Dicen que la “infancia” nació a finales de la Edad Media. Antes, los niños eran partícipes de todo lo que sucedía en su comunidad, no había secretos ni vergüenza ni razones para separar a los grupos sociales por edades. Con el advenimiento de la imprenta, entre otros factores, la niñez se reconoció como entidad distinta y los niños fueron percibidos como criaturas especiales con necesidades propias. Surgió, pues, una nueva especie llamada infancia.
Para Neil Postman (La desaparición de la infancia) y otros especialistas, hoy presenciamos otra vuelta de tuerca. John Irvine menciona “signos” del fenómeno en Occidente: “La inocencia infantil es remplazada por la imagen de jóvenes precoces; la ropa distintiva de los niños está desapareciendo; los juegos infantiles son menos evidentes; el rango de delincuencia juvenil crece drásticamente; cada día más niños y jóvenes beben y se drogan como los mayores; los niños son los modelos mejor pagados; el niño cada día está más adultizado”. Marie Winn (Niños sin infancia) explica que esta nueva era se mueve en la creencia de que la niñez debe estar expuesta tempranamente a la experiencia adulta en orden a sobrevivir.
La realidad de muchos niños en nuestro país hace más evidente la desaparición (forzada) de la infancia. Y hoy, que se celebra el Día Mundial para la Prevención del Abuso Infantil, creado por la Cumbre Mundial de Mujeres, las cifras lo expresan: Más de 3.6 millones de niños de entre seis y 14 años trabajan en lugar de ir a la escuela; la mitad lo hace en el campo (sólo en Nayarit, 14 mil niños indígenas son jornaleros agrícolas); 32 por ciento de los pequeños de seis a nueve años han sufrido violencia en la escuela y 28 por ciento la han padecido en el hogar (Unicef).
Sólo en el Distrito Federal se reciben a diario entre 30 y 40 quejas sobre maltrato infantil y, según el DIF, el promedio de violaciones a menores de 18 años es de más de siete mil al año. La iniciativa del decreto para reformar el Código Penal del Distrito Federal y la Ley de Atención y Apoyo a las Víctimas del Delito, siguen en espera de su aprobación en la Asamblea Legislativa.
Las 250 mil niñas y mujeres prostituidas en la Ciudad de México (empezaron a sufrir estas prácticas entre los 12 y los 13 años); los 80 mil menores víctimas de abuso con fines de pornografía y comercio sexual en el país; los 10 mil 500 jóvenes (de entre 14 y 21 años) que intentaron suicidarse en 2007 y los 3 mil 500 que lo consumaron, piden a gritos políticas públicas de prevención.
O una vuelta a la Edad Media sin infancia y un adiós al sueño de Hölderling: “Que el hombre mantenga lo que de niño prometió”.
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Gentileza de Silvia Lommi