Maslow organizó las necesidades humanas en forma de pirámide, con las necesidades fisiológicas más elementales en la base; éstas son las necesidades básicas de supervivencia y deben satisfacerse antes de poder pensar en la satisfacción de cualquier otra.
Un individuo hambriento, por ejemplo, se someterá a grandes riesgos para conseguir comida; sólo cuando sabe que puede sobrevivir, se permitirá el lujo de pensar en su seguridad personal.
Por tanto, tendrá que satisfacer sus necesidades de seguridad, al menos parcialmente, antes de que pueda pensar, en satisfacer sus necesidades afectivas. A medida que vamos consiguiendo cubrir con éxito cada uno de estos escalones de necesidades, nos sentimos motivados para considerar las del peldaño siguiente, hasta llegar a la cumbre de la auto-actualización, la realización completa de nuestro verdadero potencial.
Aunque existen argumentos de peso para aceptar tal progresión, ésta, sin embargo, no resulta invariable. La historia está llena de casos de autosacrificio en los cuales un individuo ha sacrificado lo que necesitaba para sobrevivir para que otro (un ser querido o incluso un extraño) pudiera vivir.
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