“Ganarás el pan con el sudor de tu frente” (La Biblia, Génesis 3:19), frase bien conocida por todos y que con más de 2.000 años parece que no ha perdido vigencia desde entonces cobrando su significado, ahora si cabe, más actualidad.
Pero no solo el libro sagrado de los católicos nos habla del Esfuerzo, pues el concepto es tan universal que no distingue de religiones ni épocas, llevando al consenso a todo aquel que ha escrito su nombre en el recuerdo de la historia del pensamiento:
· “Jamás el esfuerzo desayuda la fortuna”, Fernando de Rojas· “Nuestra vida vale lo que nos ha costado en esfuerzo”, François Mauriac· “Una habilidad mediana, con esfuerzo, llega más lejos en cualquier arte que un talento sin él”, Baltasar Gracián· “Lo que hagas sin esfuerzo y con presteza, durar no puede ni tener belleza”, Plutarco· “Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado”, Mahatma Gandhi· “El secreto de mi felicidad está en no esforzarme por el placer, sino encontrar placer en el esfuerzo”, André Gide
El Esfuerzo, impuesto o elegido, posiblemente no deviene por un castigo divino sino por el simple hecho de que, en lo material (comprar un coche, aprobar una oposición, ganar una competición deportiva, etc.), todavía en el siglo XXI, no hay suficiente para todos. De otra parte, en lo inmaterial, no dándose estas consideraciones economicistas, también ocurre que aquello que más apreciamos lo hemos conseguido siempre con Esfuerzo (conservar un amor, confiar en uno mismo, conseguir el reconocimiento de los demás, etc.). El Esfuerzo es una realidad incuestionable en nuestra vida y por ahora, no es evitable si queremos obtener buenos resultados.
Lo cierto es que el Esfuerzo como concepto, si bien ha persistido inalterable durante los siglos, no ha mantenido el mismo grado de exigencia en las personas a lo largo de la Historia, pues la evolución global del ser humano ha ido facilitando paulatinamente su tránsito por la vida. De aquí que la frase de apertura de este artículo, ahora deba entenderse en sentido figurado en los países desarrollados (en otros, desgraciadamente es plenamente aplicable) y sea extensiva a otros aspectos de nuestro caminar vital.
Esta palpable realidad (acelerada desbocadamente en la última generación), ha configurado una sociedad desentrenada en el Esfuerzo y que por tanto lo evita habitualmente o lo aborda en su caso, cuando no tiene más remedio, con temor e incapacidad. En mi experiencia personal como corredor aficionado, pronto aprendí que el entrenamiento necesario para afrontar con garantía una maratón no era tan solo físico sino también muy psicológico, al tener que acostumbrar asimismo a la mente a afrontar y persistir en el Esfuerzo, por ejemplo no aflojando el ritmo de carrera o resistiendo las frecuentes y sugestivas tentaciones de abandono.
Por tanto, en la mejora de nuestra capacidad de Esfuerzo también cabe el entrenamiento que (al igual que en el mundo del deporte) se aconseja sea progresivo, buscando inicialmente retos cuya sencilla consecución nos encamine a enfrentarnos a otros de mayor complejidad. Afrontar empeños que requieren grandes dosis de Esfuerzo sin el conveniente acostumbramiento al sacrificio que conlleva es la mejor garantía de fracaso por rápido abandono.
El Esfuerzo es la tercera y última Clave para el Éxito que, precedida por la Actitud y por la Aptitud, ejerce como la espoleta del explosivo de nuestra potencialidad como seres humanos y con las demás, nos puede garantizar aquello que es a lo máximo que siempre podremos aspirar:
¡¡¡Llegar a ser la mejor versión de uno mismo!!!
Saludos de Antonio J. Alonso
Fuente: Blog Alonso
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