Autora: Fini Castillo Sempere
Me contaba mi abuela, en esas largas noches de invierno algunas historias, que ella había escuchado de sus padres. Había una que me dejó muy impresionada, y hoy todavía la recuerdo, y cada vez que pienso en ella, comprendo que esta historia se repite y se repetirá, mientras existan personas enloquecidas por la maldad.
Había una mujer que vivía en un pequeño pueblecito pesquero de la costa levantina. Tenía una familia maravillosa, su esposo, patrón de un barco de pesca, pasaba muchos días del año navegando y buscando las mejores zonas de África para pescar. Eran padres de dos hijos: Una niña y un niño de 3 y 5 años. Dolores, que así se llamaba esta mujer, pasaba mucho tiempo sola, debido al trabajo de su esposo. Ella quería con locura a su familia, y solo vivía para cuidarlos y atenderlos.
Dolores, era una gran mujer, pasaba parte del día remendando redes, esa era una tarea muy habitual en aquella época y por aquella zona. Este menester lo realizaba junto a otras mujeres del pueblo, sirviéndole también de distracción. En el grupo había una mujer, llamada Silvina, que le tenía muchos celos; la envidiaba y no soportaba la simpatía que despertaba en el pueblo. No sabía como perjudicarla y hacerle daño, siempre que podía la criticaba con el resto de las amigas, intentando hacerla quedar mal delante de los demás. ¡Dolores!, -le dijo un día una señora del pueblo- ten cuidado con Silvina, que siempre que puede, mete cizaña en tu contra. No te preocupes mujer- contestó Dolores- ella es así, no tengo nada que ocultar, y no le hago nada malo a nadie, ¿Qué puedo temer de ella? Yo solo te aviso- contestó la vecina.
Un día de tormenta, llamaron a la puerta de Dolores, era un señor, un forastero que había llegado al pueblo y debido a la lluvia, no pudo continuar el camino, estaba empapado y parecía que no se encontraba bien de salud. Cuando Dolores abrió la puerta y se encontró a este hombre en esta situación lo introdujo en su casa, le ofreció ropa seca y le preparó un tazó de sopa caliente. El aspecto no era bueno, percatándose Dolores que estaba ardiendo de fiebre, así que le ofreció su lecho para que descansara y se recuperara de su estado febril. Este hombre, llamado Francisco, tardó tres días en recuperarse, y durante este tiempo Dolores lo cuido con esmero, esperando su restablecimiento. Al cuarto día, Francisco se dispuso a partir agradeciéndole a su bienhechora, la gentileza y sus atenciones.
Silvina, que había oído que en casa de Dolores había un hombre, no dudó en inventar una historia perversa, una historia con el único objeto de destruir a una buena mujer. Se inventó que Dolores y este forastero tenían un romance a espalda del marido. Esta historia rocambolesca la fue divulgando por todo el pueblo, no dejó un sitio libre de estos comentarios, desde el casino, mercados, plazas, parques. Y como ya se sabe, en los pueblos los chismes proliferan, por eso de conocerse todos, y creerse la gente con derecho a opinar de los demás, esta calumnia se instaló en las bocas de todos los lugareños de la zona.
Dolores, no daba crédito a lo que estaba ocurriendo. Notó que todo el mundo le daba de lado, no había nadie que quisiera hablar con ella, le hicieron tal vació, que la pobre mujer cada día que pasaba enfermaba de vergüenza, pero sobre todo de impotencia de ver como su vida se estaba destruyendo y no podía hacer nada para impedirlo. Incluso le hicieron vació a los hijos, ya nadie quería relación con ellos. Estaban marcados por la injusticia de una lengua viperina. Fue tan grande la pena que sintió; que el corazón se le rompió, no podía con este peso injusto.
La mujer malvada que monto esta calumnia, estaba disfrutando el momento. Reía y reía contando a las gentes del lugar la vida alegre de Dolores. No tenía compasión ni siquiera de los pequeños, realmente se regocijaba en la pena de la pobre mujer calumniada. ¡Es una cualquiera! ¡Es una cualquiera! Decía sin cesar, no se merece el respeto de su esposo, el cual la debe de repudiar por indigna. Estas manifestaciones eran constantes. ¡Al fin había conseguido su objetivo! Destruir la reputación de una decente y honrada mujer.
Cuando el marido volvió de faenar por los mares del norte de África, se encontró a una mujer moribunda, la pena la invadía, estaba en una situación agónica. A los tres días de la llegada de su esposo, Dolores murió. Fue tan intenso el dolor que sintió el esposo, no solo por la muerte de su amada, sino por la duda que los comentarios le habían producido. Él sintió que el alma se le rompía en mil pedazos. Cuando se disponía a enterrar el cuerpo de su mujer en solitario, porque nadie del pueblo acudió al entierro; apareció por la entrada del pueblo un gran coche de caballos, seguido por tres coches más. Francisco quedó parado al comprobar que de ese coche majestuoso se bajaba un caballero, y dirigiéndose a él le dijo: Perdone señor, vengo a visitar a una señora llamada Dolores, y creo que usted es su marido, esta señora me mostró una foto en la cual estaba usted, y ella me dijo que era su esposo. Francisco quedo atónito y preguntó: ¿para que quiere usted visitar a mi esposa? Vengo desde la ciudad donde vivo, expresamente con mi mujer mi familia y mis empleados, para que la conozcan. Ella es una señora, ¡si una señora!, en mayúscula. Debido a un gran temporal mi coche cayó por un precipicio y yo como pude llegué a la puerta de su casa, y ella viéndome en tal estado, me cuido y curó mis heridas hasta que me restablecí, Ahora en agradecimiento a que me salvó la vida vengo a ofreceros mi gratitud y una fortuna para que nunca os falte nada a ustedes y a sus hijos. Especialmente he querido traer a mi familia, para que conozcan a esta gran mujer, que cuidó a un desconocido sin pedir nada a cambio. También quería conocerlo a Usted para decirle la suerte que tiene de tener como esposa a una mujer tan desinteresada y buena, que quiere tanto a sus hijos y a su marido, no hacía más que hablar de usted y de todo el amor que le procesaba,¡verdaderamente tiene usted suerte!.
Al escuchar estas palabras, Francisco se echo a llorar y se abrazó al ataúd que se había quedado al lado del camino. El caballero quedo extrañado de esta actitud, y preguntó: ¿Buen hombre que le pasa? ¿Por qué llora? ¡Dios mío, dios mío! ¡que le han hecho a mi mujer! Señor, señor, ellos con sus malas lenguas la han matado; ella ha muerto de pena, no ha podido soportar la injusticia, la calumnia; ¡¡ellos la han matado!
Cada vez se iban congregando gente y más gentes alrededor de la escena, los cuales comprendieron lo que estaba pasando, y ante la situación fueron en busca de la mujer que había levantado semejante calumnia. Esta, estaba asomada a la ventana cuando vio aparecer a tantas personas en su busca, sin saber lo que ocurría salio a su encuentro, pero cuando vio las caras de pocos amigos de los allí presente, preguntó que pasaba y estos les dijeron: mala mujer, calumniadora, por tu culpa una mujer buena y honrada ha muerto, y ha dejado a su marido y a sus hijos sin esposa y madre, desde este día, no te queremos en el pueblo.¡Vete, vete recoge tus cosas, y no vuelvas por aquí! Tan grande era la maldad de esta mujer, que intentó aun después de muerta, seguir manchando el nombre de Dolores. En esta ocasión no se lo consintieron, la agarraron en volandas y la echaron del pueblo. Silvina chillaba y chillaba, pero ya nada se podía remediar, ella estaba fuera del pueblo y maldita a causa de su lengua viperina. Dolores la mujer buena, ya no podría tener nunca más una noche de amor con su amado esposo, ni podría disfrutar de los arrumacos de sus hijos.
Después del entierro, el gobernador con su familia, pasaron por la casa de Francisco para darles sus condolencias, y para ofrecerle su apoyo y respeto, también le hicieron entrega de una gran fortuna en agradecimiento a su esposa fallecida. Francisco aceptó en nombre de sus hijos, para que estos tuvieran la vida resulta.
Él nunca más conoció el amor de otra mujer, en él siguió vivo el amor a su esposa. Cuando los niños tuvieron edad de desenvolverse por si mismo, el tomó la decisión de coger los hábitos, y se encerró por vida en un monasterio de la zona. Hoy la leyenda cuenta, que entre los montes de aquel lugar se escuchan los sollozos del monje, llorando por su esposa pérdida a consecuencia de una infamia. También se cuenta que se ve por aquellos bosques una sombra maligna que va errante sin saber donde, es la sombra de la calumnia.
MORALEJA: nunca se debe hablar de nadie y por supuesto nunca jamás levantar una calumnia. Las personas que hacen eso, todo el mal que puedan producir a la persona calumniada, le caerá a ella o a él como una loza. La calumnia es un delito muy grave, y nunca quedará impune. Antes de abrir la boca para hablar de alguien mal, se debe uno mirar el ombligo, contar hasta mil, cerrar bien la boca y pensar: ¿con que objeto quiero hacer mal a alguien? ¿Esa persona me ha hecho a mí algún daño? ¿Porqué soy tan dañina con los demás? ¡Piensa, piensa! No lo hagas, no hagas sufrir gratuitamente, y si lo haces atente a las consecuencias
Una historia para pensar…
Fini Castillo Sempere
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AMIGO CARLOS,
ResponderEliminarLA ENVIDIA ,LA CALUMNIA, ES TENTADORA EN LAS ALMAS FRAGILES,A VECES POR EL MISMO VACIO DE SU EXISTENCIA ESTAN A LA MIRADA DEL OTRO. UN AMIGO UNA VEZ ME DIJO POR CADA UNO QUE HACE EL MAL, HAY OTRO QUE HACE EL BIEN SI MIRAR A QUIEN.
ES UNA CUESTIÓN DE ELECCIÓN, NUESTRO OMBLIGO TAMBÍEN PROYECTA NEGADORAMENTE ,CEGANDO.EL BIEN SIEMPRE TRUINFA PUES ADMITE SUS DEFECTOS. MUY BUENO JUAN., PARA CONSTRUIR.. SDOS JAVIER . BS AS.
Juan Carlos, he leído parte importante del blog y me parece bastante completo y útil. Felicitaciones a los creadores y mantenedores.
ResponderEliminarAdemás lo añadí a mi lista de enlaces interesantes en mi propio blog.
Atte
Natalia
He leído la historia y ojalá sea siempre asi, que alguien aparezca para defenderte. Yo he sufrido de algunas calumnias y jamás se ha hecho justicia. Hace poco me volvió a ocurrir algo exactamente igual a este cuento, la única diferencia es que en mi caso, yo cai en una tremenda depresión cuando mi pareja me abandonó por estas calumnias pese a defenderme y jurarle por todo lo mas sagrado que no era verdad. Hasta los dias de hoy sufro la perdida de mi amada pareja, sufro haberlo perdido por esas malas personas llenas de envidia porque haciamos una hermosa pareja. Sigo con una gran depresión a causa de esto. Yo no me morí como Dolores, pero creo que mataron completamente mi corazón.
ResponderEliminarGracias
María Sofía
tengo una gran pregunta, que pasa con las personas calumniadoras a nivel psicologico, sera un mecanismo de defensa, porque despues de ver las consecuencias reaccionan con miedo angustia y a la defensiva
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