Era un amanecer tibio y claro. Una paloma, revoloteando, se coló descuidadamente en un templo cuyas paredes eran todas espejadas.
Antes del amanecer, en ofrenda a la Diosa, el sacerdote había colocado una rosa justo en el centro del santuario.
La rosa se reflejaba innumerables veces en las paredes espejadas. La paloma quería oler la rosa y, tomando los reflejos por la rosa verdadera, empezó a abalanzarse contra una y otra pared, hasta que su frágil cuerpo se reventó y, ya muerto, fue a caer sobre la rosa auténtica.
Reflexión
A menudo nos pasamos buena parte de nuestra vida persiguiendo reflejos, como la paloma, y tomando lo ilusorio por lo real, lo aparente por lo esencial, lo tribial por lo sustancial. Nos dejamos absorver tanto por las naderías que no vivimos plenamente lo que es, encarando el sufrimiento con actitud ecuánime y aprendiendo del mismo si no podemos descartarlo, y viviendo el placer sin aferramiento.
La vida se consume lenta pero inexorablemente, porque como decían los antiguos sabios: “Tempus fugit”.
Sólo podemos ir hacia lo esencial y ver en el fondo mismo de las cosas y no estrellarnos contra la superficie estando atentos, vivos, perceptivos. Hay un adagio que dice: “Hay tres cosas que no pueden recuperarse: la palabra dicha, la flecha disparada y la oportunidad perdida”.
Perdemos cada momento, cada oportunidad de vivir más plenamente, porque nos falla la atención, o nos toman los pensamientos o la vida nos acapara o nos extraviamos en boberías o ñoños estados de ánimos. Hay que saber mirar. Mirar en el fondo, sin que las apariencias nos engañen. No hay que fiarse de los pensamientos incontrolados, que son fantasmagorías que nos aturden y alienan.
Cuando se está muy atento, los pensamientos cesan; cuando los pensamientos nos arrebatan, dejamos de estar atentos y al identificarnos con el lado neurótico de los mismos, se nos imponen las imágenes y perdemos de vista lo esencial.
Por ello, el control de los pensamientos es necesario y se consigue de tres maneras: mediante la práctica de la meditación, estando mucho más atentos a lo que pensamos, decimos y hacemos, y poniendo en práctica cuatro métodos tan antiguos como fiables:
1.Observar los pensamientos como simples procesos que surgen y se desvanecen, sin dejarse tomar por ellos ni identificarse con ellos.
2.Cortar el pensamiento en su propia raíz y no dejarse pensar, para lo que se requiere firme determinación.
3.Ignorar el pensamiento, como nubes que vienen y van, pero no nos atrapan, y seguir la actividad que estés llevando a cabo.
4.Combatir los pensamientos nocivos mediante el cultivo de sus opuestos, o sea los positivos: si hay tendencia al pensamiento de la avidez, se cultiva la generosidad, o el odio, el de la compasión.
LIBRO: LOS MEJORES CUENTOS ESPIRITUALES PARA LA VIDA DIARIA pág. 27-28 / AUTOR: Ramiro Calle / EDITORIAL: Kailas
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