UNO POR CIENTO, ESQUIZOFRENIA
T.O.: Uno por ciento, esquizofrenia.
P: Julio Medem (España, 2007).
G: Ione Hernández.
D: Ione Hernández.
F: Fernando Fernández y David Tudela.
M: Javier Casado.
Mon: Ione Hernández y Julio Medem.
Dis: Alicia produce.
Estreno: 23-03-2007. 75 min.
Los documentales siempre tienen un valor informativo. Se trata de dar información sobre un tema o acontecimiento que se desea sea conocido entre el público en general. Para ellos recurrimos a las imágenes, como forma más sencilla y práctica de de difundir lo que creemos que tiene que ser conocido por una mayoría de los ciudadanos.
En los últimos años, nuestras pantallas han tenido la suerte de ofrecernos una serie de ellos. Desde Hecubá (José Luis López-Linares, 2006) donde se desvelaban los actores-actrices españoles, pasando por la política internacional con En la piel de Jacques Chirac (Michel Royel, 2006) o con la política nacional en La pelota vasca (Julio Medem, 2003). En la mayor parte de las ocasiones, han sido visionados por un número reducido de personas y han sido poco rentables para sus productores, desde el punto de vista comercial, por desgracia.
A pesar de este inconveniente, Julio Medem se ha embarcado en la producción de dos documentales: el que nos incumbe en esta crítica y otro titulado ¿Qué tienes debajo del sombrero? (Lola Barrera e Iñaki Peñafiel, 2006). Ambos abordando dos realidades incómodas y minoritarias, en apariencia, pero que afecta a un porcentaje de la población muy superior del que podemos imaginarnos.
En Uno por ciento, esquizofrenia, se hace nos ofrece una panorámica de esta enfermedad, tan controvertida incluso para los profesionales sanitarios, y que afecta a ese uno por ciento de la población del que habla el título de la película.
Toman la palabra, siempre sobre un sobrio fondo negro (excepto cuando se habla del suicidio y de la esperanza) tanto psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales, sociólogos, familiares y seis pacientes que nos van narrando sus miedos, sus ingresos, sus delirios, sus familias.
Todos estos personajes van desgranando sus opiniones y vivencias sobre esta enfermedad que, todavía hoy, sigue siendo un enigma. Los enfermos nos abren su corazón para mostrarnos el miedo que sienten cuando notan que no controlan sus vidas, el rechazo sufrido incluso en sus propias familias, el mundo de la droga como detonante –en muchas ocasiones- del primer brote, los delirios que experimentan y que son un síntoma discriminador de la enfermedad, la terapia que siguen, su dependencia de la farmacología, a la vez que ésta les permite, en algunos casos, llevar una vida bastante autónoma, a pesar de los efectos secundarios y la esperanza que guardan dentro de ellos de que un día, al fin, se sientan curados e integrados en la sociedad.
Se aportan datos que el espectador medio, con casi toda seguridad, desconoce: que en general no son pacientes agresivos, que la superprotección familiar no ayuda a su recuperación o que un 15% de los esquizofrénicos se suicidan.
Los partícipes en el documental desde el lado sanitario van manifestando las discrepancias existentes a la hora de tratar a estos pacientes tanto desde la psicoterapia como desde la farmacología. Y de forma muy pedagógica, se nos explica cómo las conexiones nerviosas están alteradas en este tipo de pacientes y de ahí sus síntomas: delirios, percepción distorsionada de la realidad, alucinaciones, etc. Síntomas que vemos perfectamente en la mirada perdida, falta de expresividad de los protagonistas cuando son enfocados en medio plano.
El documental está montado intercalando las intervenciones de cada uno de los colectivos entrevistados, lo que facilita el ritmo de la película. A la vez, la directora ha ido aglutinando las respuestas de todos ellos en diversos bloques temáticos, para mejor comprensión del espectador. Y alterna las entrevistas de todos ellos con imágenes y música que enfatizan el significado de la palabra de los entrevistados.
Sencillo, claro, directo, sin miedo al qué dirán ni con prejuicios absurdos, Ione Hernández aborda un problema de gran calado en nuestra sociedad. Un problema que puede afectarnos a cualquiera de nosotros o de nuestros familiares y que haríamos bien en conocer un poco mejor. Porque a lo que se conoce, no se le tiene miedo. Siempre, incluso en la esquizofrenia, hay que dejar una rendija abierta a la esperanza.
María Teresa S. Lancis
T.O.: Uno por ciento, esquizofrenia.
P: Julio Medem (España, 2007).
G: Ione Hernández.
D: Ione Hernández.
F: Fernando Fernández y David Tudela.
M: Javier Casado.
Mon: Ione Hernández y Julio Medem.
Dis: Alicia produce.
Estreno: 23-03-2007. 75 min.
Los documentales siempre tienen un valor informativo. Se trata de dar información sobre un tema o acontecimiento que se desea sea conocido entre el público en general. Para ellos recurrimos a las imágenes, como forma más sencilla y práctica de de difundir lo que creemos que tiene que ser conocido por una mayoría de los ciudadanos.
En los últimos años, nuestras pantallas han tenido la suerte de ofrecernos una serie de ellos. Desde Hecubá (José Luis López-Linares, 2006) donde se desvelaban los actores-actrices españoles, pasando por la política internacional con En la piel de Jacques Chirac (Michel Royel, 2006) o con la política nacional en La pelota vasca (Julio Medem, 2003). En la mayor parte de las ocasiones, han sido visionados por un número reducido de personas y han sido poco rentables para sus productores, desde el punto de vista comercial, por desgracia.
A pesar de este inconveniente, Julio Medem se ha embarcado en la producción de dos documentales: el que nos incumbe en esta crítica y otro titulado ¿Qué tienes debajo del sombrero? (Lola Barrera e Iñaki Peñafiel, 2006). Ambos abordando dos realidades incómodas y minoritarias, en apariencia, pero que afecta a un porcentaje de la población muy superior del que podemos imaginarnos.
En Uno por ciento, esquizofrenia, se hace nos ofrece una panorámica de esta enfermedad, tan controvertida incluso para los profesionales sanitarios, y que afecta a ese uno por ciento de la población del que habla el título de la película.
Toman la palabra, siempre sobre un sobrio fondo negro (excepto cuando se habla del suicidio y de la esperanza) tanto psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales, sociólogos, familiares y seis pacientes que nos van narrando sus miedos, sus ingresos, sus delirios, sus familias.
Todos estos personajes van desgranando sus opiniones y vivencias sobre esta enfermedad que, todavía hoy, sigue siendo un enigma. Los enfermos nos abren su corazón para mostrarnos el miedo que sienten cuando notan que no controlan sus vidas, el rechazo sufrido incluso en sus propias familias, el mundo de la droga como detonante –en muchas ocasiones- del primer brote, los delirios que experimentan y que son un síntoma discriminador de la enfermedad, la terapia que siguen, su dependencia de la farmacología, a la vez que ésta les permite, en algunos casos, llevar una vida bastante autónoma, a pesar de los efectos secundarios y la esperanza que guardan dentro de ellos de que un día, al fin, se sientan curados e integrados en la sociedad.
Se aportan datos que el espectador medio, con casi toda seguridad, desconoce: que en general no son pacientes agresivos, que la superprotección familiar no ayuda a su recuperación o que un 15% de los esquizofrénicos se suicidan.
Los partícipes en el documental desde el lado sanitario van manifestando las discrepancias existentes a la hora de tratar a estos pacientes tanto desde la psicoterapia como desde la farmacología. Y de forma muy pedagógica, se nos explica cómo las conexiones nerviosas están alteradas en este tipo de pacientes y de ahí sus síntomas: delirios, percepción distorsionada de la realidad, alucinaciones, etc. Síntomas que vemos perfectamente en la mirada perdida, falta de expresividad de los protagonistas cuando son enfocados en medio plano.
El documental está montado intercalando las intervenciones de cada uno de los colectivos entrevistados, lo que facilita el ritmo de la película. A la vez, la directora ha ido aglutinando las respuestas de todos ellos en diversos bloques temáticos, para mejor comprensión del espectador. Y alterna las entrevistas de todos ellos con imágenes y música que enfatizan el significado de la palabra de los entrevistados.
Sencillo, claro, directo, sin miedo al qué dirán ni con prejuicios absurdos, Ione Hernández aborda un problema de gran calado en nuestra sociedad. Un problema que puede afectarnos a cualquiera de nosotros o de nuestros familiares y que haríamos bien en conocer un poco mejor. Porque a lo que se conoce, no se le tiene miedo. Siempre, incluso en la esquizofrenia, hay que dejar una rendija abierta a la esperanza.
María Teresa S. Lancis
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