oxigenada, y hace también que los glóbulos se adhieran entre sí incrementándose la posibilidad de trombosis entre los fumadores. El colesterol LDL (“malo”) de los fumadores está más elevado, al tiempo que el HDL (“bueno”), el protector, desciende.

Se ha encontrado más de 50 sustancias cancerígenas -capaces de producir cáncer- en el humo del tabaco, de ahí que algunos tumores malignos (pulmón, esófago, boca, lengua, etc...) sean mucho más frecuentes entre fumadores.


¿Tiene el tabaquismo pasivo los mismos efectos perjudiciales?

Existe suficiente base experimental que apoya la hipótesis de que el tabaquismo pasivo produce alteraciones similares a las relacionadas con los efectos adversos del tabaquismo activo. No en vano se declaró, hace ya algunos años, al humo del tabaco ambiental como cancerígeno del tipo A, es decir, una sustancia capaz de producir cáncer por sí misma. El análisis del suero de personas no fumadoras después de pasar media hora en la habitación con fumadores muestra un incremento de concentración de LDL, el colesterol “malo”.


¿Qué datos se tienen?

Un metanálisis, que consiste en la revisión de un gran número de artículos publicados sobre una misma materia, en el que se incluyen 18 estudios epidemiológicos, ha aportado recientemente datos que parecen definitivos, ya que encuentran un aumento significativo del riesgo de enfermedad coronaria, en conjunto del 25 por ciento, entre personas no fumadoras que conviven con fumadoras, en relación con no fumadoras que ni en casa, ni en el trabajo se contaminan con humo de tabaco ambiental. Se encontró además una relación significativa dosis-respuesta, siendo el incremento de riesgo del 23 por ciento para los expuestos al humo de uno a 19 cigarrillos, frente al 31 por ciento para los expuestos pasivamente al humo de más de 20 cigarrillos. Este incremento de enfermedades cardiovasculares entre los que conviven con fumadores se ha comprobado en porcentaje similar, entre un 25-30 por ciento, para cánceres de distintas localizaciones.


¿Qué consecuencias tiene el tabaquismo en las mujeres?

Los estrógenos aportan a la mujer una protección que retrasa la aparición de cardiopatía isquémica en unos 15 años respecto a los hombres, pero el tabaco puede hacer desaparecer totalmente ese beneficio. Así en un grupo de personas ingresadas por infarto de miocardio, la edad de las mujeres fumadoras fue similar a la de los hombres fumadores, mientras que las mujeres no fumadoras presentaron su infarto con un promedio de edad 15 años mayor que la de los hombres no fumadores.


¿Fuman más las mujeres que los hombres?

Recientes datos oficiales del instituto Carlos III indican que en los últimos 6 años el tabaquismo ha crecido entre las mujeres españolas en un 20 por ciento.

Datos epidemiológicos recientes indican que, mientras el tabaquismo disminuye en hombres, el número de mujeres fumadoras sigue aumentando en nuestro país, cada vez fuman más niñas y a edades más precoces, siendo especialmente preocupante que profesionales de la salud como enfermeras o las médicas, por ejemplo, presenten un porcentaje de tabaquismo muy superior al de la población general femenina (enfermeras fumadoras 45 por ciento, médicas fumadoras 36 por ciento, frente a la población general femenina 27 por ciento). Es tan lamentable como cierto.


¿Es fácil dejar de fumar?

Ante las páginas precedentes parece lógico pensar que la solución es no iniciarse nunca en el hábito de fumar o dejar cuanto antes el tabaco si ya se comenzó. Sin embargo, abandonar el hábito tabáquico no es un proceso dicotómico, esto es, lo dejo o no lo dejo. Hoy sabemos que dejar de fumar es un proceso más largo, un proceso de cambio por el que va pasando el fumador a lo largo de varios años, en ocasiones, antes de que haga el intento de abandono definitivo de fumar.

Dejar de fumar es una medida acertada para el que ha padecido un evento cardiovascular o pulmonar y para los que aún no lo han sufrido. Existen observaciones claras y concordantes que ponen de manifiesto que dejar de fumar antes de sufrir cualquier enfermedad grave permite evitar la mayor parte del exceso de riesgo posterior de mortalidad debido al tabaco, incluso si se deja de fumar en la edad adulta. Dicho con otras palabras, nunca es tarde para dejar de fumar, como comentábamos con anterioridad. Los ex fumadores tienen un riesgo de mortalidad más bajo que aquellos que continúan fumando. El riesgo de mortalidad va declinando progresivamente en función del tiempo desde que ha dejado de fumar. Esta reducción de riesgo es mucho más rápida en el primer año después de dejar de fumar.


¿Aumenta el riesgo de mortalidad el tabaco?

El riesgo de mortalidad global es dos veces mayor en los fumadores en los no fumadores. La posibilidad de padecer una enfermedad coronaria producida por fumar es mayor entre los más jóvenes que en los grupos de más edad. Tanto para los hombres como para las mujeres de menos de sesenta y cinco años, el riesgo de que padezcan enfermedad coronaria es tres veces mayor que en los no fumadores. El exceso de riesgo debido a esta enfermedad se reduce aproximadamente a la mitad después de un año de abstinencia, como apuntamos anteriormente.

La posibilidad de un infarto recurrente o de una muerte prematura en los sujetos con diagnóstico de enfermedad coronaria se reduce en un 50 por ciento más al dejar de fumar. Las mujeres que utilizan anticonceptivos orales y fuman presentan una probabilidad entre 10 y 20 veces mayor de padecer un infarto de miocardio, además de problemas tromboembólicos. Dejar de fumar elimina el riesgo.





¿Se encuentran todos los fumadores en la misma actitud ante el proceso de dejar de fumar?

Es obvio que no. Prochaska y DiClemente definieron con éxito las distintas fases por las que pasa un fumador cuando se plantea su actitud ante el consumo de cigarrillos. Estas fases son: de precontemplación, contemplación, preparación, accción, mantenimiento y finalización.


¿En qué consisten estas fases?

En la fase de precontemplación el fumador no considera que su conducta sea un problema y no tiene intención de dejar de fumar, al menos, en los próximos seis meses. En la fase de contemplación el fumador empieza a considerar su conducta como un problema , busca información y se plantea seriamente la posibilidad de dejar el tabaco en los próximos 6 meses. En la fase de preparación el fumador ya ha tomado la decisión de modificar su conducta en los siguientes 30 días y es condicición indispensable para considerarlo dentro de esta fase que haya hecho un intento de abandono de por lo menos 24 horas de duración en el último año. En la fase de acción o actuación el fumador deja de fumar y se mantiene sin consumir tabaco como mínimo 24 horas (siendo el período de más riesgo para recaer). Cuando el ex fumador lleva ya seis meses sin fumar pasa a la fase de mantenimiento en la que se consolida la abstinencia. Si no recae y se mantiene cinco años, como mínimo, sin fumar, alcanza la última fase, de finalización, observando una ausencia de deseo de fumar en cualquier situación y con una confianza de no consumir tabaco en situaciones problemáticas o de estrés.


¿Qué hay que tener en cuenta para dejar de fumar?

Cuando el paciente decide dejar de fumar, es aconsejable que se lo comente a su médico para éste le ayude, pero si se considera con suficiente fuerza para conseguirlo por sí mismo, debe intentarlo solo, aunque es bueno y en ocasiones necesario apoyarse en algunas estrategias que son de utilidad y que con distintas variaciones se usan en la mayoría de las ocasiones.

  1. Contar con la ayuda y colaboración estrecha de la familia y amigos.
  2. Disponer de folletos de autoayuda.
  3. Practicar ejercicios físicos, suaves y regulares si no los practicaba con anterioridad y la toma frecuente de bebidas refrescantes y zumos naturales.
  4. Aprender a sustituir el objeto que tantas veces ha tenido en la mano y en la boca (cigarrillo) por otros tales como pipas de mentol, caramelos sin azúcar, chicles, pelotas anti-estrés, etc..
  5. Evitar situaciones que se asocian al consumo de tabaco (por lo menos los primeros días) tales como reuniones de larga duración en las que abunden el alcohol y el café.
  6. Aprender a saber decir “no” en los momentos clave, poniendo como contrapeso de la tentación la resolución muy seria que se ha tomado de dejar de fumar, sobre todo ante usted (autoestima) y su familia (un pequeño cilindro de tabaco que cuesta dinero y ocasiona enfermedad no puede truncar la firme decisión tomada respecto a la salud). Quizás las respiraciones profundas y tranquilas durante algunos minutos y técnicas de relajación le ayuden a encontrarse un poco mejor durante los primeros días.


¿Cuando es necesaria la ayuda médico-farmacológica?

La nicotina, base fundamental de los cigarrillos, es una droga que crea adicción, y por tanto es lógico que su brusco abandono conlleve síndrome de abstinencia en muchos casos. Por ello, hay fumadores que necesitan ayuda farmacológica sustitutiva para paliar el síndrome de abstinencia. Éste puede venir en forma de parches de nicotina, chicles terapéuticos, comprimidos mentolados -tipo caramelo-, nebulizadores intranasales, inhaladores o parches mucosos (aún no todos comercializados). Estos tratamientos son seguros y eficaces y aumentan la posibilidad de abandono en relación con los que no usan estas ayudas farmacológicas.

¿Pueden recibir nicotina los pacientes con enfermedad coronaria?


Durante un tiempo se ha planteado la duda razonable de si pacientes con enfermedad coronaria, algunos de ellos con insuficiencia cardíaca, con arritmias, etc. podrían recibir una sustancia tóxica como es la nicotina. En los últimos años ha aparecido bibliografía sufienciente que avala su prescripción con amplio margen de seguridad en los pacientes que no pueden dejar de fumar sin ayuda farmacológica. Si siguieran fumando introducirían en su organismo, además de nicotina, en dosis habitualmente más elevada que las que proporciona la terapia sustitutiva, otros tóxicos como el monóxido de carbono, alquitrán, acroleínas... Muchos de ellos lo hacen, además, con un marcado efecto deletéreo cardiovascular.

¿Existe algún tratamiento para combatir la depresión que surge en algunos casos al dejar de fumar?

Son muy alentadoras los resultados que se están obteniendo con bupropión, un antidepresivo en el que (de forma casual) se observó que ayudaba a quienes lo consumían para el tratamiento de su depresión a dejar de fumar. Es un fármaco seguro que hay que tomarlo al igual que los sustitutivos de nicotina, siguiendo las instrucciones de su médico para evitar. algunas contraindicaciones muy específicas.


FUENTE: Manual de Salud para prevenir enfermedades. Pág.344-349, Editorial Alhambra















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