Por Alberto Lunas e Iván Jesús Torresano
Ontígola (Toledo), 2 de Agosto de 2008, tarde de verano, calor y sosiego en la llanura castellano manchega.
Todo está sumido bajo los rayos del sol y nada parece interrumpir la monótona tarde de Agosto,
cuando, de pronto, el aire se agita, el polvo se levanta y empieza a girar un embudo polvoriento
de unas decenas de metros de altura. Acaba de aparecer, dispuesto a azotar de viento y polvo allá
por donde pase, un diablo de polvo.
Foto 1: Empieza la invasión
Se trataba de un día muy propicio para la aparición de tolvaneras, también llamadas diablos de polvo.
Son remolinos de aire ascendente que se forman gracias al calor en superficie y a la ausencia de viento,
principalmente sobre terrenos llanos. Aunque apenas abarcan unos pocos metros sobre el terreno,
son capaces de levantar arena y objetos pequeños y ligeros, aunque no es raro encontrarse
con tolvaneras mucho más grandes. En la foto podemos ver una de las primeras tolvaneras de la tarde,
que se formó junto al pueblo.
Foto 2: Cazados por un diablo
Ese día mi amigo Iván y yo nos dispusimos a tratar de “cazar” diablos de polvo. Uno de ellos, el de la foto,
era grande y tenía un rápido desplazamiento sobre el terreno. Más que “cazarlo”, nos cazó él a nosotros,
pues se nos echó prácticamente encima, sumiéndonos en un caos de viento y polvo, en el que la luz del sol
se veía muy atenuada.
Foto 3: Cazada en toda regla.
Pero esta vez fuimos nosotros quienes “cazamos” a este otro diablo. Creció lejos y, en principio, se le veía
pequeño y casi invisible. Parecía ser tímido, de forma que, como para evitar levantar mucho polvo y que le
viésemos, optó por atravesar una zona con algunas casas y un parque. Pero al final no pudo evitar un amplio
terreno de arena, donde nosotros estábamos esperándolo. Definitivamente, se había hecho visible... estaba v
endido. Yo me quedé fuera filmándolo, pero mi compañero de cacería se adentró al mismo corazón
del diablo… ¡¡¡Bingo!!!
Foto 4: Se pone furioso y se hace grande.
Irritado por haber sido cazado, el diablo de la foto anterior se hacía cada vez más grande. Toda su columna
de furia contenida subía cada vez más arriba, girando más y más. Se preparaba la “batalla final”.
Foto 5: Lucha cuerpo a cuerpo
La diferencia de tamaño era considerable, un inmenso torbellino giratorio de viento y polvo junto a la pequeñez
humana. La lucha parecía desigual, pero Iván no se achantó y, por segunda vez, fue directo al eje de
la tolvanera a experimentar el vacío en el túnel de polvo y cómo giraba todo a su alrededor, para después
volver a salir
Foto 6: Adiós, diablo, adiós.
Finalmente, tras unos 8 minutos de vida, el gran diablo desapareció tan de repente como había surgido.
Todo (salvo Iván) quedó como si jamás hubiese existido. Pero no pasó mucho para que a lo lejos,
por el horizonte, y alcanzando una considerable altura, otro diablo de polvo se dejase ver desafiándonos
de nuevo…